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Isla al Sur

LOS MEJORES DESNUDOS DE SERVANDO CABRERA

LOS MEJORES DESNUDOS DE SERVANDO CABRERA

ZULEMA SAMUEL DEL SOL,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Los torsos desnudos danzan por los pasillos del Museo Biblioteca Servando Cabrera, de La Habana. Sus curvas se desdibujan entre espectros azules, rojos, claros, marcando paredes, ventanas y nubes. Vestidos de milicianos, guajiros, disfrazados de hombres y mujeres, cargan la esencia desnuda, la Isla encerrada en la Isla mayor, otro tipo de libertad que costó entender.

Los cuerpos transparentes se funden en lo impreciso, el espectador no puede afirmar si observa parejas en cómplice abrazo o una persona retorciéndose en la soledad. Resulta curioso cómo la piel pierde los colores en el cuadro y traslúcida muestra la sexualidad humana o los paisajes cubanos de fondo. Los músculos voluptuosos varoniles y las curvas sensuales, femeninas, semejan los vidrios azules de volumétricas botellas humanas.

Pueden cambiar los tiempos, los museos, el público, los críticos, la Isla, pero nunca los torsos. Ellos, como el primer día, aún en sus camisas blancas de almidón plisado, sus grados de comandante, sus botones, sus boinas de una estrella, dejan entrever la desnudez en los ojos, el brillo erótico de los rasgos, las cejas tupidas, la sonrisa de aquellas pequeñas victorias del arte.

Con Servando Cabrera los mejores desnudos son los del alma. Los mejores y los únicos. Al final todos los torsos están desnudos, en ese mundo cromático todos estamos desnudos. Para él, Cuba es un torso gigantesco que le mostraba cada día una nueva desnudez, es lo contrario a una pose, es el pueblo, los raíles, el trabajo, es la caña desnuda en un quinquenio de majas vestidas.

Su creador, Servando Cabrera Moreno (1923-1981), artista de la  plástica, cubano vinculado a movimientos como el cubismo, expresionismo y exponente de corrientes de la abstracción y el erotismo, mantuvo una obra tan variada como la época en que se conformó. Desde su primera exposición, dos años después de haberse graduado de la Escuela San Alejandro, en 1942, el pintor comienza a destacar dentro del arte contemporáneo, según las críticas y resúmenes de la prensa, atesorados en el Museo Biblioteca que lleva su nombre desde el 2009.

Después de diversos viajes por Europa y Estados Unidos su virtuosismo se fue acrecentando, las técnicas fueron cada vez más variadas y las influencias le llegaban de diversos frentes: Piccaso, Joan Miró, Henri Mattise, Willem de Kooning, entre otros.

Los cuadros de Servando sin desvirtuarse de la realidad cubana, de la expresión vívida de la nacionalidad, empezaban a beber de otras fuentes, hasta llegar el momento en que el realismo tangible de las Tropas Milicianas, se unió la subjetividad y las formas disgregadas en el misterio de Homenaje a la Soledad.

En medio del realismo plástico, del pop art insurgente, del socialismo en ciernes, la Cuba en ofensiva revolucionaria, después de Los carboneros del Mégano, de sus retratos del pueblo cubano y sus oficios en la primera década de la Revolución, Cabrera Moreno presentó los torsos desnudos, bruscos a primera vista, sensibles al trazo, atrayentes hasta el último momento.

Se desconoce si aquellos torsos desnudos son fruto de sus años académicos, de las influencias de las corrientes artísticas precedentes o de los viajes. No se puede asegurar si estuvieron desde un inicio o fueron insertados abruptamente tras alguna develación, o si en toda su obra tienen una representación mayoritaria, esos torsos desnudos. Pero con Servando la estadística es inútil, él, como todo su arte, solo responde al asombro.

 

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