Blogia
Isla al Sur

PEDRO CERO POR CIENTO

PEDRO CERO POR CIENTO

Al ganadero sempiterno, hombre irrepetible que hizo de su trabajo ejemplo cotidiano.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
 
A las vacas las respeta tanto como las quiere, y esa es la única manera de entenderse con ellas sin que le den una cornada o le pongan las patas en medio del pecho en pasmo. Eso pienso sentada en un taburete, al resguardo del sol que taja el día al medio en la casita de la finca de Fomento, mientras en la distancia le oigo decir a Pedro que las crías están lindísimas y se ajusta el sombrero de anchas alas, mira a las terneras con orgullo y queda ensimismado en algún buen pensamiento de ganadero empedernido, que otra cosa no ha sido en 65 años bien cumplidos y afianzados en vaquerías como cedro cimarrón. 

Tanto es así, que ni le cogió gusto a la jubilación y pidió ir a enseñar a Irenaldo Cabrera los secretos de un oficio predestinado a hombres sin miedos, que lo mismo saben aferrar a la bestia entre los brazos para domarla, que con maña de ordeñadores obtienen la buena leche caliente, fresca y espumosa de la ubre riada. 

Esta es su vida, al amparo de los campos y saciada en sus horizontes. Más sencilla y menos resabiosa que la pintada en la película De tal Pedro tal astilla que le dio fama, le ganó el cariño de los cubanos, le convirtió en ganadero emblemático y le enterró el nombre de Pedro Acosta Pérez, para rebautizarle irremediablemente con la seña de Pedro Cero por ciento, en clara referencia a que a él ningún animal se le muere por descuidos. 

Ni antes, cuando llegó a supervisar más de 700 animales, ni ahora, cuando apenas rebasa los 40, le han podido empañar el saboreo del trabajo hecho con esmero desde la amanecida hasta el atardecer, a pesar de furias climáticas o adversidades personales. Él espanta con filosofía guajira, desprejuiciada y sana, los augurios de amargos tragos y desenvaina una risa a todo diente que es el mejor bálsamo contra infortunios. 

"Papá es muy inquieto y noble. Le gusta lo bien hecho y la verdad. Es servicial. A las buenas le quitas hasta la ropa, pero a las malas no, en eso es intransigente. Su día es levantarse de madrugada, ir a la vaquería, ordeñar, volver a la casa para almorzar y retornar al campo hasta las cinco y media de la tarde. Antes de bañarse se toma un traguito de ron. Luego ve la televisión, come y se acuesta temprano. No es fiestero. Después de la muerte de mamá su vida transcurre así", eso cuenta Lisbet, la única hija del ganadero. 

TRABAJAR ES LO QUE SÉ 

Hace tanto que no se habla de Pedro Cero por ciento, que perdí la pista de este hombre cuya actitud ante el trabajo le convirtió en uno de los símbolos humanos de la provincia de Sancti Spíritus. Pero allí, en el centro del país, es otra cosa. Cualquiera puede indicar el lugar exacto de su finca, mientras se recorre la carretera de Fomento, donde vive. 

-¿Ha cambiado después de la jubilación? 

"Bueno, ahora tengo menos reses que atender, pero el trabajo es el mismo. A mí me gusta que se vea lo que hago, demostrar su utilidad y mantener en óptimo estado a los animales. No tengo más pretensiones que no sean las de no dejar morir a las reses bajo mi cuidado.". 

-Irenaldo Cabrera tiene 27 años de edad y le sigue los pasos, ¿encontró su sucesor? 

"Es un muchacho magnífico, callado, emprendedor y trabaja como un mulo. Decir la verdad es lo que más me agrada de él y poco tengo que hablarle para entendernos. No se cansa. Él va a ser un gran ganadero.". 

-¿Se cree una persona a imitar? 

"Apenas sé leer y escribir solo pongo Pedro con un garabato, pues cuando la maestra me regañó por llegar tarde y atender una vaca pariendo, me disgusté tanto que no volví al aula. Mi existencia es tranquila, común, no tengo nada para asombrar. Si el ejemplo y el cariño de la gente me viene por trabajar, entonces le digo que es lo único que aprendí bien en la vida.". 

-¿Qué necesita un ganadero para rendir? 

"Comida y casa, pues si no tiene ambas cosas la familia se le entristece y la preocupación le invade. Un hombre albergado se siente resabioso y triste, y así no rinde. La atención a las personas, que no siempre se hace, es muy importante en este oficio tan duro.". 

-¿No siente nostalgias de la fama propiciada por su trabajo y la película inspirada en su vida? 

"No, saco suficiente leche, un litro por cada una, y demuestro que puede ser y querer lo que hago. Con las poquitas vacas de ahora soy eficiente, aun cuando falta el pienso. Mire, yo les siembro king-grass, heno y caña para mantenerlas gorditas. La fama de un hombre está en concebir correctamente las cosas. De todas maneras, le aclaro, no estuve muy de acuerdo con la película.". 

Y se aferra a la tabla-asiento de la casita de Irenaldo, en la finca, para descansar. Lisbet viene con un vaso de agua al tiempo: "¿Quiere que le diga una cosa del viejo? A veces está tan preocupado por el trabajo que de madrugada empieza a hablar de algún animal". 

-¿Y tú crees que él nunca va a pensar de verdad en la jubilación? 

"Mire, si a él le quitan esto y se va para el apartamento a cuidar perros y matas, se nos muere de tristeza.". 

CADA VACA CON SU NOMBRE 

Si una pregunta evade Pedro Cero por ciento es la de dar el nombre de las reses cuando ellas están ausentes. En el potrero la cosa cambia, pues las va presentando una a una al paso de Pilar, Mestiza, Villa Clara, Nochebuena, Jirafa, Chabela y hasta Guerrillera, "la más brava. Esta le pone los tarros encima a cualquiera. 

"Si antes las conocía a todas aunque fueran muchas y sabía con exactitud qué estaban haciendo, cómo no voy a decirle las que tengo paridas ahora: Doble Nueve, Mayelín, Paloma, Eneida, Mobila, Pura y Chispa”.

-¿A todas les pone nombres de mujeres? 

"Bueno, a casi todas, eso es según me vengan a la mente o me recuerden a alguien”.

No ha dejado de ser Pedro Cero por ciento. Ocurrente, vital, de precisa inteligencia guajira, diáfano y sencillo como su vida misma. 

0 comentarios