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Isla al Sur

ORGULLO DE SER FORENSE

ORGULLO DE SER FORENSE

Las manos del doctor Héctor Soto fueron las primeras en tocar el cadáver del Guerrillero Heroico. Él atesora decenas de anécdotas acerca de su profesión.

Texto y foto:
JORGE AGUIRRE NÚÑEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

En los primeros años de la década del 80, en una sala de maternidad, una madre dio a luz gemelos, mientras otra tenía un parto sencillo. Debido a un error, uno de los hermanos fue intercambiado con el bebé del otro nacimiento. Al cabo de diez años, gracias a un encuentro fortuito, se descubrió el extremo parecido entre los niños. Entró entonces a trabajar el equipo de identificación del doctor Héctor Soto, que resolvió el desconcierto al determinar que el problema había sido un cambio de cunero.

Hoy conversamos con el ilustre hombre de ciencias, quien es uno de los antropólogos forenses más reconocidos de nuestro país. Héctor Soto nació en el mayabequense municipio de Madruga, y desde pequeño siempre se interesó por cuevas y fósiles, lo que devino en pasión profesional por la antropología.

Desde que se graduó de la Facultad de Biología, en 1975, comenzó a trabajar en el Instituto de Medicina Legal, donde se mantiene hasta la actualidad. Su labor como perito incluye la identificación tanto de cadáveres como de personas vivas, así como estudios de paternidad y determinación de la edad.

-¿Qué siente al trabajar cara

a cara con la muerte?

La muerte es solo una parte más del ciclo de vida de una persona, y alguien tiene que estudiarla.  Más allá de los miedos que normalmente rondan alrededor del tema, hay que darse cuenta que es algo tan natural como la vida misma. A todo se adapta uno, más  aún si estás enamorado de lo que haces.

Además, es necesario sobreponerse, porque nuestra labor es en extremo importante. Cuando la muerte tiene una explicación criminal, todo proceso investigativo parte de nuestros resultados.

-¿Qué considera lo más

significativo de su labor?

Uno de mis primeros casos fue la identificación de las víctimas del sabotaje al avión de Cubana de Aviación, en Barbados. En verdad, fue una experiencia contradictoria, pues por un lado sientes el entusiasmo de poner los conocimientos que recién aprendiste al servicio del país, pero cuando te enfrentas al asesinato, a la barbarie que se cometió contra aquellos deportistas, lo que sientes es una indignación muy grande.

En el año 1986, me llamaron a trabajar en Ecuador, en un caso verdaderamente brutal. Allí tuve que examinar más de 30 cuerpos de mujeres, de un total de 73 que fueron violadas y asesinadas por un psicópata sexual. Lamentablemente, sucesos como ese aún ocurren bastante a menudo en países de Latinoamérica, donde la violencia es todavía muy alta. 

Pero, no todo son hechos trágicos y asesinatos. He trabajado con los restos de grandes personalidades de nuestra historia. Siento una satisfacción muy grande con esos casos, pues la identificación de personalidades de la magnitud de Calixto García, Mariano Martí, Máximo Gómez y Simón Bolívar, obligan a ser también un poco historiador. Siempre realizamos una investigación muy profunda, lo cual hace el trabajo en extremo interesante.

-¿Cómo trabaja normalmente

un antropólogo forense?

La identificación es básicamente un proceso de comparación entre elementos que se conocen de la persona en vida y el cadáver. Los primeros elementos a comprobar son sexo, edad, raza y estatura, la llamada tetralogía identificativa.

Por ejemplo, en el caso del patriota Calixto García, cuando él trató de suicidarse para no entregarse, se disparó a sí mismo en la bóveda superior de la boca. Como no murió a causa de esto, los estomatólogos de la época le hicieron una prótesis para la zona lesionada. Junto al cuerpo apareció la prótesis, la que, junto a los demás elementos, nos dieron certeza absoluta.

-¿Qué es lo que atesora con

más celo de su vida profesional?

Una de las experiencias por la que estaré más agradecido es por haber tenido la oportunidad de trabajar en el equipo que identificó a los combatientes de la guerrilla del Che Guevara, en Bolivia, y por haber sido mis manos las primeras en tocar los restos del Guerrillero Heroico.

Pudo haber sido cualquiera, pero en ese momento era yo quien excavaba. El Che es una de las personas que más admiro y respeto, porque fue un hombre excepcional; imagínate el orgullo que sentí cuando conocimos que esos huesos que yo le había arrebatado al suelo boliviano, eran los del Comandante.

Del trabajo con la guerrilla, faltan todavía cinco de los 36 combatientes. Ahora estamos inmersos en la búsqueda de Jesús Suárez Gayol, “El Rubio”, quien murió de un balazo en la cabeza, luchando en una emboscada.

Pie de foto: Doctor Héctor Soto, orgullo del pueblo madruguero.


 

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