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Isla al Sur

EL PERIODISMO ES CONTAR HISTORIAS

EL PERIODISMO ES CONTAR HISTORIAS

Las acciones del pasado no pueden ser modificadas, la gran diferencia radica en cómo abordarlas.

JULIO BATISTA RODRÍGUEZ,
estudiante de tercer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Cuando era pequeño la casa resultaba una aventura. Los estantes repletos de libros hasta el techo ejercían una atracción casi magnética sobre mí. Él los cuidaba como su mayor tesoro.

En aquella sala los volúmenes de historia fueron los únicos incapaces de acumular polvo sobre sus lomos, por el uso constante. Su contenido ocupó el mejor sitio entre los libreros, y estudiarlos dejó de ser un hobby para convertirse en religión.

El periodismo dedicado a esa temática ha sido su vida desde hace más de medio siglo. Años dedicados a la investigación, la lectura incansable y el perfeccionamiento de un trabajo que parece no tener fin, dieron fruto cuando en 2009 Julio Alberto Batista Delgado fue seleccionado Premio Nacional de Periodismo Histórico. Ya antes, en 1994, había merecido el Premio Nacional de Periodismo José Martí.

Por eso, después de haberlo evitado durante tres años, decido hacerle una entrevista. Jamás será simple un diálogo de este tipo, menos si el entrevistado es nuestro abuelo.

-¿Desde cuándo existe en Cuba

un periodismo vinculado con

el rescate de la historia?

Personalmente lo hago desde hace más de 55 años. Sin embargo, mucho antes, en diferentes publicaciones se incluían secciones con trabajos de perfil histórico. Entre ellas estaba Bohemia y Carteles. La memoria de un país no se puede dejar pasar por alto, siempre y cuando se haga con vergüenza y profesionalidad.

Cuando comencé participaba en un programa sabatino auspiciado por la Asociación de Colonos y Hacendados. Los patrocinadores querían dedicarlo a los temas históricos y el equipo de realización aprovechó para desempolvar el pasado de la nación, especialmente el relacionado con las guerras de independencia y figuras tan importantes como Carlos Manuel de Céspedes.

Ya en los inicios del siglo XX, en la prensa nacional existieron figuras destacadas en el género. Algunas tristemente célebres como Ramón Vasconcelos, quien escribía en la revista Bohemia y atacó la figura del doctor Máximo Zertucha, culpándolo de complicidad en la muerte de Antonio Maceo. Acusación totalmente falsa y esclarecida antes de terminar la guerra en 1898 por un tribunal del Ejército Mambí.

-¿Qué tan común es hoy

la práctica del periodismo

histórico en el país?

Está difundida, en algunos lugares más que en otros, con la participación de muchos y talentosos jóvenes, lo cual es bastante halagüeño para el futuro. Además, es bastante frecuente en la prensa audiovisual y escrita. El ejemplo clásico son las crónicas de Ciro Bianchi publicadas todos los domingos por Juventud Rebelde. Con ellas puedes transportarte hasta cualquier sitio de La Habana de otras épocas, sin dejar de ser la misma persona parada en la Cuba del siglo XXI.

También son muy usuales los programas de corte histórico dentro de la programación de las emisoras de radio. En mi caso, con Nuestro José Martí, he tratado de acercar más al pueblo de Cuba a la figura de ese genio. Cuando pensamos en él lo hacemos casi siempre con la imagen del mármol en la mente, y eso solo logra distanciarlo del hombre común.

Eladio Secades, periodista cubano del siglo XX, escribió en la década de los años 40: “(…) El criollo aprende a Martí en el Kindergarten, lo olvida en el instituto y después lo recolecciona y explota en los mítines políticos (…)”. Esa fue la realidad de la etapa, y para no regresar a ella trabajo, porque mi aspiración es que el cubano común aprenda a respetar a Martí desde sus valores humanos, y no solo desde la frialdad de una estatua o una frase.

Pero hacer este tipo de programas no es nada sencillo. Para poder escribir y ambientar cada capítulo que sale al aire debo hacer un ejercicio diario de investigación. Lo importante en mi espacio no es decir una vez más lo que todos saben de José Martí. Me centro en encontrar esos aspectos menos conocidos de su vida, los que puedan interesar al ser humano, los que no tengan la visión del héroe, del hombre intachable y con lo frase exacta siempre dispuesta a socorrernos.

Esa ha sido desde el inicio mi divisa, centrarme en lo que pueda resultar novedoso, interesante. En el instante en que comience a repetir los mismos panfletos recitados de memoria por los niños de la primaria perderé el trecho ganado. Entonces no seré otra cosa que un reproductor de ideas gastadas, y esa es una de las grandes razones del tedio ante cualquier tema, en especial los relacionados con el periodismo histórico.

Hay otro aspecto, que ante la influencia de una personalidad tan atrayente como lo es Martí, muchos olvidan. Es la existencia de personas que colaboraron con él, en la mayoría de las ocasiones desde el anonimato. Nunca deberíamos obviar la importancia de esos seres silenciosos, relegados a un segundo plano. La historia está plagada de héroes de este tipo, esperando ser desempolvados.

Evitar que la historia quede en el aburrimiento de las clases, o se convierta en patrimonio de investigadores es la principal labor del periodismo vinculado a ella. Abandonar esta práctica sería echar a un lado nuestras raíces, ignorar todo el legado de más de cinco siglos. He aquí una de las razones de la necesidad de su permanencia y fortalecimiento en nuestros medios de comunicación.

-¿Es conocido el periodismo

retrospectivo dentro del gremio?

No sabría decirlo con certeza. Quizás ese nombre pueda resultar confuso para muchos, incluso para quienes nos hemos dedicado a realizar trabajos de corte investigativo y de rescate de la memoria histórica del país.

Por otra parte, lo que hoy se intenta legitimar como periodismo retrospectivo en el campo académico, tiene grandes puntos de similitud con el trabajo intuitivo desarrollado durante años por los profesionales de la prensa cubana. Contextualizar un hecho, traer la historia para que nos apoye en la interpretación del presente, no es nada desconocido en la profesión.

-¿Qué diferencias es posible

observar entre  el periodismo histórico

tradicional y el periodismo retrospectivo?

Desde mi experiencia no encuentro grandes diferencias entre uno y otro. Quizás esto lo determine el hecho de que todo mi trabajo, el cual siempre consideré como periodismo histórico, tenga gran similitud con esta nueva vertiente, pues ambos buscan esclarecer otras aristas de la historia, dar otras miradas más allá de las convencionales.

Simplemente se han actualizado los términos. Algo común en estos días. Pero la esencia sigue siendo la misma. La historia puede y tiene que ser manantial inagotable, de donde todos deberíamos beber. Tal vez la generación más experimentada no se identifique con el vocablo, pero maneja de forma adecuada los instrumentos del periodismo, y aprovecha las inmensas posibilidades brindadas por esta rama.

-¿Qué es lo más importante para

desenvolverse en este género?

Saber mucha historia, estudiarla sin descanso. Como en cualquier especialidad del periodismo, esta requiere de un alto nivel de conocimientos sobre los temas a abordar. Tener un enfoque exacto de la misma le permite al periodista recrear los ambientes, explicar los contextos. Muchas veces olvidamos que las decisiones, las posturas y las ideas son el inevitable resultado de la interacción de los hombres con su entorno. Eso también es muy importante: poder dilucidar el contexto y entenderlo, sin intentar traer los hechos a nuestra realidad por la fuerza.

Leer incansablemente es fundamental para todo investigador. Los libros son fuentes invaluables de consulta. Buscar siempre la variedad de autores y criterios para poder tener un espectro más amplio del hecho. Nunca es recomendable quedarse con una sola visión. La vida es demasiado rica para contentarse con el color que ofrece un solo cristal.

Pero quizás lo más importante sea la verdad. Siempre lo más importante es la verdad en esta profesión. Para quien se dedique al periodismo histórico queda vedada la fantasía, vista como la libre creación sin respeto a la veracidad de los hechos. La imaginación debe ser utilizada para atraer, motivar a la lectura o enganchar al receptor del mensaje, pero nunca para fabricar la historia.

Otro requisito es tener siempre alerta el radar interno. A cada paso podemos encontrar cientos de historias interesantes. Y, aunque no podamos recordarlo todo, al menos debemos tratar de ser un gran filtro, por donde nada pase inadvertido.

-¿Y dónde dejamos la

actualidad de los trabajos?

Eso es otro tema. Recuerda, se trata de traer al presente sucesos del pasado. Ahí el periodismo reporteril llega tarde. Por ello tienes la obligación y el reto de captar la atención del público. Digo reto porque en gran parte de las ocasiones ya los receptores tienen conocimientos previos sobre el tema, si es de la historia cubana mucho más. Es ese el punto donde el talento del periodista entra en acción. Cuando se enfrentan el hecho y la pluma, la diferencia la marca el talento y la preparación de quien esgrime la segunda.

Necesitamos recordar siempre lo que decía Martí a Gonzalo de Quesada: la importancia de la amenidad. Es así de sencillo. El periodismo se trata de contar historias, de entretener y educar. Eso se ha perdido con el tiempo, pero aún podemos rescatarlo.


 

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