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Isla al Sur

CAZADOR DE IMÁGENES

CAZADOR DE IMÁGENES

Cuando no soñábamos con cámaras de videos domésticas tan cómodas de usar como las de hoy, Sirio Suárez andaba por su querido Ariguanabo filmando la historia sencilla de las gentes. A su recuerdo, el eterno agradecimiento de quienes amamos aquella tierra atravesada por un río en adiós.

IRAIDACALZADILLA RODRÍGUEZ

De tiempo oigo hablar del cazador de imágenes. Ahora quiero traspasar la pequeña reja, apresada en el encanto de las rojas tejas, el apacible beige de las paredes y el farol que pende al lado de la puerta. El verde del follaje –presintiendo un jardín imaginario- alegra a los visitantes de Sirio Suárez. Luego, el sosiego de la sala en una de las invernales tardes de San Antonio de los Baños. Mientras del patio, cubierto el muro por la hiedra, fluye ligero el viento.

Con frases cortas, modestas, habla el hombre de sus imágenes filmadas en ocho milímetros. De su inclinación por el cine cuando apenas era un mozalbete y entretenía el ocio con títeres ideados por él. Al inicio fue hobby –confiesa-, ahora es necesidad espiritual. Así mismo se ve confundido entre el tumulto, cámara en mano, para dejar gráfica cierta de lo que en su terruño acontece.

Aida le ayuda en los recuerdos. “Me soporta las majaderías”, le adula Sirio. No le importa que haya devenido laboratorio el comedor de la casa, y las “herramientas” –inventadas por él- permanezcan en aparente desorden.

A la carga vienen las memorias de los primeros filmes sobre la familia y hay reuniones, cumpleaños, detalles que convocan a la sonrisa. De anécdota en anécdota es inevitable el año 1959 y la cinta que preserva la entrada de Fidel y las tropas revolucionarias a la capital de la República.

“Yo me estaba afeitando cuando escuché la noticia de que el tirano Batista había caído. Acabé, cogí la cámara, y salí a filmar la euforia del pueblo. Después, partí para La Habana y rodé diez minutos de la cinta, a color, con la llegada de Fidel por el Malecón y frente al Palacio Presidencial”.

Más de 50 documentales de corta duración atesora Sirio Suárez. Guardan parte de la vida política, económica y cultural del pueblo ariguanabense. Ahí están las Bienales del Humor, vueltas ciclísticas, juramentos de las Milicias de Tropas Territoriales femeninas, exposiciones de pinturas, conciertos, inauguraciones de tarjas y bustos, entre tanto trasiego cultural que San Antonio promueve.

Luego, el revelado en el improvisado laboratorio y proyección de los filmes, regocijo para todos y asombro en quienes, ya en pantalla, se ven reproducidos donde quiera que a este aficionado de 66 años se le pida su presencia. Después, la cuidadosa entrada de los documentos al Museo Municipal. Toda una meritoria labor costeada por Suárez.

Otrora juez laboral, carpintero ebanista y mecánico de tocadiscos y audio en Electrónica Ariguanabo. Jubilado, condecorado con la Medalla Fernando Chenard Piña, otorgada por el Sindicato de Comercio y Gastronomía, y el diploma por 20 años de servicios en la Cruz Roja como operario de la planta de radio para casos de emergencia, son los orgullos de un hombre sencillo que multiplica a los suyos en imágenes para la historia y tradición del Ariguanabo.

¿Y qué es para Sirio esta afición? Necesidad –dice-. También goce renovado por el reconocimiento hacia el trabajo del artesano que ofrece el devenir en la tierra chica. Sirio es hombre-lente ansioso, avizor. Archivero perpetuo con la persistente pasión del cazador de imágenes.

(1983)

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