Blogia
Isla al Sur

LA ENSEÑANZA ES MI VIDA

LA ENSEÑANZA ES MI VIDA

Cincuenta años dedicados al ejercicio del magisterio constituyen más que una muestra de amor conciente a la profesión, un indicador de la grandeza del alma de Nuria Nuiry. Hoy la profesora de múltiples generaciones cumple 75 espléndidos años y este es el homenaje de Isla al Sur.

LOURDES MARÍA BENÍTEZ CEREIJO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

 “¿Quién será esta señora?”, pensé la primera vez que la vi parada frente al aula de Comunicación Social, en la Sede Universitaria Municipal de Playa. Apenas escuché su fina voz cuando se presentó como la nueva profesora de Literatura Hispanoamericana.

Con el tiempo comprendí que la doctora en Filosofía y Letras, Nuria Nuiry Sánchez, otrora decana de la Facultad de Periodismo, rectora del Instituto Superior de Arte y combatiente de la lucha clandestina, tenía en sus palabras y su ejemplo la magia para transformar a las personas. Sus enseñanzas son como raíces escondidas que, a decir del poeta, no piden premio alguno para llenar de frutos las ramas.
 
-Para usted la enseñanza debe parecerse a la vida y no la vida a la enseñanza, ¿qué está primero: la vida o la enseñanza?

La enseñanza es mi vida. Si uno no enseña para la vida, ¿para qué entonces?

-En el año 2001 se inicia en la Universidad una nueva etapa, ¿qué significó para usted, como profesora, el surgimiento de las Sedes Universitarias Municipales (SUM)?

Cuando me jubilé pensé dedicarme solo a escribir y a mi labor en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Esta revolución de la enseñanza superior significó la posibilidad de vincularme nuevamente a la mecánica universitaria. Como profesora, no pensé que sería tan difícil. La realidad es que me lleva más tiempo preparar una clase para la Sede, porque allí los encuentros son quincenales; y abarcar una considerable cantidad de contenido en tan poco tiempo, constituye una verdadera hazaña. Cada clase implica un desgarramiento. Mi propósito en la Sede es crear inquietudes, y en tal sentido mi interés  se centra en la respuesta de los estudiantes en términos de actitudes ante la vida.

-¿Alguna vez se imaginó la expansión de la Universidad?

No. La existencia de una Universidad en cada municipio es una idea brillante sobre la cual hay que trabajar con empeño. Ya no es una Universidad de élite, afortunadamente, pero tampoco podemos convertirla en una Universidad de bajo nivel. La enseñanza no es cuestión de reformas, sino de formación sobre la base de principios muy sólidos que le permitan al estudiante poder enfrentarse al futuro.

-Desde su punto de vista, ¿cómo han influido las SUM en la formación de valores de los jóvenes?

En una ocasión expresé que el maestro no enseña, el maestro debe enseñar a aprender; y en este sentido la ética es esencial. Los valores no se inculcan con charlas, sino con el ejemplo y con el convencimiento de su necesidad. La Sede es una oportunidad de rescatar a personas que han estado dispersas, pero aprobar asignaturas y no valores, supone la formación de personas con armas muy poderosas que posiblemente no reviertan ningún beneficio a la sociedad. Hay que trabajar arduamente en relación con los valores, más ahora que existe la posibilidad de una Universidad en la base.

-Entonces, los valores en los jóvenes: ¿necesidad de reforzarlos o rescatarlos?

Lo que se necesita es saber inculcarlos.

-Con el proceso de transformación de la enseñanza superior, la Universidad rompió sus barreras físicas. En su opinión, ¿existen barreras mentales?

Conozco la Universidad en todos sus aspectos, por eso considero que deben crearse las condiciones necesarias para lograr un equilibrio, no solo en el aspecto docente, sino en todo cuanto se refiere al mundo, contexto y situaciones que circundan al estudiante. Pienso que hay que trabajar sobre la base  de limar cualquier aspereza que pueda existir. En tal sentido, todo debe y puede ser cambiado. Lo que no se cambia se estanca.

-¿Existe marginación respecto a los estudiantes de las Sedes?

Marginación no, prejuicios. Incluso, muchas personas me han preguntado con cierta preocupación si de veras estoy dando clases en una Sede, ¡cómo si eso fuera descender mi categoría! Esos prejuicios pueden ser muy injustos, producto de la ignorancia y el rechazo que provoca la novedad. La ruptura con una fuerte y arraigada rutina constituye un cambio favorable que debe ser perfeccionado. Los prejuicios se irán acabando,  porque no se puede negar que hay alumnos con calidad.

-Luego de haber contribuido durante cinco décadas a la formación de generaciones de jóvenes dentro de la Universidad tradicional, ¿qué ha representado para usted formar parte del proceso de universalización de la enseñanza?

Representa una disyuntiva difícil. He estado ligada a la enseñanza desde la adolescencia. La universalización es algo que debemos cuidar, pues significa una oportunidad de estudio que no todo el mundo sabe aprovechar. Existe un desnivel evidente, pero aún así no pienso contribuir a que tenga un título universitario alguien que no lo merezca: eso sería devaluarme. La Universidad desempeña una ardua labor que no se valora. Es necesario que se concientice la necesidad de revertir tantos esfuerzos.

-La Universidad en la cual usted fue estudiante se caracterizó por un contexto político convulso, ¿cómo incidió aquel ambiente universitario de la década del 50 del pasado siglo en su vida?

Cuando ingresé en la Universidad convino el golpe de Estado de Batista, lo cual determinó un cambio en mí, pues yo vivía en una torre de marfil. Estaba ante una situación complicada: los estudiantes empezaban a combatir; por otra parte, mi padre, que había peleado contra Machado, creía que las mujeres no debían involucrarse en la lucha. Por tanto, sin el consentimiento familiar, empecé a participar ayudando a compañeros, facilitando comida y albergue. Con la muerte de José Antonio Echeverría comprendí que corríamos el riesgo de morir. La policía asediaba la casa y mis padres ya tenían bastante con mi hermano. En medio de esa dura situación conocí a Haydeé Santamaría, de quien aprendí que la verdadera lucha comenzaría con el derrocamiento de Batista. Entonces supe que aquella joven de la torre de marfil ya no existía.

-¿Qué representa Juan Nuiry para usted?

Somos dos hermanos, muy diferentes en lo externo, pero muy compenetrados en los ideales. Él representa la base de la cual puedo sostenerme, es una unión muy sólida. Hemos pasado muchas dificultades juntos. Estamos espiritualmente unidos.

- ¿Cuáles han sido los amores de Nuria?

Son muchos y diversos. Siempre se piensa en el amor desde el punto de vista de la pareja, sin embargo, hay amores que lo secundan. Amo la vida, a mi país, soy profundamente cubana; y aunque vivo en La Habana desde niña, soy en esencia oriental. Cuando camino por las calles de Santiago, siento que las raíces me halan. Mi sectarismo llega a tanto que incluso le voy a Santiago en la pelota. Los amores están en la familia, y no solo en la biológica, sino también en los amigos, los cuales conforman la familia que uno puede elegir. Amo mi profesión a la cual veo como una religión,  un sacerdocio; y en este sentido, soy como una monja atea.

- ¿Cuál es su escritor favorito?

José Martí, no solamente como escritor, sino como experiencia vital. Creo que no lo terminaré de leer nunca, porque siempre encuentro en sus textos una hondura mayor. Cuando no me siento bien, pienso en Martí desembarcando por Playitas: era un hombre sumamente enfermo, cargaba una mochila, un fusil, un diario que nunca dejaba y, además, llevaba los discursos de Cicerón en el bolsillo. El ejemplo de su esfuerzo y voluntad me dan fuerzas para seguir adelante y no tenerme lástima.

-Usted le ha enseñado a sus alumnos a conocer y amar un José Martí más humano, ¿considera que en la Universidad actual está bien orientado el estudio de la obra del Apóstol?

Es un hecho generalizado que no estamos orientando bien el estudio de la obra martiana. Ya basta de ese Martí de bronce y de capa. Fue un hombre de muchos aciertos, pero como ser humano, también tuvo errores. Actualmente se abusa mucho de él, lo citamos para todo: si queremos que la gente no fume, que haga deportes, que trabaje más…Nunca he visto a un cubano que rechace a Martí, pero casi nadie conoce al hombre. Su ejemplo es una fuente inagotable de cultura. En una ocasión le escuché decir a Camila Henríquez Ureña que si la cultura no sirve para enfrentarnos a la vida, ¿para qué sirve entonces? Esa es precisamente la mejor lección que debemos enseñar y aprender de Martí.

-Usted ha merecido múltiples reconocimientos por su contribución a la formación de generaciones de jóvenes; y en el 2004 recibió la Distinción por la Cultura Nacional, ¿qué valoración tiene al respecto?

Mi mayor condecoración es cuando un alumno me brinda una muestra de gratitud. Las medallas halagan, pero ver los resultados de un ser humano me satisface mucho más, y como esa medalla no me la puedo colgar en el pecho, la llevo en el corazón. Lo importante consiste en saber que la idea que he sembrado tiene una buena fructificación.

-¿Es usted una mujer satisfecha?

Sería aburrido si lo fuera. El día que me sienta satisfecha de todo, no tendré nada que hacer.

-En una ocasión expresó: “Soy maestra por egoísmo”. ¿Por qué?

Porque siempre salgo de un aula con conceptos que no tenía. Ser maestra ayuda a sacar fuerzas. Cuando estoy decaída me obliga a probarme. Un maestro es alguien que todos los días debe plantearse retos; y esa oportunidad de estar en contacto con otras personas que te ayudan a crecer, no tiene precio.

-Ver hoy a tantas generaciones de profesionales que un día fueron sus alumnos, ¿qué le hace sentir?

Que fui maestra y alumna. De todo el mundo se aprende algo. Por  ejemplo, fui maestra de Guillermo Cabrera, sin embargo, al final, terminé siendo su alumna porque personas como él, que siempre tienen algo que dar, son maestros de la vida.

-¿Cuál es, desde su punto de vista, la recompensa de un maestro?

Hay profesiones que dan recompensas mucho más tangibles, pero ninguna se compara con lo que se siente cuando uno se encuentra con alguien que te hace saber lo útil que fueron tus enseñanzas y te dice que descubrió lo que quería ser en la vida y la carrera que quería estudiar, gracias a lo que dijiste en una clase. Es realmente sorprendente cuando un alumno con el que no mantuviste un vínculo posterior al del aula, te dedica unas palabras como muestra de respeto y admiración; esa es la mejor recompensa.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.

Ficha Técnica:

Objetivo central: Dar a conocer la personalidad de Nuria Nuiry como ejemplo de maestra que ha dedicado cinco décadas de su vida al magisterio.

Objetivos colaterales:

Ofrecer las valoraciones de la entrevistada en relación a la Universidad cubana actual.

Exponer consideraciones respecto a la repercusión de las Sedes Universitarias Municipales.

Tipo de Entrevista

Por su Tipo: Clásica

Por su Contenido: De personalidad

Por el canal que se obtuvo: Directa

Tipo de Título: De cita textual
Tipo de Entrada: Referencial
Tipo de Cuerpo: Clásico, de preguntas y respuestas
Tipo de Cierre: De opinión del entrevistado

Fuentes consultadas:

Nuria Nuiry Sánchez, presidenta de la Cátedra José Martí del Instituto Internacional de Periodismo José Martí y profesora de la Sede Universitaria Municipal de Playa.

Biografía de Nuria Nuiry Sánchez.

Calzadilla Rodríguez, Iraida: Querida Nuria. En: Periódico Granma, 28 de julio de 2004.

 

0 comentarios