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Isla al Sur

¿QUÉ QUEDA DE LAS TRADICIONES?

¿QUÉ QUEDA DE LAS TRADICIONES?

El barrio de Pogolotti tiene sólidas raíces que a través de la historia sus habitantes han luchado por mantener, sin embargo, es triste el presente.

YUSLAIME PUIG RODRÍGUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
 
El 24 de febrero es un día de gran significación para todos los cubanos y en especial para los habitantes del barrio de Pogolotti. En esa fecha, del año 1911, se hizo entrega de mil casas a obreros de diversos sectores, quedando establecido el primer barrio obrero de Cuba y América Latina. Al fundarse recibió el nombre de Remedios, pero sus habitantes siempre le llamaron Pogolotti, en homenaje a Dino F. Pogolotti, ingeniero constructor de la obra.  

Desde ese trascendental momento la fecha pasó a ser motivo de celebración. Cada año las cuadras eran adornadas de manera individual y en todas se iban desarrollando diversas actividades, los niños se reunían en la casa donde fue puesta la primera piedra y desfilaban por todo el barrio, se celebraba un pequeño concurso para seleccionar a la jovencita que se coronaría reina de la celebración, quienl, además de ser bella, debía ser buena en los quehaceres del hogar, cariñosa, educada, inteligente y, sobre todo, humana.

Los vecinos contribuían a conformar una canastilla que era entregada al primer niño que nacía este día. Además, salía una conga conformada por los propios obreros que recorría cuadra por cuadra. Años después, con el triunfo de la Revolución y la constitución de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), se desarrollaban ferias que ofertaban artículos para el hogar, comidas, pipas de refresco y cerveza, plan de la calle para los más pequeños y se seleccionaba la mejor cuadra engalanada. 

Perdiendo las tradiciones

La juventud de hoy conserva muy poco de este hermoso legado. Por no ser demasiado radical en aseverar con angustia, que nada queda.
Martha Rodríguez, hija de un fundador del barrio, comenta con tristeza y nostalgia que, en sus años de juventud, el mes de febrero era esperado con ansías y muchos preparativos. Todo lo contrario de hoy, que se ha resumido a crear un espacio para la venta de bebidas alcohólicas que, en gran medida, propende a que se facilite la ocurrencia de indisciplinas sociales.

El mismo criterio comparte Caridad Rodríguez, de 65 años, para quien las fiestas actuales no tienen nada de atractivo. Asegura que antiguamente los vecinos participaban activamente, la conga salía y detrás se podía ver a los habitantes de la comunidad con gran alegría y ánimos de festividad. Durante tres días las calles eran un hervidero de personas no solo del barrio, sino de  lugares remotos.

“Las fiestas no tienen originalidad, no existe nada que las diferencien de cualquier actividad de la capital. Internamente no se da la debida promoción y me refiero específicamente a que los jóvenes no conocemos la historia que se guarda detrás de esta fecha. Sin mencionar la pérdida de algunas tradiciones que solo conocemos por referencias de nuestros abuelos y padres”, afirmó Lesly Ramírez.

Kenia Argudín, 44 años, dice no sentirse parte de las fiestas, a pesar de haber vivido durante toda su vida en el lugar. “La razón por la cual se celebra ya muchos ni la conocen, además de que cada día aumenta el nivel de violencia e indisciplinas sociales de toda índole por parte de las personas de otros barrios que acuden a las actividades.”

La presidenta del Consejo Popular, Odalis Veranes, plantea no estar de acuerdo con continuar  realizando de esta manera las actividades, pues solo causan molestias a los vecinos de los alrededores y provocan indisciplinas en la localidad. Opina que el plan de actividades tiene que estar en función de los intereses de la comunidad y tratar de lograr una recreación sana y sin violencia.

Danaysi Ramos, de 19 años, considera que las fiestas son solo un espacio para la violencia: “Los jóvenes no conocemos la historia del barrio, ni tan siquiera, cuántos años se cumplen, solo conocemos que es el primer barrio obrero de Cuba.”

“Las fiestas no deben desaparecer, ya que forman parte de nuestras tradiciones. Ahora pienso que la organización, en cuanto a la diversidad de las actividades, debe ser concebida de manera diferente, tratando de lograr vincular más a los jóvenes y a toda la comunidad para que se sientan parte de ella”, expresó Dayana Junco, estudiante de segundo año de Derecho.

Mercedes Abreu, socióloga del Taller Comunitario del Consejo, plantea  que las fiestas actuales han perdido calidad, no responden a los intereses de los habitantes del barrio, se destina muy poco presupuesto, lo que demuestra que se organizan por puro formalismo. Piensa que las actividades deberían hacerse extensivas a todas las cuadras con el propósito de rescatar juegos tradicionales, realizar concursos, premiar a la cuadra mejor galardonada y así hacer participe a los vecinos, quienes están molestos por la venta excesiva de bebidas alcohólicas y el aumento anual del nivel de violencia. Es importante mencionar que el proyecto de las actividades lo presenta el Municipio de Cultura y se discute con los dirigentes del  Consejo Popular.

El rescate de las tradiciones es un factor de vital importancia para el mantenimiento de la identidad de los pueblos. En la medida que los jóvenes conozcan su historia y sus raíces serán capaces de luchar y defender las conquistas alcanzadas por sus antepasados. A pesar de que en nuestro país continuamente se realizan acciones encaminadas a evitar la pérdida de las tradiciones, es un fenómeno que se ha ido enraizando en la sociedad.

Urge encontrar una solución. No puede ser que el olvido se convierta, precisamente, en una tradición. En una pésima tradición. Una antitradición.

Clasificación: Reportaje estándar.

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