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Isla al Sur

ENSEÑANDO CON EL CORAZÓN

ENSEÑANDO CON EL CORAZÓN

José Julio Menéndez Llovez es un hombre que se dedica hace 42 años a educar, no solo desde su asignatura, sino como un verdadero padre para los alumnos.

Texto y foto:
ENIO ECHEZÁBAL ACOSTA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Las matemáticas pueden resultar para algunos en extremo difíciles, y en casos muy singulares, incluso traumáticas. A veces las ecuaciones, teoremas, figuras y fórmulas se enredan de tal manera que comenzamos a preguntarnos de dónde pudieron haber salido  semejantes laberintos del conocimiento, destinados a elevar nuestra temperatura cerebral y no precisamente de fiebre.

Pero para personas como José Julio Menéndez Llovez, el arte de los números es mucho más que una simple materia impartida en los distintos centros de enseñanza. Él es una especie de mago cuya varita tiene una habilidad que ni la de Merlín o Harry Potter poseen, con ella toca sutilmente a sus discípulos y justo en ese momento descubren la solución al problema que parecía imposible.

Hoy día labora en el centro de Salud y Seguridad de Trabajo, ubicado en el municipio de Arroyo Naranjo. Allí brinda su esperiencia acumulada, luego de más de 40 años de enseñanza. Sentado entre sus alumnos, respondió cada una de las preguntas con desenfado, en un tiempo que se fue rápido.

“Siempre tuve vocación para impartir clases, pero fue cuando perdí a mis abuelos que sentí la necesidad de empezar a trabajar para ayudar a mamá a mantener la casa.

“Cuando aún estaba en noveno grado se hicieron unas pruebas como parte del proceso de universalización de la enseñanza. La convocatoria era para personas que tuvieran desde nivel medio y allí vi mi oportunidad Se presentaron al principio 3 mil personas, pero solo aprobamos siete. Nos reunieron junto con los rectores de todas las facultades y el Ministro de Educación. Allí a cada quien se le dio la opción de escoger la carrera que quería y yo pedí licenciatura en Matemática.

“Me gradué en 1969 y empecé a trabajar en la escuela secundaria Juan Gualberto Gómez, del Cotorro, la misma en la que estudié. Todas las personas de quienes había aprendido cuando era estudiante se convirtieron entonces en mis compañeros de departamento. Mira si nos llevabamos bien que, al principio, como era tan joven y no recibía un salario, ellos me prestaron de su propio dinero hasta que cumplí la edad adecuada. En ese centro llegué a ser subdirector. Aprendí muchísimo, no solo a dar clases, sino a tratar con los alumnos y entenderlos para sacarles lo mejor. Fue una época maravillosa.

“Nunca olvidaré la primera clase que impartí, porque cometí un error que a la larga resultó ser muy gracioso. Estaba dando el contenido de los números binarios y se me ocurrió decir, en medio de una visita, que el prefijo BI- quería decir dos, pero que yo no tenía idea del significado del -NARIO. El regaño que recibí fue enorme”.

-¿Cómo se recuerda de estudiante?

Pésimo, era un verdadero desastre. No atendía a clases, además, pasaba todo el día haciendo trastadas en el aula y por eso salía muy mal en las pruebas. Imagínate que fui once veces a consejo disciplinario. Después, en la secundaria, aprendí a comportarme mejor, entre otras cosas, por respeto a los profesores.

-¿Qué le atrae más de la docencia?

Las distintas formas de llegar a los muchachos con un mismo contenido. Cada contenido tiene muchas aristas distintas para enseñar y es lo que me resultaba más atractivo.

-Su esposa tambien es profesora,

¿comparten métodos y experiencias?

Ambos tenemos formas muy distintas de dar las clases. Yo soy de hacer chistes y ella más seria. En cuanto la experiencia sí, intercambiamos bastante. Así somos capaces de valorar las capacidades de nuestros discípulos y llegar mejor a ellos.

-El A,B,C del buen alumno.

El interés por encima de todo. Más allá de su facilidad para aprender o no, si el muchacho hace el mejor esfuerzo, siento que mi trabajo da sus frutos. Ese es el mayor objetivo cuando les enseño, que sientan pueden lograrlo todo y que su límite es solo el propuesto por ellos mismos. Lo peor para un alumno es rendirse antes de hacer el intento por aprender.

Igual disfruto tener en el aula estudiantes que participen mucho. Eso hace que los menos habladores en clase digan para sí mismos “yo también puedo” y sientan la motivación de sumarse al grupo y no infravalorarse, algo muy negativo.

-¿Cree que el maestro, como figura social,

ha perdido prominencia? ¿Por qué?

Lo que pasa es que ahora muchos maestros no se dan a respetar. Cometen errores que dolorosa e indirectamente destruyen la reputación de quienes ejercemos la profesión. La relación con el grupo debe ser de intercambio, mucho intercambio, pero existen límites inviolables.

Ocurre, a veces, que los excesos de confianza con los educandos, llevan al profesor a caer en fallas. Nosotros debemos vernos como padres y amigos de los alumnos y, por lo tanto, estamos en el deber de darles la mano cuando transitan por una situación difícil y, sobre todo, si ello influiye en su rendimiento académico.

-¿Podría dar su opinión acerca de la

preparación actual de los estudiantes?

No es la mejor, porque los encargados de educarles carecen de la preparación suficiente y ocurre que llegan a la secundaria, al pre, e incluso a la universidad, con lagunas enormes de conocimientos. De hecho, las dificultades que presentan son comunes, lo que demuestra la generalización de la mala metodología aplicada en las escuelas. Aunque, por otra parte, se ha  mejorado en la forma de enseñarlos a prepararse para los exámenes. Es más completa y específica que cuando yo iba a la escuela.

-¿Cuándo puede afirmar que se encuentra

satisfecho con los resultados de su labor?

Me siento muy feliz cuando cada alumno logra sus objetivos y consigue superarse, ya sea aprobando con buenas notas las pruebas de ingreso a la Lenin o a la Universidad, y en el momento en el que se gradúan y son profesionales reconocidos por la profesión que ejercen. Además, es gratificante ir por la calle y encontrar alguien a quien diste clases hace mucho tiempo y te saluda y dice “profe, como aprendí con usted” o “siempre recuerdo sus clases con cariño.

Solícito a ayudar, con una perenne y enorme sonrisa en el rostro, el profe se despidió con un consejo. Con el propósito de ser usado como un axioma en la vida, sus palabras fueron: “El empeño en todo lo que se haga es fundamental. Si no hay esfuerzo, aunque el deseo sea enorme, nada sucederá, pues las cosas no saldrán por sí solas. La llave de nuestro futuro está en nuestras manos”.    

Pie de foto: El profe José Julio Menéndez Llovez cada día transmite conocimientos a las nuevas generaciones, un verdadero ejemplo de amor a la enseñanza.

Ficha técnica:

Objetivo Central: Ofrecer una parte interesante de la vida y la profesión del entrevistado.

Objetivo colateral: Aprender sobre el método de enseñanza de un profesional del magisterio. 

Tipo de entrevista:
Por los participantes. Individual.  
Por su forma. Clásica.
Por su contenido. De personalidad.
Por el canal que se obtuvo. Personal.

Tipo de título. Con relación al entrevistado.
Tipo de entrada. Original.
Tipo de cuerpo. Clásico.
Tipo de preguntas. 1- abierta 2- abierta 3- abierta 4- cerrada 5- abierta 6- cerrada 7- abierta  8- abierta 9- abierta   
Tipo de cierre. De opinión o comentario (del entrevistado).
Tipo de fuentes. Primarias, tradicionales, no documental.

 

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