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Isla al Sur

EL PILOTO DE LA GUITARRA

EL PILOTO DE LA GUITARRA

Milton Pérez Sotomayor desde niño se debatía entre el amor por las aeronaves y la música.

Texto y foto:
KATHERINNE DÍAZ PÉREZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Está en silencio. Parece triste. Espera que Milton Pérez Sotomayor, piloto de la empresa Aerogaviota, acaricie las delicadas cuerdas de su brazo ya gastado por los años. Él habla, la mira, sonríe, dice que a veces ella lo maltrata, pero es su culpa porque la musa no lo acompaña.

“La guitarra es un hobby, una adicción, una vía de escape, una actividad diaria, una amiga fiel..., que me sustituyó el vicio de fumar. Todo el tiempo y energía que dedicaba al cigarro, lo transformé en descubrir acordes”, expresa con la seguridad de que los cabos regados en los ceniceros son una página olvidada en su vida.

De inmediato, habla sobre sus inicios en la música que fue desde pequeño. En la casa había un tocadiscos y su mamá le ponía canciones infantiles: “Muchas las aprendí de memoria, tenía facilidad para repetirlas. Recuerdo El gatico Vinagrito, de Teresita Fernández”.

Las manos de este hombre maduro se alborotan al rememorar momentos de la niñez y adolescencia: “En la secundaria tuve un amigo prodigio que tocaba piano y guitarra de oído. Con él aprendí las primeras notas musicales”.

Sin embargo, los dedos de Milton Pérez jamás rozaron los seis hilos del instrumento en el grupo de amigos que se reunía, en cualquier casa, a tocar las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés: “Yo cantaba porque en aquella etapa las tonalidades de mi voz se semejaban bastante a las de Silvio”.

Se balancea en el sillón de su casa en Marianao. Va al compás de la melodía de la cantante irlandesa Sinead O`Connor; siempre ha tenido el don de sentir la música. “Por eso, también, bailé mucho”, comenta.

Quienes lo rodean reconocen el talento natural con que de joven se entregaba a los diferentes ritmos y, en especial, al casino cubano: “Gané con mi pareja varias competencias de danza en el programa radial La ciudad baila y en el televisivo Para Bailar. En uno de los ensayos de este último, Rosendo González, creador de las ruedas de casino y Cristi Domínguez, directora del Ballet de la Televisión Cubana, nos propusieron integrar esa compañía”, evoca.

En aquellos momentos el joven cursaba el duodécimo grado. Su futuro lo había decidido: escogería la carrera de piloto de guerra.

-¿Por qué el mundo de la aviación?

La pasión por los aviones viene desde antes que la música porque nací en ese ambiente: mi padre fue piloto de combate, y mamá trabajaba en el aeropuerto José Martí; ella cuenta que yo con cinco años conocía todos los modelos y aerolíneas. Tenía solo una manera de alcanzar ese sueño y era estudiar. Nunca me he arrepentido del camino escogido, de no ser así, cada vez que viera un avión en el cielo sentiría gran frustración.

Cuando estudiaba la carrera en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS), le sucedió algo muy significativo con la nueva trova.

“Quizás fue la madurez, la ausencia de la familia, el estar lejos de Cuba, la preparación para la defensa, lo cierto es que comencé a interpretar y a profundizar en los textos de Silvio, los cuales me maravillaron e hicieron que descubriera la diferencia entre la música comercial, simplista, superficial, de la inteligente y poética. Me dieron otra óptica para ver las cosas, y además, siempre han dicho lo que preciso escuchar en determinados momentos”.

Con ese espíritu del trovador se fue a Kazajastán, una república de la URSS, para recibir entrenamiento y después, ir a combatir a Angola con 23 años.

“Un día, de los muchos aburridos que hubo en el adiestramiento, fui con un amigo a la tienda. Allí vimos una guitarra. Él tocaba, y sabía que yo quería aprender. Me propuso: tú la pagas, y te enseño. Así tuve mi primera guitarra. Fue rusa, con unas cuerdas de acero y una fea madera”.

Con ella comenzó a tocar varias canciones, compuso guarachas humorísticas, participó en actos políticos y culturales... y se la llevó para Angola. “Le puse un cinturón verde olivo y me la enganché al hombro como si fuera un arma”, dice.

En el continente africano ella se convirtió en una íntima amiga, pero la compañía no duró mucho. “Cuando vine a Cuba de vacaciones, el amigo de Kazajastán me la pidió prestada. No se la pude negar. Al regresar,  al próximo año, solo encontré algunos pedazos del brazo. Nunca he querido escuchar qué pasó”, dice con un destello de tristeza en sus ojos. 

El período especial cubano de la década del 90 se aproximaba, y con éste, cambios en el centro laboral del piloto. Afirma que “las circunstancias me separaron de los aviones de caza, e hicieron que fuera a volar a la empresa comercial Aerogaviota”. 

-¿Siente la misma pasión
ahora que cuando volaba
aviones de combate?

En estos momentos manejar una aeronave es estar vivo y realizado profesionalmente, lo cual da mucha paz. Disfruto los paisajes, la adrenalina, la altura...  Aunque admito que la aviación de caza me fascina más: sentir la velocidad -mayor a la del sonido-, hacer acrobacias, piruetas en el aire, volar en la  estratosfera, estar dispuesto a entregar la vida todos los días en la defensa de mi país y otras naciones.

Pilotar más de seis tipos de aviones durante 27 años, continuar activo y no haber sufrido nunca un accidente son algunas de sus satisfacciones más importantes. A esto se suman las dichas en la música; sin embargo, no se considera un guitarrista, ni trovador, “más bien un guitarrero que se entretiene, enriquece su espíritu y libera el estrés”.

-¿Compone canciones?

He hecho varias cosas entre letras y música, pero no me dedico a eso porque el tiempo no alcanza; quizás, algún día. Lo que hago es interpretar el arte de Silvio, Pablo, Frank Delgado y Carlos Varela.

Al preguntar cuántas melodías tiene un su repertorio, contestó: “Me alcanzan para cantar toda la noche,  dedicar versos a una muchacha y transmitir un mensaje a un amigo que lo necesite”.

Sus agendas y libretas cuentan con más de 200 canciones de varios autores, y los familiares afirman una cantidad superior porque muchas las guarda en su memoria.

Se escucha el timbre de un taxi desde la calle. Milton Pérez va a superar las 4 000 horas de vuelo que hoy ya tiene. Se aleja con su impecable uniforme, maleta en mano y la inseparable amiga al hombro. Mira hacia atrás, sonríe y dice señalando a la guitarra: “Si no la llevo me preguntarán dónde la dejé, no puedo andar sin mis dos pasiones juntas: los aviones y la guitarra”.

Ficha Técnica:

Objetivo central: Abordar el amor que siente Milton Pérez Sotomayor por la música y los aviones.

Objetivos colaterales: Conocer sus inicios en la música. Investigar algunas experiencias con la guitarra. Abordar varias anécdotas como piloto de guerra y comercial.

Tipo de entrevista:

Por su participante: individual
Por su forma: mixta
Por su contenido: de personalidad
Por el canal que se obtuvo: encuentro directo

Tipo de título: de referencia al entrevistado
Tipo de entrada: narrativa
Tipo de cuerpo: mixto
Tipo de preguntas declaradas:
-¿Por qué el mundo de la aviación? Abierta.
-¿Siente la misma pasión ahora que cuando volaba aviones de combate? Directa.
-¿Compone canciones? Cerrada.
Tipo de cierre: de comentario del entrevistado

Fuentes consultadas:

Norma Sotomayor Ríos, madre de Milton Pérez Sotomayor (no documentales)

Carmen Pérez Naranjo, amiga y aeromoza de Cubana de Aviación (no documentales)

María Tomás Zerquera, amiga (no documentales)

Documentos personales del entrevistado (documentales).

 

 

 

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