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Isla al Sur

YO “FRAUDO”, TÚ “FRAUDAS”, ÉL “FRAUDA”, ¿HASTA CUÁNDO “FRAUDAMOS”?

YO “FRAUDO”, TÚ “FRAUDAS”, ÉL “FRAUDA”, ¿HASTA CUÁNDO “FRAUDAMOS”?

La deshonestidad hoy día es uno de los elementos determinantes que conducen al deterioro de la calidad de la educación universitaria.

LAM NGUYEN THANH,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Dos estudiantes salen del aula después la Examen de Ingreso, en lugar de consultarse: “¿Cómo saliste?, ¿lo hiciste bien?, ¿cómo es la repuesta para las preguntas?”, se preguntan “¿Pudiste copiar de tu amigos?, ¿es tratable el cuidador de tu aula?, ¿te deja usar chivos?”. El fraude en el estudio ya no es un tema tan novedoso para la opinión pública, pero su manifestación es cada vez más obvia. Especialmente en la educación universitaria, tal vez, este problema no surge en tiempo académico sino desde los años de los niveles escolares anteriores.

Dice un chiste entre los jóvenes que la deshonestidad apareció muy temprano en la historia humana, casi en el mismo momento del nacimiento de escuela. Por eso, se hace un fenómeno cotidiano, un asunto tradicional e inevitable. Varios estudiantes hoy día no se dan cuenta de que el plagio y la colaboración en examen también son fraudulentos. Copian y pegan los textos de Internet sin indicar la fuente (y en realidad no lo usan como un fuente sino como lo que elaboran ellos mismo) y lo defienden porque es solo una parte de su “investigación profesional”.

Lamentablemente, conocemos estudiantes que aún no se sienten mal al hacer esto, sino que lo consideran una acción justa por la razón de que “todos a mi alrededor lo hacen”. Piensan que serían injustamente “desventajados”. Es irónico, pero de hecho, a veces quienes cometen fraude alcanzan mejor nota que los honestos. 

El escándalo develado en este febrero sobre el fraude en el examen de más de 1 200 alumnos de la universidad mejor del mundo, Havard, de Estados Unidos, prueba una verdad que no solo son los estudiantes de poca habilidad los que lo cometen, sino que los que “tienen la chispa encendida” también lo realizan para alcanzar la mejor nota. Esta vergonzosa manera se considera por muchos jóvenes una forma para conseguir su ámbito futuro.

Por muy legítimos que se asuman los objetivos de los estudiantes al realizar esta acción, es innegable que la deshonestidad en cualquier dominio es censurable. Si se quiere el cinco para el examen, ¿por qué no afincar en el estudio? El fraude en la prueba no es menos mal que la acción de robar. Y ¡qué lástima si la Universidad hoy día solo fuese un lugar donde se educaran ladrones!

Sin embargo, hay que mencionar que este mal hábito se establece desde los años anteriores de escuela, cuando los jóvenes siempre están sometidos a la presión de obtener buena nota, ir a la Universidad y complacer a sus padres. Aquí, una parte de la culpa pertenece a la familia. Además, la reutilización de las preguntas para examen de parte de los profesores, años por años, también es una condición favorable para este vicio. Una de las causas determinantes es que la sociedad contemporánea hace mucho caso al título académico y casi ignora la habilidad verdadera.

El fraude en el estudio es una enfermedad mundial, es grave, pero no significa que no haya tratamiento. Preguntémonos primero, los estudiantes de la Universidad: ¿estamos listos para coger una tres honrado o todavía añoramos un cinco fraudulento?

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