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Isla al Sur

LAS PASIONES DE MI VIDA

LAS PASIONES DE MI VIDA

Francisco Vidal Rodríguez, primer maquinista de la Flota Mercante Cubana, declara que su vida se divide entre tierra y mar.

Texto y foto:
YUNIOR SMITH RODRÍGUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Un fuerte viento hincha las velas, el sol brilla en su cenit, las gaviotas revolotean en derredor y el olor a sal que trae la brisa provoca una sensación de paz. Todo está listo. De pronto, un hombre espigado, gancho en mano, pata de palo y cotorra al hombro, da la orden esperada: ¡Leven anclas!... Las palabras hacen funcionar un equipo de marinos que añoran el momento de zarpar a lo desconocido y dejarse llevar por la aventura y el azar.

Hoy los barcos no son guiados por velas ni capitanes con patas de palo y los motivos al salir de puerto están muy lejos de la aventura o la búsqueda de tesoro; pero hay hombres como Francisco Vidal Rodríguez que aún aman subir a ellos y entregarle su vida y esfuerzo a una profesión llena de encantos: la marina mercante.

Vidal, primer maquinista de la Flota cubana, trabajador de la compañía Boludo y residente del capitalino municipio de Habana del Este, nos llevará en un viaje desde sus inicios, hasta las historias más personales de la vida en el mar.

Primeros pasos

«De niño quería ser diplomático y representar a mi país ante el mundo. Pero como mi papá también es marinero, pasaba mucho tiempo en los barcos, acompañándolo. Prácticamente, aprendí a caminar allí. Dicen mis padres que antes de decir “papá” o “mamá”, ya estaba balbuceando la palabra “barco”.

»El ejemplo del viejo influyó en mí, como es lógico. Sin embargo, cuando comencé a decir que iba a representar a mi país, sí, pero como marinero, él no estuvo totalmente de acuerdo, alegando lo difícil y abnegada de la profesión. Mas, como la vocación había nacido, ambos aceptaron.

»Entonces, ingresé en el politécnico a estudiar mecánica naval y me gradué. Intenté entrar en la Academia y no pude  por padecer de asma. Continué en busca de  mi propósito por otras vías y opté por un curso de oficiales para especialistas técnicos en electromecánica de la Marina de Guerra. Mas tarde, hice la carrera de Ingeniería en Mecánica Naval.»

Aptitudes físicas

«Para ser marinero hay que estar apto física y mentalmente. Un barco es una industria y cualquier enfermedad desconocida puede constituir un riesgo para la vida. Por eso, ante cada viaje, se realizan exámenes médicos rigurosos, sobre todo, a los que pasan de 40 años. Estos análisis son imprescindibles para conocer el estado de salud de los tripulantes y porque prevén accidentes.»

-¿Tuvo alguna experiencia en

la que sintió peligrar su vida?

«Hubo dos momentos en los que pensé que “la pelona” venía por mí. Una, viajando para China desde España; la otra, en las Islas Hawai. La primera, fue una negligencia técnica de la compañía: reventó una caldera que, según el jefe de máquina, había sido reparada en España. En la segunda ocasión, me metí en un remolcador de altura que estaba desgasificado y casi me asfixio.

»No obstante, cuando uno va a montar en un barco no piensa en los riesgos, porque si lo hace, se predispone y no monta. El mar ciertamente es traicionero y de noche no te ves ni la palma de las manos. Por eso, se viaja con entretenimiento para tener la mente despejada. Pero, como el riesgo está en todas partes, recibimos entrenamiento para zafarranchos de todo tipo, desde hombre al agua, pérdida de gobierno del barco, incendio; hasta abandono del buque, en el peor de los casos. En cualquiera de esas eventualidades cada quién sabe qué hacer y qué posición ocupar.»

-Su profesión implica estar largos períodos

lejos de casa, ¿cómo afronta esa situación?

«Si se está separado de la familia y del país, la nostalgia hace presión en el trabajo. Constantemente tengo que concentrarme bien en lo que estoy haciendo para no pensar en casa o en mis hijas. Eso sin contar que cuando se lleva varios meses lejos, solamente al ver la bandera u oír una canción cubana, hay que contenerse para no llorar.

»Por otra parte, está el temor de que pase algo en la casa mientras estoy ausente. La compañía para la que trabajo solo  avisa en caso de presentarse alguna situación con esposa, hijos, madre o padre, dejando fuera abuelos, hermanos…, ¡y tú sabes lo familiares que somos los cubanos!

«Además, a mi esposa no le gusta que esté tanto tiempo lejos. Sé lo difícil que es para ella, no solo por la distancia entre nosotros, sino porque ha tenido que enfrentarse a problemas familiares y enfermedades de las niñas sin mi compañía. Reconozco que mucho de lo que he podido hacer, ha sido gracias a su ayuda y comprensión».

-Se dice que los marineros dejan,

en cada puerto, una historia de amor,

¿cuánto de cierto hay en esa frase?

«Eso es una leyenda. Los tiempos han cambiado y nadie se ilusiona con el mito de que los cubanos somos puro fuego y fiesta. Por mi parte, siempre pienso en lo que pongo en riesgo: el amor de mi esposa, el respeto de mis hijas y el peligro de contraer una enfermedad.

-¿Le han invitado a quedarse en algún país?

«Sí, pero no específicamente las mujeres, sino los ladrones de cerebros. Ellos han hecho propuestas. Pero mi respuesta ha sido siempre negativa por la traición que esto representa a mi país y a mis principios.

»A veces, la compañía nos pone a viajar con extranjeros. La mayor parte de ellos son excelentes personas. Pero hay algunos que se ponen a decir frases picanticas de política y he tenido que pararlos. ¡Imagínate! Yo soy cubano sobre todas las cosas y no acepto que nadie venga a hablarme mal de la Revolución.

»Y no creo haber hecho ninguna heroicidad. Esa es la actitud que se espera de un cubano identificado con el proceso que vive nuestro país hoy, lo que se espera de un militante del Partido o simplemente de cualquiera de las personas que nacieron y se forjaron como profesionales en medio de la Revolución. Mal agradecido sería si le diera la espalda a esa realidad y me fuera detrás de los famosos cantos de sirena, traicionando el país que me hizo ser lo que soy.»

-¿Tierra o mar?

«Creo que es imposible escoger. En tierra, añoro terriblemente el mar; en el mar, no hago más que pensar en la tierra. Mi existencia  se divide en dos mundos, dos pasiones: la tierra, mi casa, mi familia; y el mar o mejor, lo que él representa en mi vida: la realización profesional».

Pie de foto: Francisco Vidal Rodríguez, primer maquinista de la Flota Mercante Cubana.

Ficha Técnica:

Objetivo Central: Realizar un acercamiento a la vida profesional de Francisco Vidal Rodríguez.

Objetivos Colaterales: Conocer cómo afronta él y su familia la lejanía ante cada viaje. Destacar la labor de los marineros mercantes y su esfuerzo para realizar satisfactoriamente su trabajo.

Tipo de entrevista:

Por los participantes: Individual.

Por su forma: Mixta.

Por su contenido: De retrato.

Por el canal que se obtuvo: Cara a cara.

Tipo de título: Llamativo.

Tipo de entrada: Imaginativa.

Tipo de cuerpo: Mixto.

Tipo de conclusión: De opinión o comentario del entrevistado.

Tipo de fuentes: Primaria (No documental)


 

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