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Isla al Sur

HOJAS EN EL BOLSILLO

HOJAS EN EL BOLSILLO

MERLYN BARROSO HERNÁNDEZ,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Luis Sexto camina al compás del tiempo, por eso digo que es un hombre rítmico y experimentado: toma de cada minuto una lección para enseñar, para luego convertir en historia. Su elegancia modesta y espontánea provocan respeto y es que sus más de 40 años de profesión se muestran solos y lo convierten de por sí en un buen hombre.

Desde que lo conocí he querido escribir de él. Pero temo a no cumplir mis expectativas ni las de quien me lee, y mucho más, las de este gran periodista y maestro a quien intento esbozar entre líneas.

Sus buenos días, sus jaranas como cualquier cubano, sus citas a más de cinco autores en menos de dos horas, sus historias de vida que hoy se guardan bajo la escritura del periodismo suenan como clásicos en quienes lo leen o llegan a conocerlo.

Se puede suponer que lleva los bolsillos siempre llenos de hojas, pues cuando menos se espera suele sorprender con un poema, un cuento o una frase escrita en cualquier orilla del papel.

La boina acostumbrada no permite que se le despeinen los ideales ni los pensamientos. Todo parece estar organizado dentro de él: los sueños cumplidos y por cumplir, la escritura, los recuerdos, la oratoria, la experiencia.

Él va de novio con la vida, la lleva de la mano como un tesoro. Con rutinaria experiencia la atiende: un café por las mañanas, la lectura del periódico, las clases en la Universidad y los tantos compromisos.

Su profesión es la amante. Una amante conocida. Más de cuatro décadas como compañera inseparable lo hacen amarla como a su propia vida.

“Con luz en la ventana”, quizás encontró otras “Noticias de familia” de las que ya había escrito antes unos cuantos versos. Entre “Periodismo y literatura, el arte de las alianzas” se encuentra la cuerda por donde han caminado sus años con inquebrantable equilibrio. La poesía es una buena amiga. Sexto es también un poeta.

El equilibrio entre familia y trabajo está definido. Ha sido padre y además ejemplo, como bien lo afirma, de lucha y superación, pues no llegó de a lleno a lo que quería. Fue después de vender ostiones en las esquinas y trabajar entre ferrocarriles y líneas hasta los 27 años.

Sus siete décadas ya no tienen la misma voz de antes, pero su oratoria y sus frases saben a mayor experiencia. Su caminar acompasado le ha permitido llegar más rápido, que cualquier otro, al lugar donde todos debíamos y queremos llegar algún día.

La vejez impone sus límites, pero no nos obliga a asumirlos. Es cuestión personal si nos amedrentamos por ello y nos sentamos con los brazos cruzados a esperar entonces. Como expone Sexto en una de sus crónicas en primera persona, hay que intentar multiplicar las horas para escarbar en los sueños cuanto resta por fundar o hacer.

Más que de un libro, la historia o Internet, es del hombre de quien más aprendemos, pero Sexto enseña en sus libros, en su historia y nos enseña de él. Es una conjugación perfecta de experiencia y conocimientos.

Verlo andar con los bolsillos llenos de historias para compartir, y en el bolso, hojas clínicas con las que ha sabido curar tantos males tras sus disímiles libros, nos permite predecir: Será un buen día. Sexto lo augura. Lo promete.

 

 

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