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Isla al Sur

LA TIERRA, ESE ELEVADOR NUESTRO

LA TIERRA, ESE ELEVADOR NUESTRO

ALBERTO CABRERA TOPPIN,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

El ser humano ha convertido a la Tierra en una especie de elevador inmenso. Suena extraño, pero es real. Todo, o casi todo –para no ser absoluto– está sujeto al régimen “subir o bajar”.

Mucho han olvidado que existió una época donde la naturaleza, en un único conjunto, era el ser de inteligencia superior. En ese entonces, nuestros ancestros y el resto de la fauna, junto a la flora, estaban sumidos a sus decisiones, que no eran desacertadas en absoluto. Que las hojas de los árboles cayeran no era un desperdicio, sino abono; la fotosíntesis del reino vegetal cargaba de oxígeno la atmósfera; el ciclo del agua llevaba el líquido vital de lugares en los que abundaba a sitios secos… Parecía reinar un equilibro perfecto.

Sin embargo, desde su llegada el homo sapiens destruye – tal vez involuntariamente- tal armonía, y en la actualidad no parece su propósito el detenerse.

Una mirada al contexto internacional lo reafirma, y en especial la situación con el precio del petróleo. Según los sitios digitales repsol.com y Wikipeda, el Medio Oriente califica como la región de mayores reservas mundiales de crudo (48 por ciento del total) y la de mayor producción con más de un tercio, aunque Venezuela es el país más rico en oro negro (superior a 300 mil millones de barriles). No obstante, Asia se yergue como la zona donde más se consume, y Estados Unidos, la nación que más lo consume e importa.

Puede decirse que ningún otro recuro natural tiene tanta volatilidad en cuanto a la relación precio-demanda. En un solo segundo, la tarifa puede variar un dólar o incluso más. Esto se debe, a decir de expertos, “a la disposición de la resera y al mercado”.

Pero nadie repara en que no existen mecanismos que regulen la venta del crudo desde lo años setenta del pasado siglo, cuando la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) decidió no establecer un precio fijo, aunque, según han confirmado sus voceros, sí regula la producción de los países miembro de modo que no exista competencia.

Mientras las naciones disputan cuánto petróleo vender, las reservas continúan agotándose, por lo que se ha hecho una alternativa casi obligatoria el remitirse a otras fuentes de energía, algunas mucho menos saludable para el medio ambiente. Así es como el petróleo y el gas de esquisto han entrado al mercado en esta década, pues se han encontrado vías menos costosas para extraer el recurso, a pesar de que en el proceso pudiera ser contaminado el subsuelo de forma irremediable. Al parecer, Australia ha debutado con una reserva recién encontrada de 233 mil millones de barriles que pudiera montar en el ascensor la cotización de este producto, pero en sentido descendente.

Por el momento, la energía parece estar en el centro de atención de las potencias industrializadas, cuando las emisiones de gases de efecto invernadero producto de la combustión de gasolina y otro semejantes son la causa fundamental del deshielo de los glaciares en todo el mundo. Casualmente, esa agua congelada representa el 1,6 por ciento de los recursos hidráulicos totales del planeta, un dato que de seguro se tomará en cuenta dentro de 50 años si  continúa el ritmo del consumo actual.

Asimismo, pasa inadvertida la creciente salinización del mayor acuífero del mundo, el Guaraní, cuyos 50 mil kilómetros cúbicos de agua podría abastecer a la población mundial por un período de dos siglos, a decir de varios sitios en Internet.

Resulta curioso, además, que la tecnología para obtener electricidad por la vía más sostenible no marche a la misma velocidad que lo hacen las telecomunicaciones. En apenas diez años, el avance tecnológico de equipos portátiles de telefonía y otros no ha sido compatible con el desarrollo de paneles solares y parques eólicos, cuyo aporte a la generación eléctrica mundial continúa estando muy por debajo de otras fuentes como la nuclear, a pesar de la renovación constante de la luz solar y la energía motriz del viento, las corrientes marinas, las mareas y los ríos.

A la par de este panorama ambiental, suben constantemente el número de víctimas por atentados bélicos y terroristas, la cifra de fallecidos por hambre, las personas que no tienen acceso a agua potable, educación, salud… También está en constante ascenso la temperatura global y las especies en peligro de extinción, y al parecer nada cambará por el momento. El elevador que construimos parece no detenerse. Veremos cuando ya no haya hacia dónde subir.

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