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Isla al Sur

MIENTRAS PUEDA, ESTARÉ EN LA ESCUELA IMPARTIENDO CLASES

MIENTRAS PUEDA, ESTARÉ EN LA ESCUELA IMPARTIENDO CLASES

La profesora universitaria Aracelis Torres Mejías, afirma que nunca pensó llegar a ejercer el magisterio; pero hoy, no se arrepiente.

Texto y foto:
LUIS ALEJANDRO ALFONSO PEÑATE,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Con más de tres décadas en la docencia, la Máster en Ciencias de Historia, Aracelis Torres Mejías, Premio Nacional del Ministerio de Educación, está convencida de que el maestro debe superarse constantemente. Directora de la sede universitaria del capitalino municipio del Cotorro, “Chachi” como la conocen todos cariñosamente, subraya que: “Donde aprendí de verdad a cuadricular mi tiempo y a tener disciplina fue en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona”.

Esta noble mujer, consagrada a contribuir con la educación de los demás, abrazó la vocación del magisterio desde los 16 años, cuando integró las Brigadas Conrado Benítez de la Campaña de Alfabetización, aunque nunca pensó en llegar a estar frente a un aula profesionalmente.

“Cuando uno es niño el juego que más hace es el de la escuelita, pero nunca concebí mi vida futura en una escuela. Era militante de la Unión de Jóvenes Comunistas cuando decidí ser parte del gran empeño de la Revolución de alfabetizar a todos, y después entré a la Universidad de La Habana y comencé los estudios de licenciatura en Educación; me gustaba mucho la Biología, pero la atracción hacia la Historia fue mayor.

“En el curso 1975-1976 entré al Instituto Varona, allí hice las prácticas docentes junto a mis compañeros, tuve tropiezos, cabezazos, pero recibí mucha ayuda y aprendí que un maestro que no se prepara para dar una clase no se respetaba. Confieso no haber sido una alumna brillante, sin embargo, nunca me gustó quedar atrás”.

En la década del 70, explica Araceli que hacían falta 20 mil profesores para las nuevas escuelas secundarias básicas e institutos preuniversitarios que se construían en todo el país, fundamentalmente en el campo; entonces, el Comandante en Jefe Fidel Castro se reunió con los estudiantes y así nació el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech.

“Fue una idea oportuna, garantía de que ningún escolar quedara sin acceso a la enseñanza secundaria. En esa segunda revolución educacional, tuve el gusto de trabajar en la filial de Güines, con alumnos que no vacilaron para cumplir con la necesidad de la Patria. Hacían un gran esfuerzo, pues recibían e impartían clases al mismo tiempo”.

-Como parte de nuevas transformaciones

en el campo del desarrollo educacional,

hoy mucha expectativa mantiene el proyecto

de los Profesores Generales integrales (PGI).

¿Qué piensa al respecto?

Una cuestión es lo ideal y otra lo real. El proyecto es muy bueno en su concepción, pero las condiciones, lo palpable, no están acorde con lo que queremos. Aún hay limitaciones académicas en momentos determinados. Para mí, los PGI necesitan mucha ayuda y hay que destacar que ellos poseen una gran disposición para acometer las tareas que se les asignen.

De alguna manera nosotros también fuimos como ellos. Al empezar necesitamos ayuda y apoyo, ahora no podemos cerrarnos, hay que asumir el rol que estamos desempeñando y dedicarles tiempo. No puedo decir que todos los PGI son malos, para mi ninguno lo es. Creo más bien que les falta orientación y se enfrentan a medios complejos.

No es lo mismo vivir en la casa que en una residencia; con la familia están las reglas de los padres, las cuales pueden acoger o adaptarlas, pero en la convivencia entre compañeros hay normas estrictas de disciplinas y deben cumplirse. En mi opinión, con los nuevos cambios y las transformaciones el programa continuará mejorando.

Si se trata de anécdotas, Aracelis tiene muchas, pero con un sano orgullo, de ese que al cabo del tiempo condecora al maestro de forma inesperada, rememora: “En una conversación que sostuvo el compañero Fidel con el presidente Agustino Neto se da la idea del Destacamento Pedagógico Internacionalista Ernesto Che Guevara. Se constituirían varios contingentes, para lo que se hizo una convocatoria y yo di la disposición para cumplir con una misión. La primera en la que participé fue en 1983 y estuve 18 meses en territorio angolano; fueron momentos asumidos con grandes retos y marcaron la formación de mi profesión.

“Recuerdo el tiempo de la batalla de Sumbe. Además de impartir clases, como militantes del Partido y junto a otros profesores cubanos, fuimos a la provincia de Benguela a recibir a los heridos que salían para Luanda y luego para Cuba.

“Estando en Lobito tuve una gran experiencia: existía un pequeño aeropuerto poco utilizado, pero había que mantenerlo encendido con chismosas, así los helicópteros podían salir y regresar por la mañana después de realizar las operaciones. Eso fue impactante porque nos reemplazábamos constantemente para atender a los pilotos, la tripulación y luego irse a trabajar.

“Eran condiciones adversas por las características de la zona que estaba en guerra. Allí nos recogían en guaguas bien temprano, nos facilitaban la transportación a lugares intrincados. En las escuelas se hacían numerosas actividades de preparación militar, estábamos listos en caso necesario. También había tiempo para la recreación y la cultura, aún en momentos tan duros. Las misiones internacionalistas contribuyen a que las personas se unan mucho”.

Pero esta pedagoga ha dejado también su huella en otras tierras: “Trabajé en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, impartiendo la asignatura de Diseño Curricular. Fuimos a capacitar a esos estudiantes, quienes ejercían profesiones como las de abogado, economista, sociología, solo cinco eran pedagogos, en la especialidad de Matemáticas.

“Allá existe una distancia enorme en cuanto a nuestro sistema educacional. Cuba prioriza la educación y en Honduras, por ejemplo, no es así. Están las escuelas públicas, pero hay un sin número que son privadas; en las dos modalidades existen grandes diferencias en cuanto a nuestra política educacional.

“Aún así, pienso que también aprendí en ese período, porque al decir de Fidel, el educador no debe sentirse nunca satisfecho con sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que perfeccione permanentemente su método de estudio, de indagación y de investigación”.

-¿Qué opinión le merecen los métodos

implementados por los cubanos en la alfabetización

de los pueblos latinoamericanos,

como el Yo si puedo, por ejemplo?

Internacionalmente ya están reconocidos por los resultados de su aplicación en parte de América Latina. Es la muestra palpable de la solidaridad y disposición de Cuba para contribuir a la formación integral de los ciudadanos sin importar de dónde sean. “Patria es Humanidad”, dijo Martí, y no hay cosa más humana que enseñar a las personas porque si usted no sabe leer, no sabe escribir, cualquiera lo puede engañar. Lo que se busca es la preparación de todos, para enfrentar los retos que imponga la vida. Estos programas cubanos me parecen especiales y hay que aprovecharlos.

La Máster Aracelis Torres, quien es también miembro de la Asociación de Pedagogos de Cuba, trabajó vinculada al Centro de Estudios de África y el Medio Oriente. Se especializó en Historia Contemporánea, ubicándola en el Medio Oriente y partiendo del Reino de Jordania. Sus investigaciones hicieron posible, junto a otras compañeras, la publicación de varios artículos sobre temas relacionados con la situación socio-política de ese territorio, los cuales mantienen vigencia y forman parte de la documentación de la importante institución.

Una nueva etapa en la historia de la educación en Cuba se abrió al llevar la universidad a cada rincón del país, en aras de lograr elevar la cultura de los jóvenes: “En el proceso de universalización han aumentado y  consolidado mis experiencias. He impartido, además de mi especialidad, otras asignaturas como Metodología de la Investigación, en la Maestría en Ciencias de la Educación.

“Tengo la alta responsabilidad de dirigir el consejo de dirección en la sede del Cotorro, que responde al Instituto Superior Enrique José Varona. Éste es mi pedagógico, me siento identificada con él, soy incondicional a las tareas del centro y a la Revolución”.

Enseñar es un ejercicio perpetuo, que trasciende cualquier medalla y condecoración, aunque a Aracelis tampoco les faltan. Éste evangelio vivo, entregado en cuerpo y alma al ejercicio de instruir, halla en los seres formados por su propio ejemplo el mayor júbilo: “La profesión me ha dado satisfacciones muy grandes, como ver a los estudiantes convertidos en profesionales. Llegar a un hospital y encontrarme que la doctora fue mi alumna, es muy gratificante; ir por la calle y de pronto que algún joven diga: ¿Cómo anda, profesora Aracelis?, también me llena de gozo. Hoy me da gusto compartir con Leonor y Sulema, quienes fueron mis alumnas y ahora comparten en el claustro de la escuela. Como ya se dijo, un profesor trabaja para la eternidad, su biografía serán sus discípulos. Y espero que así sea siempre”.

Esta cubana ciento por ciento, mantiene un espíritu juvenil, la agilidad de subir y bajar los escalones de los pisos de la sede universitaria en más de una ocasión, la sonrisa a flor de labios y una nueva iniciativa para sus estudiantes y compañeros de trabajo.

“Solía ser más estricta de carácter, decir las cosas como son sin darle mucho color. Recuerdo que para entregarme el carné de militante del Partido Comunista de Cuba, se demoraron analizando si me lo otorgaban o no, porque decían que era extremadamente severa. Por supuesto, esto no impidió la entrada a las filas; aún soy fuerte en las decisiones y empeños, pero también aprendí a acatar las criticas y asumir los errores”.

-¿Y en la casa…?

No me puedo quejar. He podido siempre contar con mis padres, hermanos, ellos me han dado todo su apoyo para realizar mi trabajo. ¡Ah!, y en el barrio tengo excelentes relaciones con los vecinos.

Aracelis Torres Mejías o “Chachi”, piensa que la principal de todas las cualidades a poseer por un pedagogo es la de amar lo que hace. Para ella es imposible que un profesor entre al aula y deje los sentimientos y las emociones afuera.

“El educador debe saber comprender a sus alumnos, tiene que saber exigir sin imponer, superarse constantemente. Enseñar y educar es parte de mi vida, es mi razón de ser. Si volviera a nacer, sería profesora. Mientras pueda, estaré en la escuela impartiendo clases”.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Rostros del Varona, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario 45 de la casa de altos estudios pedagógicos.

Ficha Técnica:

Objetivo central: Destacar la labor profesional de Aracelis Torres Mejías.

Objetivos colaterales: Conocer su trabajo a favor de la educación. Su opinión respecto a temas como los PGI.

Tipo de entrevista:

Por sus participantes: individual
Por su forma: mixta
Por su contenido: de personalidad
Por el canal que se obtuvo: encuentro directo (cara a cara)

Tipo de título: de cita directa
Tipo de entrada: de presentación
Tipo de cuerpo: mixta
Tipo de cierre: de comentario del entrevistado

Fuentes consultadas:

Compañeros de trabajo de la Sede Universitaria del Cotorro (directa)
Artículos publicados por la entrevistada  (documental)

 

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