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Isla al Sur

“NO HE PERDIDO EL TIEMPO”

“NO HE PERDIDO EL TIEMPO”

CLAUDIA DOMÍNGUEZ VÁZQUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Fotos: Autora y cortesía del entrevistado.    

Al subir el elevador hasta el décimo piso, pensé que encontraría un ambiente intimidante, típico de una familia acostumbrada a las reuniones y de un hombre que ha sido dirigente toda la vida. Cuando toqué a la puerta del apartamento abrió una señora sonriente. ‹‹¿Tú eres la periodista? Pasa, muchacha, que te estábamos esperando››, indicó. Entré como quien atraviesa un campo de minas.

‹‹Espera un momento que estoy colando café››, me dijo la misma mujer, quien se identificó como Matilde, esposa de Pedro Pablo Villegas Castellanos, el hombre de la limpia del Escambray, el miliciano, el constructor, el delegado, el padre y abuelo: el centro de este reportaje.

Acomodado en la mesa del comedor, con una muralla hecha de papeles, Villegas me invitó a sentar, insistió en que lo llamara así porque casi nadie lo conocía por Pedro Pablo. Cuando encendí la grabadora, aquel señor que tanto impresionaba por su seriedad, gritó: ‹‹Mira, Matilde, cuando a mí me entrevistaban para Trabajadores no tenían esas cosas tan modernas de hoy en día, pero no te preocupes, muchacha –giró hacia mí-, lo que oirás aquí no es nada del otro mundo››.

Quizás fue una bienvenida tan calurosa lo que me llevó a sentirme cómoda al preguntar sobre su infancia y familiares, e indagar sobre el pasado de este hombre, sus respuestas llegaron con vastos datos de aquellos años lejanos en el calendario e importantes para definir el carácter de Pedro Pablo, como él mismo aseguró.

La hermana, Magalys Villegas Castellanos, quien también estaba en la casa con motivo de mi visita, cuenta: ‹‹Abuelo trabajaba para la empresa eléctrica y tenía muy buen salario, también cobraba un retiro de la policía, con eso y con lo que ganaba papá, teníamos muchos juguetes y nunca nos faltaron ropas, zapatos y comida en la mesa. Mi hermano y yo tuvimos una niñez bastante feliz, teníamos una situación bastante acomodada.

‹‹En las navidades, mamá ponía el nacimiento de Jesús en la sala de la casa, y no faltaban pelotas, pistolas de plástico, guantes, pero yo siempre quise una bicicleta; en aquella época, años cuarenta y principios de los cincuenta, costaba 110 pesos, si lo comparabas con el salario de un médico que no tuviese una clínica particular que ganaba entre 115 y 125 pesos, era muy cara››, recuerda el menor de los Castellanos.

Aparta los informes del núcleo zonal que estaba redactando y tras un sorbito de café era menos la distancia entre el ayer y mis preguntas. ‹‹Estudiamos en una escuela particular hasta sexto grado, cuando muere abuelo, la pensión que recibíamos no alcanzaba para mucho y el salario de papá dependía de la temporada y de las ventas; por ejemplo, en el verano cobraba muy bien porque era un tiempo en que vendía mucho, pero en el invierno casi siempre teníamos que empeñar todas las prendas de la casa para poder sobrevivir, por eso la secundaria la pasamos en una escuela pública››.

En la escuela de comercio continuó sus estudios y aunque nunca ejerció la profesión, fue allí donde vivenció las huelgas en contra de Batista; hasta participó en algunas cuando todo el colegio se tiraba a las calles y las sillas de hierro volaban al techo de la patrulla que vigilaba el centro; sin embargo, dice que antes del primero de enero de 1959 no se vinculó con el movimiento revolucionario: ‹‹No fue porque no simpatizara con las ideas, te confieso que sentía miedo››.Tenía 16 años.

‹‹Cuando regresaba a las once de la noche de la escuela, los policías me seguían a veces hasta la casa y los oía hablar de si me detenían o no. En ese momento la persecución a los jóvenes vinculados con la clandestinidad era enorme y había que tener mucho cuidado, desaparecían los muchachos y los encontraban días después muertos en las esquinas››, rememora Villegas.

Recuerda también: ‹‹El primero de enero de 1959, en la casa nos enteramos del triunfo de la Revolución porque papá, que salía a trabajar en la madrugada y retornaba por la noche, llegó ese día a las ocho de la mañana y nos dijo que la tiranía había caído y comenzaba la huelga general, aunque todavía había confusión. Todo se aclaró cuando llegaron el Che y Camilo a la ciudad. El ocho de enero, cerca de mi casa, pasó la Caravana de la Libertad y salimos a ver a Fidel entrar en La Habana››.

Matilde Mesa Fleitas, esposa de Villegas y también vinculada activamente a todas las tareas de la Revolución, comenta que en su niñez en Las Villas apreció las diferencias de clases y los maltratos a los pobres que existían en la seudorrepública: ‹‹Cuando mi mamá me llevaba al pueblo a hacer las compras del mes veíamos a los niños tirados en las puertas de las casas esperando las sobras de comida, había que ser muy insensible para virar la cara y no notar la miseria y las diferencias que existían. Necesitábamos un cambio radical, y eso fue lo que hizo la Revolución››.

En 1960, Pedro Pablo Villegas se une a las milicias, luego de la larga marcha de 62 kilómetros, hasta la Escuela de Cadetes del Ejército Rebelde en Managua, donde el entonces director del centro José Ramón Fernández, dirigió la preparación a los nuevos soldados. Se creó el Batallón 112, apuntó en su libro Un batallón que permanece, Percy Gómez Darna, también voluntario.

En el Cacahual, los nuevos milicianos, juraron, ante la tumba del Titán de Bronce y su ayudante de campo Francisco Gómez Toro, lealtad a la Patria y el compromiso de defenderla a cualquier costo. También participaron en el primer desfile militar de la Revolución el 2 de enero de 1961, refiere el citado libro.

Bajo las órdenes del Comandante Fidel Castro, el batallón y, entre ellos el nuevo miliciano, ahora comprometido con la Revolución y apegado a sus ideales de justicia, partió a finales de enero de 1961 hacia las montañas del Escambray a luchar contra las bandas contrarrevolucionarias, proteger las vidas y salvaguardar los bienes materiales de los campesinos de esa zona, refiere Gómez Darna.

‹‹En las lomas del Escambray, la Compañía número dos, de la cual formábamos parte Castellanos y yo, se asentó en el poblado de Boquerones y allí compartíamos vivienda con los campesinos y ayudábamos en los sembrados››, recordó San Juan Queipo, compañero en la limpia.

‹‹Mi misión era cuidar la casa donde me ubicaron, aunque participé en el combate de Cariblanca, persiguiendo a los bandidos. Fidel estuvo en el campamento y nos dio aliento, nos explicó que a esos agresores los financiaba el gobierno norteamericano. Recuerdo también cuando llegó la noticia de la muerte del compañero Emilio Martínez Palomares, quien fue capturado y asesinado por los mercenarios del imperialismo. Tiempo después, la escuela y el parque del pueblo fueron nombrados como nuestro camarada caído››, señala Villegas.

Y añadió: ‹‹Cuando Girón, nos volvieron a movilizar, esta vez estuvimos en la costa norte, esperábamos la entrada de los jefes de la invasión, que al saber el fracaso en Bahía de Cochinos se retiraron y al final no hubo combate››.

Estando en el Escambray, solicitó una beca de estudios en Polonia, allí pasó un año aprendiendo el oficio de fundidor. En el momento de volver a Cuba, a finales de 1962, comenzó la Crisis de Octubre: ‹‹Temí que no pudiéramos regresar. Afortunadamente, el 23 de diciembre de 1962 ya estaba en mi patria››, acotó.

Ya en la Mayor de las Antillas, el Ministerio de Industria lo envió a trabajar  en la fundición de San José, donde asumió cargos en el comité municipal de la Juventud Comunista. Dirigió después la fábrica de fertilizantes en Cienfuegos y lo trasladaron para La Habana cuando su esposa quedó embarazada de jimaguas.

Dirigió el montaje de la termoeléctrica de Regla, y por sus destacados resultados pasó a organizar la reconstrucción y ampliación de la Empresa Siderúrgica José Martí (Antillana de Acero), en cuyo trabajo compartió los resultados directamente con el Ministro de la Construcción y con Fidel, según recuerda: ‹‹El Comandante estuvo muy vinculado con el proceso, visitaba constantemente el lugar y exigía la entrega de las obras terminadas en el tiempo establecido››.

Fue delegado directo por el municipio del Cotorro al II Congreso del Partido y durante toda la vida laboral nunca dejó de vincularse con el Gobierno y con las organizaciones de masas. Ostenta medallas en el sector de la construcción, de la Central de Trabajadores de Cuba, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de los Comités de Defensa de la Revolución, abundó Erasmo Fleitas Valladares, compañero de trabajo.

‹‹Cuando Villegas se jubiló, no dejó de aportar a la Revolución. Es una persona que siempre ha sido muy respetada y querida por todos los vecinos del edificio. Actualmente, a pesar de sus problemas de salud, no falta a ninguna actividad y nunca dice no a sus responsabilidades››, comentó Guadalupe Estévez Larramendi, vecina del edificio.

‹‹Él cogía la pelota y nos decía a los muchachos que estábamos jugando en el pasillo que eso no lo podíamos hacer, nos explicaba que el ruido molestaba a los vecinos, pero al otro día ya se nos había olvidado el regaño y lo teníamos de nuevo dándonos la charla de buena conducta social. Él es el abuelito de todos los del piso››, aseguró Julio de Luis Crespo, vecino.

Maylin Villegas Mesa, su hija, manifestó: ‹‹Papá es diabético y cuando tuvo el problema de salud en el año 2008, hubo que amputarle parte del pie derecho. Al principio fue un duro golpe, tuvimos que aprender a vivir con esa discapacidad, pero él se ha recuperado magníficamente y hoy hace casi todos los mandados de la casa y no para de dar “carreras” de un lado para otro con las cosas del edificio››.

Si no me hubiesen dicho que utilizaba el bastón no me hubiese percatado de su discapacidad; es un hombre alegre, entregado completamente a la Revolución, fiel a sus ideales y a su gente. ‹‹Estoy muy orgulloso de mi familia, de que mis hijos sean universitarios, de mis nietos que son muy cariñosos e inteligentes. Un triunfo de mi familia es un triunfo mío, porque hacen que sienta que no he perdido el tiempo››, expresó Villegas.

Pie de fotos: 1-Después de almorzar, uno de sus alicientes es ver la televisión desde el sillón; 2-Durante una de las visitas de Fidel a la Antillana de Acero; 3-La familia lo es todo para Villegas.

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