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Isla al Sur

“TODAVÍA HAY MUCHO INDIO ESCONDIDO POR AH͔

“TODAVÍA HAY MUCHO INDIO ESCONDIDO POR AH͔

Afirma la arqueóloga Lourdes Domínguez, primera Doctora en Arqueología Histórica en Cuba.

ROSANA BERJAGA MÉNDEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Cuando llegué, ella miraba en la televisión un documental de Estela Bravo. Pedí hablar sobre su vida. Era obvio que no me esperaba, pero una dulce sonrisa me invitó a tomar asiento. Se disculpó diciendo que en un minuto estaría conmigo y se escurrió por entre los pasillos de su casona antigua.

Arqueóloga desde el año 1967, Lourdes Domínguez González, camina por entre sus pajaritos, peces, perros y cuadros de Rubens, afirmando con vanidad de enamorado que  no existe en el mundo una profesión más hermosa que la suya, “porque la historia, por ejemplo, la pueden escribir de cualquier manera, pero la arqueología solo puede escribirse con la verdad.

“De niña yo no pensaba en la arqueología, mi sueño era ser bailarina. Esa era una de las cosas que más me gustaba, pero toda mi vida he sido gordita. A duras penas me podía parar en puntas o dar algún giro. Juro que me esforzaba al máximo, sin embargo, no avanzaba. No fue por falta de buenos maestros, porque recibí clases hasta de Alberto Alonso. Todo parece indicar que no nací para bailar, así que lo dejé. En eso también tuve la ‘ayuda’ de mi padre, quien se negaba a tener un artista en la familia.”

A Lourdes hay que escucharla con los oídos bien abiertos mientras cuenta, sin perder el aliento, el sinfín de cosas por las que ha pasado: publicidad, magisterio, agronomía, campaña de alfabetización, milicias revolucionarias…, porque ella asegura que lo importante es no quedarse con deseos de hacer.

“Comencé la Universidad en el año 1963, en un curso para profesores de Historia, y al terminar primer año, pedí la licenciatura y me la concedieron. En ese tiempo, recibí clases en la Facultad de Artes, tomé algunas asignaturas de Arquitectura y clases de pintura; además, colaboraba con el Departamento de Antropología.

”A la Arqueología llegué gracias a un NO. Un día me di cuenta de que realmente me gustaba y decidí presentarme en la Academia de Ciencias, dije que estaba dispuesta a que me hicieran las pruebas necesarias y me dijeron «no, ese no es un trabajo para mujeres», entonces decidí que eso era lo que quería hacer.

”Comencé en la Academia de Ciencias en 1968, donde pasé cursos especializados, formándome, como casi todos los arqueólogos cubanos, con libros de Geografía, de Historia o de Geología; también albergué la esperanza, durante más de treinta años de que el Ministerio de Educación Superior abriera una escuela universitaria de Arqueología. Pero desgraciadamente no fue así, suele pensarse que no tenemos en Cuba una razón posterior de trabajo, que no hay necesidad de abrir ese tipo de centros, pero nadie sabe cuánto tenemos por explorar de nuestras raíces, que no son solo españolas o africanas, que todavía hay mucho indio escondido por ahí.

”Yo vivo enamorada de lo que hago. Dicen que quien pasa el trabajo de campo, que es la prueba de fuego, y sigue apegado a la Arqueología, jamás se separa de ella. Salvé muchas veces esa prueba de fuego, y luego, así cansada, debía quedarme en los laboratorios limpiando pieza por pieza, todo lo que había encontrado; a veces había que limpiar hasta trece mil piececitas de barro, cepillarlas, analizarlas, clasificarlas…

”A pesar de todos los rechazos por ser mujer, terminaron por aceptarme en  ese mundo, y ya en los 80, me encargaba de organizar y dirigir jornadas de Arqueología. Así comencé a trabajar en mi tesis de maestría, la cual logré hacer de forma directa en 1987.

”Algo de lo que estoy orgullosa, además de los alumnos que he ayudado a formar, es haber sido la primera Doctora en Arqueología Histórica en Cuba después del triunfo de la Revolución; y eso, gracias al Doctor Eusebio Leal, quien decidió apoyar mi campo en el país y abrió la Facultad de San Gerónimo de La Habana, donde me preparé durante dos años. Eso me demostró que todavía hay personas que cree en lo que hacemos.”

Así, para Lourdes, el tiempo ha pasado volando, al igual que sus doce años de trabajo en la Oficina del Historiador de la Ciudad, sus veinte años de docencia en Puerto Rico o los cinco en Brasil.

“Ahora estoy un poco más en la casa. Me dedico a escribir libros de arqueología, y mantengo la docencia en Cuba y en otros países latinoamericanos, y hasta por Internet. Aquí tengo mi biblioteca, mi máquina y todo lo que necesito para trabajar; aunque claro, siempre dejo mis ratos libres para mis «animalitos», mis plantas o mi pintura; y trato siempre de no pensar en todo lo que me ha faltado por hacer, porque no niego que hay proyectos como Panamá la vieja, encargado de la reconstrucción histórica y arqueológica de esa ciudad, que me hubiese gustado retomar.

”Yo jamás he sido ambiciosa, pero si pudiese pedir un deseo, de aseguro que sería uno muy grande: ¡Vivir!”

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