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Isla al Sur

LOS OJOS DEL CORAZÓN

LOS OJOS DEL CORAZÓN

ARLET CASTILLO GONZÁLEZ,
estudiante  de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Con extrema delicadeza y simulando a través de sus brazos el suave movimiento de una  ola,  saludó a su público desde el primer balcón del teatro. Allí estaba, elegante como siempre, lucía un  sobrio traje rojo que complementaba el habitual pañuelo de la cabeza. Su presencia transformó el sosiego de la sala. Todos de pie  aplaudían emocionados al tiempo que voces unísonas gritaban “¡Alicia, Alicia!” No era un sueño, realmente era Alicia Alonso, quien esa noche acudía al Teatro Nacional para presenciar la puesta en escena del ballet Don Quijote.

Una melodía de instrumentos de viento dio la bienvenida al reconocido Ballet Nacional de Cuba. Alicia, desde su asiento, observaba, pero esta vez con otros ojos, los del corazón. Así sentía cada movimiento e imaginaba la escenografía, el vestuario y a todo su público acaparado por la exquisitez de la compañía. Perfección y entrega acompañaban más que nunca al elenco porque esa noche bailaban para su paradigma, para la gran maestra.

Y allí sobresalía la joven Viensaig, impecable en sus movimientos, como si Alicia reencarnara en ella. Parecía volar con cada salto cuan ave libre en el mundo. “Ella va a llegar lejos, va a ser grande”, comentaba una espectadora impresionada por la destreza de la bailarina.

Se trataba  de una velada mágica, de esas que se vuelven indelebles en el imaginario de quien la presencia. El final ya todos lo esperaban. De la mano de Viensaig la gran Alicia salió al escenario, sin dudas, el momento culminante de la noche.

La estrella saludó una vez más al público. Al verla, comprendí que no había criterio más acertado que el de  Dulce Maria Loynaz para calificarla: “Una luz que se mueve, leve, ondulosa y casi traslúcida”.

Y es que su grandeza no solo radica en los éxitos profesionales y el talento innato que posee para la danza. Alicia demostró con su presencia que el ballet es más que destreza y juventud, es una fuerte pasión capaz de sobreponerse a los años y que aún con los ojos del corazón se puede apreciar y sentir.

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