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Isla al Sur

DEL CAFÉ Y OTROS VICIOS CRIOLLOS

DEL CAFÉ Y OTROS VICIOS CRIOLLOS

Coffea Arábiga (1968) utiliza la siembra como pretexto para reflexionar sobre la sociedad cubana y tratar temas como la alienación, la pobreza y la esclavitud.

ERNESTO EIMIL REIGOSA,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

En un país inundado por filmes de ficción es de agradecer cuando algún catedrático como Jorge Luis Sánchez, en su libro “Romper la tensión del arco”, desempolva el archivo y presenta una pieza como Coffea Arábiga, de Nicolás Guillén Landrián, uno de los más brillantes documentalistas de la década de los 60 del pasado siglo, al punto que el director de cine Humberto Solás lo ubica junto a Santiago Álvarez en la cúspide de la cinematografía documental caribeña.

La revolución cubana cumplía nueve años. Entre los numerosos proyectos llevados a cabo para reflotar la dañada economía nacional, legado de la reciente etapa republicana, se encontraba el denominado Cordón de La Habana, plan que consistía en convertir las afueras de la capital en una gran zona cafetalera.

En aquel momento, el cine nacional vivía su “época dorada”. Entre las producciones del período destacaba especialmente el Noticiero ICAIC. A Guillén Landrián, formado en la irrepetible escuela que resultó el informativo, se le encargó documentar el proceso de siembra de café y las impresiones de los citadinos sobre la actividad que era realizada en la periferia de la ciudad.

Lo que podría haber sido tan solo un documental más, devino importante referente del cine cubano. El filme utiliza una narración fragmentada, apoyándose en diversos recursos para abordar temas profundos y de gran alcance, lo que otorga a la película una estética atrevida.

El café es el pie forzado para abordar temas generadores de grandes conflictos nacionales pasados y presentes: la esclavitud, la religión, el voluntarismo, la alienación, la pobreza, el modo de producción, la masificación, el liderazgo, las transformaciones por las que pasaba el país. El trabajo cuenta verdades definitorias de la identidad nacional: lo barroco y lo exuberante, lo trágico y el choteo, el absurdo y la rebeldía.

Asertivamente, el director, se apropia en todo momento del llamado “recurso del distanciamiento”, explicado por la teatróloga Kathe Rulicke-Weiller en su libro “La dramaturgia de Brecht” y es la inventiva que tiene como objetivo llevar al espectador a una reflexión, pretendiendo que el mismo se “aleje” de la historia, que no se vea implicado emocionalmente en todo momento.

Fragmentos de poemas de su tío Nicolás Guillén, el montaje y la edición, la disociación entre el sonido y la imagen, uso de foto fija, de carteles y personajes mirando directamente a la cámara son algunos de los métodos de los que se vale el director para narrar la historia. Cualidades todas que ayudan a dar la sensación al público de que tiene delante una obra de ficción, que observa un producto artístico y no la realidad.

En Coffea Arábiga se percibe la intencionalidad del autor en este sentido. No pretende lograr un sopor o una identificación plena, sino causar una meditación sobre Cuba, un país que hacía poco había cambiado su situación sociopolítica, haciéndose dueño de su propio destino, una nación que como la planta de café, crecía y germinaba.

Los carteles y tipografías son destacables como elementos introductorios de los distintos temas tratados. Esto, unido a la sonorización con la que cuenta el film, da cauce a que aparezcan nuevas vías de interpretación, que lo dotan de multiplicidad de sentidos, de polisemia.

Coffea Arábiga es considerado un documental bizarro. Transgresor. Algunos lo llamarían un adelantado a su tiempo. Su carácter iconoclasta y desacralizador de la historia lo hacen un precursor del postmodernismo, movimiento artístico surgido en los años 90. Tal vez ese es su lujo más costoso, debido al cual ha sido incomprendido. Guillén Landrián ha regalado a la cinematografía cubana un diamante de varios quilates, los cuales se valoran más cuando son redescubiertos por un visionario. Por alguien lo suficientemente valiente para desafiar la desmemoria y el ostracismo.

Pie de foto: Fotograma de la película que evidencia el uso de tipografías para transmitir una idea.

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