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Isla al Sur

“MÁS QUE TIZA Y BORRADOR”

“MÁS QUE TIZA Y BORRADOR”

María Isabel Delgado Ortiz, vicerrectora de Extensión Universitaria del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, siente orgullo de una vocación que le nació del compromiso.

Texto y foto:

NELSON GONZÁLEZ BREIJO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Un maestro es siempre poseedor de buenas historias: “En una ocasión fui al hospital con mi hija enferma. Desesperada, como cualquier madre en esa situación, le expliqué al médico los síntomas de la niña. Él, después de examinarla, sonrió suavemente y me dijo en el acto: ‘¡María Isabel Delgado!, resulta que yo estudio Medicina gracias a sus clases  de Biología y usted ni siquiera me reconoce.”

Así recuerda el reencuentro con uno de sus incontables alumnos, esta profesora que pronto cumplirá 30 años de vida profesional. Aunque siempre se le ve ocupada, por esta vez decidió escurrírsele al tiempo para contar un poco de su historia que, según dice, pudiera aproximarse a la de muchísimos pedagogos de su generación.   

-¿Qué la motivó a vincularse con la pedagogía?

En 1972 una explosión de matrícula en la enseñanza secundaria básica, debida al triunfo de la Revolución, al crecimiento de la natalidad y a la Campaña de Alfabetización, provocó en este nivel un déficit de profesores difícil de resolver. Como respuesta a esa situación, el país creó el primer contingente del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, en el cual no participé porque no tenía edad suficiente, pero al siguiente llamado en el curso 1972-1973, me incorporé.

Como casi todos los que nos vinculamos al programa, ya había seleccionado una carrera. Quería estudiar Química Industrial, pero la idea de ser maestra tampoco me desagradaba. Además, entendía la necesidad de profesores existente en aquel momento y el significado de esta profesión para el desarrollo del país.

-El Destacamento Manuel Ascunce Domenech constituyó un hito en la historia de la educación cubana. ¿Qué representó en su formación como pedagoga?

Fue una gran escuela. Era un régimen muy estricto y el tiempo apenas alcanzaba. Recibía las materias que me correspondían como estudiante del destacamento e impartía clases a alumnos de secundaria básica, aparte de todas las horas de estudio y preparación individual que exigen estas actividades.

Hoy día, cuando se analiza la historia de la educación en Cuba, el destacamento figura como el segundo proceso de grandes transformaciones en la enseñanza -solo precedido por la Campaña de Alfabetización-, razón por la cual es un motivo de orgullo para mí pertenecer a la generación de profesores que se inició en él.  

-Comenzó en la pedagogía desde muy joven. ¿Cree que estaba preparada para impartir clases?

Sí, aunque todavía recuerdo la primera vez que me presenté ante un aula: solo tenía 17 años. Mi mayor problema era que hablaba muy alto, pensaba que los últimos estudiantes no me escuchaban. Mi voz se oía en toda la escuela, claro, entonces no eran grupos como los de hoy, sino mucho más grandes. Por suerte, con la ayuda de los profesores y los jefes de cátedra aprendí a modular la voz.

También tenía otras dificultades. Recuerdo que nuestro metodólogo exigía que dibujáramos en la pizarra cuando fuera necesario para alguna explicación, pues a los biólogos siempre nos faltaban las láminas. Yo no conseguía dibujar nada por más que me esforzaba, así que tuve que buscarle una solución: llevaba ilustraciones hechas, casi siempre por algún compañero. Siempre era fácil encontrar alguien dispuesto a ayudar.

Por lo demás, creo que daba clases decorosas, con mucha falta de experiencia, pero decorosas. Eso depende en gran medida de la preparación, y esa parte la asumí sin ningún problema, era muy estudiosa.

-¿Cómo logra el desarrollo que marca actualmente su vida profesional?

La palabra de orden es sacrificio. Siempre existen dificultades; a veces tengo que ingeniármelas para no dejar nada atrás. Hay quien dice que el trabajo y la familia no van de la mano en una buena mujer, pero eso no es más que una idea machista. En mi caso, trato de llevar ambas cosas aparejadas y he tenido buenos resultados. 

Por otra parte, aprovecho todas las oportunidades. A mi generación se le dieron numerosas tareas, pero también muchas posibilidades de estudiar.

Cuando llegué aquí me asignaron la  asignatura de Microbiología. Esta comenzaba a impartirse dentro de un nuevo plan de estudios y nadie en el Instituto estaba capacitado para darla, así que comencé a prepararme en la Universidad de La Habana. De esa forma inicié mi trabajo en el Pedagógico.

Luego fui subiendo de categoría como profesora. En 1991 participé en la conformación del Plan de Estudios C, dentro del cual elaboré específicamente un programa de Microbiología que, a diferencia del anterior, integraba un gran número de contenidos y promovía más el estudio individual.

En el año 2000, expuse mi trabajo para el grado de Máster, y en 2005, la tesis de Doctorado en Ciencias Pedagógicas. En ellos defendí la importancia que tiene la investigación en microbiología y cuán necesario resulta la aplicación de los contenidos para aumentar el interés por la asignatura en los estudiantes.

-Paralelo a este desarrollo docente también llegaron nuevas responsabilidades…

Sí, en 1995 comencé como jefa del Departamento de Biología. Allí dirigí un grupo de excelentes profesionales, muchos de los cuales habían sido mis profesores. Esa fue mi prueba de fuego como dirigente. Luego fui ascendiendo gradualmente, hasta que en el año 2006 asumí la vicerrectoría de Extensión Universitaria, donde trabajo desde entonces.

-Su cargo actual implica una gran responsabilidad en la formación general integral de los nuevos profesores. ¿Qué acciones realiza el Instituto con ese fin?

La Extensión Universitaria tiene como objetivo llevar a los estudiantes una recreación sana que contribuya a su formación. Crear una cultura general integral en cada uno de nuestros educandos constituye una meta de nuestro sistema educacional, pero eso no se consigue de un día para otro. No solo influyen las actividades extracurriculares, sino que todas las asignaturas deben aportar su cuota para lograr un resultado positivo.

Desde nuestra posición organizamos actividades muy variadas: hemos ido a Playa Girón, al Cacahual, al lugar donde cayó Antonio Maceo en San Pedro. Aquí tenemos alumnos de todo el país y son muchos los que no conocen esos lugares de un interés histórico incalculable. Igualmente programamos copas deportivas, festivales de cultura y muchos trabajos que contribuyen a aumentar el interés por la lectura en los estudiantes.

Independientemente de lo que organiza la sede central, también orientamos a cada territorio aprovechar sus potencialidades. Tengo el criterio de que la mejor Extensión Universitaria es la que se hace desde el aula, aprovechando tanto las posibilidades materiales y concretas de la zona, como los intereses de ese grupo reducido de estudiantes. De esta forma es mucho más efectivo nuestro trabajo. El profesor tiene incontables herramientas: puede organizar una visita en grupo a un lugar interesante, pero puede también recomendar un libro, una película, una obra de teatro…

Además, tenemos la extensión extracurricular compuesta por todas las actividades que realiza el estudiante en su tiempo de recreación, las cuales también deben tener una intencionalidad. En estos momentos planeamos desarrollar las radiobases en las villas y residencias; ya existen, pero no se aprovechan todas las posibilidades que pueden brindar.

-¿Cuánto cree usted que influyan estas actividades en la formación de los nuevos profesores?

Si todos nuestros alumnos aprovecharan esos espacios, se lograría mucho, pero no siempre sucede así. Nosotros ni remotamente hemos logrado cuanto queremos. No estará completa la labor mientras el ciento por ciento de los estudiantes del Instituto no demuestre desde su proceder cotidiano que son personas educadas y cultas.

-En ocasiones se compara la imagen actual del profesor con la que tuvo décadas atrás y frecuentemente es el maestro de hoy quien lleva la peor parte. Desde su experiencia, ¿qué factores pudieran propiciar esta tendencia?

La sociedad es muy exigente con los maestros y nosotros mismos también lo somos. La imagen de los profesores de antes, cuando eran un grupito: media fina y tacones, las mujeres; los hombres de cuello y corbata, se aparta mucho de la imagen del pedagogo de hoy. Pero también debe tenerse clara la diferencia de contexto -económico y social- que impone este tiempo, del cual el maestro no deja de ser parte importante.

Por otro lado, creo que los medios de comunicación masiva no le ofrecen al educador el protagonismo necesario. No solo es una cuestión de reconocer el trabajo de nuestros profesionales, aunque no vendría mal, sino de ayudar a formar vocación e interés por la profesión.

-¿Cómo valora usted la situación actual del educador cubano?

El profesor de hoy es más que tiza y borrador. Aunque esta sea la más noble de sus funciones, no podemos dejar de reconocer que es también un investigador, un agente de la comunidad y de la sociedad en general. Siempre quedan insatisfacciones. Pienso que lo más significativo es que las aulas no han cerrado.

Existe una considerable polémica sobre la edad de los profesores, pero es válido recordar que el hecho de comprometer a la juventud con la pedagogía no es una idea de ahora.

Yo comencé con 17 años, como la mayoría de los que integramos el destacamento pedagógico en la década de los 70. Muchos de aquellos muchachos son actualmente experimentados profesores y, fuera de las desigualdades generacionales, lo único que nos diferencia de los maestros de hoy, es que en aquel momento no contábamos con la tecnología actual para contrarrestar la inexperiencia. Sin embargo, aún en esas circunstancias, logramos resultados.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Rostros del Varona, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario 45 de la casa de altos estudios pedagógicos.

Ficha técnica:

Objetivo central: Revelar lo que significó el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech en la formación profesional de María Isabel Delgado Ortiz.

Objetivos colaterales: Informar las actividades que realiza el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona para lograr una formación general integral en los nuevos maestros. Evaluar la situación actual del educador cubano en la voz de María Isabel Delgado. Resaltar la labor de esta profesora y mostrarla como un ejemplo para las nuevas generaciones de profesores.

Tipo de entrevista:

Por sus participantes: Individual.
Por su forma: De preguntas y respuestas.
Por su contenido: De personalidad.
Por el canal en que se obtuvo: Directa.

Tipo de título: De cita.
Tipo de entrada: Anecdótica.
Tipo de cuerpo: De preguntas y respuestas.
Tipo de preguntas: 1: informativa. 2: de exploración. 3: de opinión. 4: informativa. 5: de exploración. 6: informativa. 7: de opinión. 8: de opinión. 9: de opinión.
Tipo de cierre: Comentario del entrevistado

Fuentes consultadas:

Susana Morejón, compañera de trabajo. Fuente no documental.

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