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Isla al Sur

EL REGALO DE LA VIDA

EL REGALO DE LA VIDA

Orlando Naranjo, alamareño de corazón, agradece cada día haber aprendido el idioma Inglés.

Texto y foto:
LIZ XAMIRA ABAD JAREL,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Tan grande es su sonrisa que aviva la alegría de quienes lo rodean. Los años pasan, pero no se marchitan ni los ojos ni el alma. Cuando conversa, las historias fluyen como manantial que no encuentra jamás desembocadura. Sociable, jaranero y magnífico cuentero son las cualidades más apreciables de este hombre, que con una prodigiosa memoria trae a través del tiempo sus vivencias.

Orlando Naranjo Aguilar, con más de siete décadas y ya jubilado, inicia su  historia con fuertes vientos huracanados y terribles lluvias, pues nació en medio de una tormenta tropical, en 1933, en Jovellanos. Este hombre, que ha sido gastronómico, traductor, electricista y constructor, entre las cosas que más aprecia de la vida, se encuentra el idioma Inglés.

-¿Qué despierta en usted 

el interés por el inglés?

Mi vida laboral comienza en el restaurante El Cerro Moderno. Un vecino me propuso trabajar allí, cubriéndolo cuando él faltara. Empecé en la cocina pelando papas, y escuché el inglés por primera vez porque dos cocineros jamaicanos se comunicaban entre ellos, en su lengua materna. Mientras pelaba las papas, los escuchaba hablar,  y así fue como me ‘entró el bichito’́.

Mis estudios solo llegaban al tercer grado. Aprendí de memoria todo lo que decían y les preguntaba cuando no entendía algo. A los dos o tres meses ya hablaba inglés con ellos.

Después mejoré el idioma con el hijo de uno de los cocineros, que trabajaba en un importante periódico de la época. Las lecciones también las memorizaba, pero cuando me hablaba de la gramática nuestra, y mencionaba los adjetivos, artículos o verbos, se daba cuenta de que yo no sabía nada. Un día me dijo: ”Tú tienes una memoria de elefante, pero debes instruirte en el español”.

Comencé a estudiar Matemática, Español, Inglés y otras asignaturas, en la escuela Santa María, a media cuadra de donde trabajaba. A la vez, recibía clases en el hotel Sevilla, porque pertenecía al Sindicato de Hoteles y Restaurantes de la provincia de La Habana. Todo lo hice escondido, ya que si los dueños se enteraban, me expulsaban de El Cerro Moderno. Gran parte de lo que aprendí fue gracias a esas escuelas, lo demás, lo adquirí en la práctica.

EL IDIOMA DE LAS OPORTUNIDADES

Cuenta, con sonrisa amplia, que el inglés lo ha ayudado en muchas ocasiones. La primera vez fue en la década del 40, cuando cambiaron los tranvías por ómnibus a los que les llamaban las enfermeras, porque eran blancos y tenían una raya azul. Con este suceso, los norteamericanos empezaron a venir con frecuencia a El Cerro Moderno, que poseía fama de vender un café con leche exquisito, pero como los dependientes no sabían el idioma, no los entendían.

“El encargado del local escuchaba cuando yo hablaba con los cocineros jamaicanos, por eso me preguntó si entendería a los norteamericanos y le respondí que sí.  Los atendí  e hice el pedido. Enseguida me  dijo: “Busca una camisa blanca y un lacito porque los vas a servir “́. Así pasé de la cocina al salón, como dependiente.

“Este idioma abrió muchas puertas en mi vida. En una ocasión el director de uno de los hoteles Hilton, de New York, de visita en El Cerro Moderno, me propuso trabajo por el dominio que tenía del inglés. No lo acepté porque jamás dejaría mi país.

“Las verdaderas oportunidades las tuve al triunfar la Revolución. Después de los acontecimientos del 1 de Enero de 1959, los dueños del restaurante se marcharon, y los trabajadores nos  hicimos cargo de él. Al ser nacionalizado, me convertí en el secretario del sindicato. Hacíamos guardia y todos nos volvimos milicianos, inspirados  por la idea de tener un país mejor.

“En 1961, con el ataque a Playa Girón, estuve movilizado en un pelotón de transporte. Escoltábamos los carros que llevaban petróleo para el combate. Luego, en 1966, me escogieron para participar como gastronómico en la Expo 67 que se celebraría en Canadá. Recibí durante meses una preparación en la Universidad de La Habana,  para perfeccionar el inglés, y ayudé como profesor al impartir clases a quienes tenían menos conocimientos del idioma. También colaboré en 12 zafras del pueblo y atendí a varias Brigadas Venceremos.

“El inglés fue un regalo de la vida: permitió que alcanzara nuevos horizontes. Gracias a él, tuve oportunidades que me hicieron crecer como hombre y trabajador. Hoy día trato de ayudar a todos los que quieran aprender, así agradezco el obsequio   que me hicieron”.

En 1975, cuando llevaba solamente unos meses en Alamar, le  informaron que sería traductor de un grupo de jóvenes jamaicanos, quienes estaban en Cuba para estudiar carreras técnicas y se hospedarían en su localidad.

“Esa fue mi graduación, porque yo sabía inglés, pero no era traductor. Desde el primer momento estuve día y noche con ellos. En cinco años atendí dos grupos de varones y tres de hembras. Con los muchachos tenía que hacer de todo. Organizaba sus actividades, me preocupaba por la comida, por llevarlos al médico y traducía hasta las clases que recibían. Con ellos aprendí muchísimo”.

-¿De ese período guarda

algún recuerdo especial?

Fidel, junto al presidente y ministros de Jamaica, visitaron en una ocasión la localidad, para observar el desarrollo del Plan Alamar y conocer también sobre los jóvenes de su país que estudiaban allí. Ese día  tuve la oportunidad de conversar con el Comandante… y hasta me puso su brazo en el hombro; es uno de los recuerdos más gratos de mi vida.

LA JOROBITA DEL PAÍS

Naranjo, quien lleva más de tres décadas viviendo en el municipio de Habana del Este, se siente un fiel alamareño y relata que su pedazo de tierra significa futuro, porque es donde crecerán los nuevos retoños familiares.

“Cuando llegué, todo el mundo miraba el plan Alamar con una visión de progreso. Las casas construidas resolvieron el problema de muchas personas, aquejadas de no tener viviendas. Con el paso del tiempo, algunas construcciones se han deteriorado y hay quienes se lamentan porque queda lejos del centro de la ciudad. Sin embargo, debemos recordar que es aquí  donde plantamos nuestras raíces.

“Las personas de aquí nos caracterizamos por ser alegres, entusiastas y dinámicas. Alamar es una especie de sanatorio: estamos rodeados de árboles y prácticamente vivimos dentro del mar, en la jorobita del país. Lugar más saludable no lo hay “.

Ficha técnica:

Objetivo central: Demostrar como el idioma inglés pudo influir y cambiar la vida de Orlando Naranjo.

Objetivos colaterales: Conocer por qué empieza el interés en ese idioma, lo que proporcionó a su vida y opinión de él sobre la localidad de Alamar.

Tipo de entrevista:
Por los participantes: individual.
Por su forma: mixta.
Por su contenido: de personalidad.
Por el canal que se obtuvo: vía directa.

Tipo de título: genérico.
Tipo de entrada: de retrato.
Tipo de cuerpo: mixto.
Tipo de preguntas: 1-abierta; 2-abierta.
Tipo de conclusiones: de opinión o comentario del entrevistado.

Fuentes consultadas: Orlando Naranjo Aguilar.

 

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