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Isla al Sur

UNA HUELLA INDELEBLE EN LA MEMORIA

UNA HUELLA INDELEBLE EN LA MEMORIA

Rafael Roque Benítez, un ejemplo de doctor cubano que vivió en La ciudad perdida, para demostrar la solidaridad humana.

Texto y foto:
GRETTEL VALVERDE DELGADO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

La vida en ocasiones hace protagonistas de hechos y situaciones que marcan para siempre el espíritu y el recuerdo de los hombres. Para un médico, no existe desafío mayor que luchar contra las fuerzas devastadoras de la naturaleza. Tal es el caso del doctor Rafael Roque Benítez, especialista en Ortopedia y Traumatología del Hospital Fructuoso Rodríguez, de la capital, integrante de la primera brigada de ayuda al pueblo paquistaní, a raíz del terremoto que asoló a esta nación, el 8 de octubre del 2005.

-Paquistán fue su primera experiencia

como médico internacionalista, 

¿cómo reaccionó ante el llamado?

Al conocer la noticia del desastre en Paquistán, se creó inmediatamente la primera brigada médica cubana de apoyo, conformada por miembros del contingente de salud Henry Reeves. Nunca pensé formar parte de la avanzada, porque generalmente la integraban médicos generales e intensivistas, especialistas en Higiene y Epidemiología, en Cirugías, entre otros. Con la ocurrencia del terremoto, se agregó Ortopedia y Traumatología, pues la mayoría de  las  afectaciones  clínicas  eran de  carácter traumático.

-¿Cuál era la situación en el

lugar del desastre cuando

llegó la ayuda cubana?

Fue un terremoto muy violento, 7,6 grados en la escala Richter. Cobró muchas víctimas, desaparecieron ciudades enteras, una de ellas, Muzzefarrebed, llegó a ser catalogada como La Ciudad de los muertos, porque quedaron sepultados más de la mitad de sus habitantes. Otra localidad, Balakót, fue llamada La Ciudad Perdida. Allá se desplomaron edificios completos, centros comerciales. Debajo de esos escombros quedaban personas atrapadas, a la  espera del rescate. Era necesario tener nervios de acero para enfrentar una situación así.

-¿Cómo respondió la población

paquistaní a la atención de

los médicos cubanos?

Al principio ofrecieron resistencia, no tenían referencias de la medicina cubana y temían que fuéramos a ganar dinero a costa del dolor ajeno. En una ocasión, me abordó un paquistaní muy angustiado al entrar al centro American Hospital, quería saber quiénes éramos y cuál era nuestro interés allí. De inmediato supo sobre nuestra ayuda solidaria y gratuita.

Luego volví a verlo en una noticia de un diario local, desde donde agradecía a los galenos cubanos por haber salvado a su hija pequeña, sobreviviente de un derrumbe total. Los niños fueron los más vulnerables, se encontraban en horario de escuela y la fuerza del sismo  hizo que muchos de esos centros colapsaran.

A medida que pasaban los días se incrementaba la presencia de nuestros profesionales en Paquistán. Nos desplazábamos hasta comunidades aisladas para brindar todo tipo de atención, prevenir el brote de epidemias y orientar a los pobladores en el manejo de las medidas higiénico-sanitarias. Se vivía, además, el temor de réplicas constantes de temblor de tierra que llegaban hasta 19 diarias y nos obligaba a dormir en tiendas de campaña a pesar de la inclemencia del tiempo y las bajas temperaturas.

Caminaba varios kilómetros todos los días, subía montañas y revisaba el terreno en busca de personas necesitadas de ayuda médica. De ese modo, encontré a un hombre con fractura de cadera expuesta, situado al borde de un abismo. Mientras le prestaba los primeros auxilios ocurrió otro temblor, y el deslizamiento de tierra puso en peligro la vida de ambos. Fueron momentos de gran incertidumbre durante los cuales tuve que proteger con mi cuerpo al paciente.

-¿Cómo realizaban las intervenciones

quirúrgicas en tan difíciles condiciones?

Para las cirugías en condiciones de campaña contábamos con dos unidades, una en nuestro propio campamento de Balakót y la otra en una pequeña localidad llamada Hassa. Los casos más graves y las sepsis violentas eran remitidos a un hospital islámico de ayuda llamado PIPA, por sus siglas en inglés, que incluía laboratorio clínico, un cuarto de yeso y la posibilidad de operar en un salón hecho a base de contenedores metálicos. A pesar de la situación desfavorable, los paquistaníes llegaron a preferir la atención cubana a cualquier otra.

Roque cumplió su sueño de ser médico en 1996. Entonces aspiraba a especializarse en Medicina Interna, pero ante la necesidad imperiosa de traumatólogos en el país, optó por Ortopedia y Traumatología, "decisión de la que nunca me arrepentiré". Lo dice con orgullo, a tiempo que repasa los recuerdos de los días intensos y útiles que vivió en Paquistán.

Ficha Técnica:

Objetivo central: Resaltar y valorar el trabajo que desempeñan los médicos cubanos en misiones internacionalistas. Demostrar el quehacer de estos colaboradores y conocer las difíciles condiciones que enfrentan.

Objetivos colaterales: Destacar la entrega desinteresada, solidaridad humana y consagración a la labor asistencial que desempeñan los médicos cubanos en misiones médicas.

Tipo de Entrevista:
Por los participantes: Individual.
Por su forma: Preguntas y respuestas.
Por el canal que se obtuvo: Encuentro directo

Tipo de título: Genérico.
Tipo de entrada: Directa o de presentación.
Tipo de conclusión: Opinión o comentario del entrevistador.

Fuentes consultadas: El entrevistado. No documental.

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