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Isla al Sur

LA TAREA ESCOLAR

LA TAREA ESCOLAR

A propósito del inicio del curso, la vieja preocupación familiar de cómo enfrentar las actividades extraescolares de los estudiantes.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

El comentario de una madre y de una abuela vecinas apuntan hacia la misma preocupación: la tarea escolar de los niños de la enseñanza primaria. Y tres opiniones diversas: una, que es excesiva; otra, que la cantidad de investigaciones pedidas recargan a los padres, quienes se vuelven "buscadores" de respuestas.

El tercer juicio valora el beneficio que reporta esa labor independiente, la cual permite al estudiante ahondar en los conocimientos, sin desestimar la ayuda de la familia como factor importante de su aprendizaje. Incluso, existe otro cuestionamiento: por qué no realizar los deberes en la propia escuela.

Cada planteamiento me lleva muchos años atrás, cuando "la hora de la tarea" era sagrada dentro del horario habitual de la casa. Podía tener el mayor compromiso informativo, el deseo de ver la última película, o la comida a medio hacer, pero ahí estaba un par de ojos inquisidores esperando para aclarar una duda, revisar la ortografía y la gramática, y hasta alguna ecuación de esas que primero tenía yo misma que aprender, previa consulta a la maestra.

Sin ánimos de ofrecer recetas, pero no recuerdo haber escrito una composición, ni resuelto una fórmula. Eso sí, puse en manos de mi pequeña una adecuada bibliografía, revisé y orienté. Inculqué de buena fe que las respuestas que personalmente se encuentran son las que más satisfacen.

Usted puede afiliarse a cualquier variante, según su experiencia. No siempre tenemos los conocimientos necesarios para orientar a los hijos, y por eso en este trabajo trato de no imponer un criterio, sino de razonar acerca de qué estamos haciendo desde nuestras casas a favor del aprendizaje verdadero del niño, razón primera de la educación cubana.

Partamos de una referencia breve: según estudios del Instituto Central de Ciencias Pedagógicas, la capacidad intelectual de nuestros pequeños permite elevar aún más su aprendizaje.

Y criterios autorizados de directivos de la educación cubana aseveran que nos acercamos cada vez más a una educación familiar que permite, dentro de la estrategia del aprendizaje, enseñar al padre y a la madre a que asistan a las reuniones para conocer los saberes reales de sus hijos y, en esa medida, recibir de los docentes apoyo y consejos.

Uno de los argumentos es que la tarea es una responsabilidad de los padres, de la familia, y quienes no sepan cómo enfrentarla deben buscar la orientación de la escuela. ¿Esta valoración pone a los padres ante la decisión de ser quienes realicen la tarea?: No  hablan los especialistas de que sean los adultos quienes la efectúen, sino que colaboren para que los estudiantes aprendan a valerse por sí mismos.

Si la familia asume la interpretación, estamos en lo que se define como riesgo de irresponsabilidad paterna, no de la escuela. Otro punto de vista es que resulta muy cómodo que el niño llegue a la casa con la tarea cumplida, cercenando así la posibilidad de desarrollar sus hábitos de estudio.

Entonces, la familia tiene la responsabilidad de asegurar que el estudiante cumpla con sus deberes escolares en el hogar, deberes a los que ella se integra; y cuando no está preparada, se acerca a los planteles docentes en busca de orientación.

Los maestros tienen también su parte de responsabilidad. Un docente conoce muy bien el lenguaje de sus alumnos, sus habilidades manuales, su avance o no en cualquiera de las materias que recibe. Aceptar palabras que sabe no son de los pequeños, dibujos y maquetas cuyas destrezas en el acabado no se corresponden con sus edades, descripciones en las que señorean palabras de los adultos, es una manera de "compadrear" con el engaño, la deshonestidad, y echar por tierra el aprendizaje enriquecedor que propone la escuela cubana.

Según directrices emanadas del Ministerio de Educación, la escuela tiene la responsabilidad de dominar el diagnóstico de cada uno de los alumnos y adecuar las tareas a sus diferencias individuales; de igual manera cuenta con la caracterización de las familias para ofrecer atención de acuerdo con las posibilidades de ellas. ¿Pero se cumplen estos niveles de diversificación? ¿O todas las tareas son idénticas? Un examen a conciencia a fondo puede darnos como respuesta que la mayoría de las veces la raya se hace a la misma altura para todos.

Dejar este tipo de actividades para el hogar posee la ventaja de que los padres se enteren de aspectos tan importantes de la vida escolar de sus hijos como pueden ser la calidad de las clases que reciben, el avance de los pequeños en el conocimiento, su desarrollo integral. No podemos olvidar que la educación es una tarea compartida entre la familia y la escuela. Compartida, no asumida en su integralidad, no como competencia entre adultos para satisfacer necesidades de egos ajenos a los niños.

Y agrego: si desde edades tempranas no enseñamos a nuestros hijos a pensar, a investigar, a dar respuestas por sí mismos en el amplio espectro del saber, los estamos condenando a que, en estudios más avanzados, se pierdan en la comprensión de determinadas materias al no haberlos preparado para la interpretación necesaria del conocimiento.

Algo más: el 100, máxima nota escolar, no puede ser el trofeo ganado en una suerte de competencia numérica. Ha de ser resultado del esfuerzo y trabajo personal. Tal vez la sugerencia sea enseñar a nuestros hijos a pensar, a analizar, a interpretar, de manera que lleguen por sí mismos al conocimiento profundo y propio.   

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