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Isla al Sur

EL ISMAELILLO DE GONZALO

EL ISMAELILLO DE GONZALO

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Gonzalo Bermúdez Toledo creía que nadie es profeta en su tierra hasta que le tocó a la puerta el reconocimiento. Incluso más: la celebridad. De sencillo y batallador maestro en la escuela primaria Pedro Romero Espinosa, la vida le dio un vuelco de 180 grados y se le volvió pública. De golpe y porrazo pasó a ser el "profe" de La semilla escondida, un serial que hace varios años sentó tres veces a la semana frente al televisor a buena parte de la población cubana y barrió récords de teleaudiencia.

El 10 de octubre cumple años el Ismaelillo, un proyecto que toma como fecha de partida el día que por primera vez vieron en la Casa de la Cultura cienfueguera los instrumentos necesarios para formar un grupo. Ahora, Gonzalo dice que la experiencia fue "una prueba de rigor como profesional, y también de perseverancia, amor a la vida, y a mi gente. Yo tengo la pasión del fundador y creo que Ismaelillo ha servido de ejemplo de la utilidad de la virtud, como nos dijo Martí".

Volvamos atrás. Perla del Sur, 1980. Una escuela de barrio de nueva creación. Muchachos difíciles, prácticamente con el curso perdido. Un maestro que sin ser especialista de Música recurre a métodos pedagógicos para orientarlos en el conocimiento de diferentes instrumentos y así lograr su mejoramiento humano. A partir de la Matemática, creación de un sistema nemotécnico como vía para iniciar a los alumnos en la música.

Entonces, codificación de sonidos. Uno, tres, cinco, no son más que Do, Mi, Sol. El guitarrista oye el número 23: significa segunda cuerda, tercer traste. Coloca el dedo y da la nota. "Pienso que el niño debe ir a la escuela no solo a aprender Matemática y Español, que de hecho son asignaturas esenciales, pero obligadas y no siempre motivadoras. Es importante también que vaya por el propio deseo de disfrutar del aula, y porque pueda desarrollar actividades que desde el punto de vista emocional lo estabilice. La música es una vía eficaz".

El aprendizaje de un instrumento musical y el trabajo en grupo hacen maravillas. Hay una especie de terapia. Se eleva la autoestima. Ya se es músico, se toca guitarra, le esperan en el matutino, canta una canción, los compañeros aplauden, hay un reconocimiento. Viene el cambio, el compromiso, la voluntad por estar a la altura de lo que de él se espera. La familia no queda al margen. "El muchacho" es músico, figura pública de la casa, va a actuar en este o aquel lugar. Entonces, es necesaria la transformación porque el buen orgullo inclina a ser mejores: "Desde todos los puntos de vista hay una inducción conductual y social en el niño, la escuela, la familia y la comunidad".

Ese es uno de sus gozos como educador: contribuir a formar gente de bien, porque "un maestro es un creador, de eso no podemos olvidarnos quienes trabajamos con seres humanos en formación", comenta con sencillez este hombre que ha ejercido la docencia por más de 30 años y recibió de manos del Comandante en Jefe Fidel Castro la distinción Los zapaticos de rosa.

Hace años Gonzalo dejó el aula de primaria, para asumir una cátedra de nuevo tipo como profesor instructor de la Casa de la Cultura de Cienfuegos. En estos momentos el Proyecto incluye tres grupos, una gama de muchachos de diferentes edades que a partir de vías no formales se acercan al universo de la música.

Este nuevo aniversario por llegar le permite hacer cuentas que suman y multiplican: ha formado a siete generaciones de Ismaelillos, es decir, a un centenar de niños, adolescentes y jóvenes, muchos de ellos hoy integrados a prestigiosas agrupaciones musicales, o trabajando como magníficos profesionales o técnicos de diferentes sectores: "Todos me hacen sentir orgulloso de un proyecto que fundé y llevo adelante desde lo más hondo del alma".

 

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