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Isla al Sur

OPERACIÓN CARLOTA

OPERACIÓN CARLOTA

Una negra lucumí del ingenio matancero Triunvirato, dio nombre a la participación internacionalista cubana en la gesta de Angola durante casi 16 años.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Lunes 27 de mayo de 1991. Diez de la mañana. El Cacahual viste el más solemne silencio. Antonio Maceo, Panchito Gómez Toro, Blas Roca, Juan Fajardo Vega y todos los caídos en el cumplimiento de misiones internacionalistas son los muertos inmensos que viven en la presencia de los pueblos señalándoles el camino; para ellos, la ofrenda floral de los héroes. Toque de silencio, tres salvas de artillería. La bandera cubana que llevaron a Angola en 1975 los primeros soldados internacionalistas, es entregada al Comandante en Jefe Fidel Castro. El Consejo de Estado confiere la Orden Antonio Maceo a la Misión Militar de Cuba en Angola. La Operación Carlota ha concluido.

Sobrevivirán a toda desmemoria casi 16 años de solidaridad en los que 377 033 cubanos prestaron su decisiva colaboración en defensa de ese país africano y su integridad territorial; 50 000 cubrieron una ruta de más de 11 000 kilómetros para ofrecer su aporte en labores civiles, y    2 077 abonaron la victoria con su sangre. También se sumará a ese recuerdo invencible la familia cubana que, en posición de retaguardia, asumió la heroicidad anónima y desinteresada de sus hijos.

La negra lucumí

La historia parece comenzar el 5 de  noviembre de 1843 en el ingenio matancero Triunvirato. Una negra lucumí, esclava de la dotación y de la que no se conoce día ni lugar exacto de nacimiento, protagonizó la más soberbia insurrección que se recordara hasta entonces en las tierras yumurinas.

Carlota, así se llamó, machete de trabajo en mano y junto al también lucumí Eduardo y el gangá Manuel, encabezó la rebelión contra el mayoral y sus secuaces. La casa de vivienda de los amos fue incendiada, y también parte del ingenio y de los bohíos del batey.

Angola

La geografía angolana tiene la huella indeleble de los cubanos. Dígase Cabinda, Quifangondo, Los Morros de Medunda, Cangamba, Sumbe, Ruacaná, Calueque y Cuito Cuanavale y ya se está hablando de unos 400 000 hombres y mujeres de esta Isla que simbolizaron lo más puro del internacionalismo, de una página brillante, limpia, honrosa, transparente en la historia de la solidaridad entre los pueblos, como la definió en su momento el General de Ejército Raúl Castro. 

En esas tierras azotadas por la fusta imperial de quienes no conciben libertad ni honor para los desposeídos, está inserta la victoria de dos pueblos que barrieron para siempre el mito de la indestructibilidad del ejército sudafricano y de los mercenarios, y ganaron la independencia de Angola y Namibia.

Allá estuvieron tanquistas, infantes, artilleros, tropas ingenieras, especiales, de comunicaciones, zapadores, pilotos, exploradores, personal de los servicios de retaguardia, de la defensa antiaérea, caravaneros, ingenieros, técnicos, trabajadores políticos, combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior; y también, maestros, médicos y constructores. Angola, entonces, es también nuestra historia.

Símbolo de rebeldía

Hay quienes aseguran que tras la rebelión en Triunvirato, los negros marcharon entonando cantos de guerra de su tierra, para continuar con la guía de otra esclava legendaria, Fermina, hasta los ingenios Ácana, Concepción, San Lorenzo y San Miguel, y los cafetales y fincas ganaderas de la zona sur de Cidra, llevando la libertad a las dotaciones.

Apenas unas pistolas y escopetas abandonadas por los esbirros del mayoral eran sus pertrechos. Pero acaso no fue el peor escollo para hombres y mujeres desconocedores de las mañas de la guerra. Quizás lo peor fue el arrebato por los triunfos iniciales, y con él, la pérdida de un tiempo valioso que no dejó escapar las autoridades coloniales.

En las postrimerías de 1843, en el ingenio San Rafael los alcanzó una partida de españoles, y quedaron sofocados aquellos primeros ex esclavos que levantaron su brazo para blandir el machete contra los opresores. Carlota, la negra lucumí, cayó junto con ellos.

Operación Carlota

A finales de 1975 el Alto Mando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de la República de Cuba decidió nombrar Carlota a la operación que los combatientes internacionalistas cubanos realizarían en Angola. Era el homenaje a aquellos primeros gladiadores oscuros    -como les llamó Fidel-, que se sublevaron en Matanzas e iniciaron en nuestra nación la resistencia de los esclavos.

En Angola estuvo la ayuda cubana en centros de instrucción, en batallas decisivas como las de Cabinda, Quifangondo y Cuito Cuanavale, en la lucha regular e irregular, la expulsión de las tropas enemigas hasta la frontera, la ofensiva hacia el sur, los acuerdos de entendimiento, el enfrentamiento a la contrarrevolución y a las bandas mercenarias, en la colaboración para la integración territorial, en los acuerdos que llevaron al fin del conflicto.

Y también, en proezas como la construcción del aeropuerto de Cahama en solo 70 días; en las escuelas abiertas para que letras y números no fueran meros trazos sobre un papel; en cada bata blanca que salvó una vida o hizo nacer otra en medio de las condiciones más inhóspitas.

De Angola, los cubanos no trajeron más que la entrañable amistad que une a los pueblos, el orgullo de haber colaborado por el triunfo de la independencia y la soberanía de esa nación, y la contribución a la derrota del apartheid.

En 1991, cuando el luchador Nelson Mandela visitó nuestro país, no solo agradeció al pueblo cubano su gesto heroico, sino que afirmó que sin Cuito Cuanavale, sin las tropas cubanas en el África austral, muy poco o nada hubieran avanzado las legalizaciones de las organizaciones revolucionarias en su país, la lucha del pueblo sudafricano y del ANC.

Así fue de grande la hazaña. Y desde esa perspectiva, las palabras de Raúl Castro el lunes 27 de mayo de 1991 llegan con igual fortaleza: "Angola es un hito, un jalón en la historia, que continuará inspirando la voluntad de independencia nacional y de emancipación social de los pueblos africanos (...). De esa vocación internacionalista se sentirían orgullosos los padres de nuestra nacionalidad".

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