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Isla al Sur

PAZ DOS VECES EN LA HABANA

PAZ DOS VECES EN LA HABANA

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ         

Como un puñetazo de glorias y olvidos al estilo de cualquier letra tanguera, Buenos Aires exhibe la rotundez de rascacielos, la anchura infinita de arterias ferroviarias, viales y aéreas, hoteles de alucinación, galerías comerciales, refinerías de petróleo, plantas de montaje de vehículos, bancos, universidades, edificios, cuarenta y ocho teatros, ochenta y un museos, cincuenta y siete bibliotecas y noventa y ocho cines, en una convivencia tácita e inequívoca con barrios de martirios, apartamentos de sol prestado y gentes que sobreviven al agobio apenas con el mate redentor y respirando el sopor de una urbe bautizada por el Río de la Plata y su sueño de Atlántico en fuga. Un hombre de paz nació en esa capital de visos europeos asentada en tierras latinas.

Chimel es casi nada en la geografía centroamericana. Un punto inadvertido y remoto. Apenas un espacio en el Uspatán guatemalteco. Uno entre tantos pobladitos de origen maya-quiché en la tierra del quetzal de múltiples coloraciones, de montañas con presagios volcánicos, de tierras altas y fértiles donde la agricultura es bendición maldita para estirpes de vientres consumidos, la ganadería escogimiento sin disyuntivas y la artesanía textil oficio aprendido entre viejas de sonrisa triste. Los niños llegan bienvenidos o no en una contribución natal pródiga, y las miradas se les van raudas hacia la adultez entre juegos de barro y agua, mientras el horizonte es una línea intangible y misteriosa. Una mujer de paz nació en esa aldea remota.

Un hombre y una mujer llegaron a La Habana

La Habana se vistió de paz por dos veces en este año 2000 que se escapa.

Adolfo Pérez Esquivel, pacifista argentino, Premio Nobel de 1980, llegó primero. Rigoberta Menchú Tum, indígena guatemalteca, Premio Nobel de 1992, lo hizo después, en el apremio de un milenio que cierra.

Un hombre y una mujer confesaron asumir la condición de Premio Nobel de la Paz en nombre de todos los pueblos de América Latina, de aquellos que luchan y tratan de construir un mundo mejor.

Pérez Esquivel

“El mundo avanza de forma precipitada en temas tecnológicos y científicos, pero el lado negativo está en los procesos de aculturización, de masificación y de globalización de la pobreza y la exclusión social.

“Lo importante es fortalecer la identidad de vida de los pueblos, de sus culturas y raíces. Ser pueblo no significa juntar gentes, significa tener una identidad. La sobrevivencia parte de la historia, la historia es memoria de la vida, y en esa memoria de la vida de nuestros pueblos es de donde tenemos que beber y nutrirnos para construir”.

Rigoberta

“Dejar huérfanos a los estados de sus propios recursos,  coincido que es un riesgo tremendo del futuro. Se ha enriquecido más a sectores selectos y a otros nuevos que participan de la globalización, mucha de la cual es desleal y no respeta en lo más mínimo las normas nacionales.

“Creo también que la cultura se está vendiendo para que la juventud adopte cualquier cosa como parte de su identidad y socava los valores de la pertenencia nacional, étnica, cultural, que han sido como un muro muy fuerte para resguardar en sí sabidurías, conocimientos, ciencias. Eso se da muy especialmente en el caso de los pueblos indígenas”.

Pérez Esquivel

“Para América Latina y el Caribe prefiero hablar de integración porque nuestro continente no lo está. La integración permite el respeto de las identidades, de las raíces culturales, de la propia vida de nuestros pueblos”.

Rigoberta

“Hay que tener una agenda común sobre los problemas más candentes y, sobre todo, para iniciar un nuevo milenio de paz para el futuro. Eso es lo que yo apoyo a nivel latinoamericano, centroamericano y caribeño”.

Pérez Esquivel

“Cuba es como una luz de esperanza en el continente porque tuvo el coraje de resistir, de mantenerse con muchas dificultades y dar un ejemplo de voluntad popular frente a la agresión. Soportar 40 años de bloqueo habla de muchas cosas. Cuba es una luz de esperanza, un ejemplo y un testimonio de compromiso de dignidad”.

Rigoberta

“Creo que su país entró como los grandes que cruzan el milenio con una real afirmación de sus valores de autodeterminación y de defensa a la identidad”.

Pérez Esquivel

“Únicamente nuestros pueblos van a sobrevivir y enfrentar los desafíos del próximo milenio si tenemos claridad política, social, pero fundamentalmente solidaria, de saber apelar por una causa y una vida común. Asumamos el coraje de mirar hacia adentro, de ver en nuestras propias fuentes y desde ahí construir. Un hombre y una mujer son libres como los pájaros cuando vuelan y un hombre y una mujer son libres cuando viven en plenitud y eso es lo que debemos descubrir”.

Rigoberta

“Estamos atravesando un fin de milenio profundamente rico, que tiene acumulado las riquezas de la inteligencia humana, de los recursos naturales. No es pobre. Pero también, tiene tantas incoherencias que vamos al otro extremo, pues es igualmente un fin de milenio de carencias y desigualdades.

“Hay tantos cabos sueltos en esta globalización, que en algún momento pueden hacer chispas y llevar a riesgo real la supervivencia humana”.

Un hombre y una mujer de paz estuvieron en Cuba. El hombre invoca a Tupac Amaru para, como el caudillo, convocar a luchar para que no nos roben las mieles de nuestros panales. La mujer dice que “el tesoro más grande que tengo en la vida es la capacidad de soñar. En los momentos más difíciles, en las situaciones más duras y complejas he sido capaz de soñar con un futuro más hermoso”.

(2000)

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