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Isla al Sur

UN LARGO CAMINO A ROMA

UN LARGO CAMINO A ROMA

La habanera, Edelma Acosta Hernández ha dedicado su vida a la promoción de la fe religiosa, con una destacada labor dentro del Movimiento Diocesano de Mujeres Católicas.

SHEILA NODA ALONSO,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana

Foto: Cortesía de la entrevistada.

Amanece en la Ciudad del Vaticano. Es 27 de mayo del 2015, la fecha fijada para celebrar, a través de la Misa Pentecostés, la venida del Espíritu Santo a sus apóstoles, después de la resurrección. Miles de fieles se congregan en la Plaza de San Pedro, junto al monumental obelisco, rodeado por columnas que se abren a cada lado: simbolizan el abrazo de acogida de la Iglesia a los visitantes.

En el interior de la Basílicade San Pedro tendrá lugar la misa. El suelo es de mármol y preserva el disco rojo egipcio sobre el que se arrodilló Carlomagno el día de su coronación; los arcos están ocupados por las estatuas de las virtudes y las esculturas de los santos fundadores.

Pronto el Papa Francisco iniciará la ceremonia. Todos aguardan expectantes. Entre la audiencia, una cubana, representa al Consejo de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) y al Movimiento Diocesano de Mujeres Católicas (MDMC).

Edelma Acosta Hernández, en pocos minutos, realizará la primera lectura bíblica en nombre de las mujeres de habla hispana, y la única en hacerlo, hasta el momento. No puede evitar que la ansiedad del momento deje escapar algunos de sus recuerdos. Hace apenas un año, en Portugal, fue electa como miembro del Consejo de la UMOFC, en la primera reunión a la que asiste.

En aquella ocasión sustituía a Sara Vázquez Matar, la anterior representante y presidenta del Movimiento. Rememora el instante en que las presentes debían realizar un número cultural. Ella le pide a una mexicana su mantón para hablar de José Martí y recitar “La bailarina española”, y luego dice unos versos sencillos al compás de la Guantanamera, cantada por la delegación africana. Los 37 países que integran la organización se incorporan a la melodía.

Los recuerdos la sobrecogen, pero no disipan los nervios. Su vida ha estado en función de promover la fe, la verdad, en las más duras circunstancias: “Cuando todo se me derrumba trato de repetir la frase: ‘El señor es mi pastor, nada me falta’. Me acompaña en momentos difíciles, es mi frase, está en mí”.

La misa comienza y llega el momento de la lectura. Edelma está lista. Las manos le tiemblan. Se encomienda a Dios, aunque continúan los recuerdos. Ahora se ve con nueve años, recibiendo la comunión que la hizo cambiar, de ser una pequeña inquieta y majadera, a una joven madura y generosa, apoyada siempre por su familia, en una época donde en Cuba el 72,5 por ciento de la población era católica y el 96,5 creía en Dios. Los momentos duros vendrían después.

Revolución o Fe

La Iglesia apoyó el proceso revolucionario iniciado en 1959, pero la religión se divulgaba fundamentalmente a través de las escuelas privadas, administradas por religiosos, donde asistían los hijos de las familias más ricas del país. “Cuando aquella gente trata de utilizar la Iglesia como instrumento, como Partido contra la Revolución, es cuando surgen los primeros conflictos con la Iglesia”, según expresó el Comandante en Jefe, en el libro Fidel y la Religión. Conversaciones con Frei Betto.

Una de las medidas más radicales fue la expulsión, en 1961, de sacerdotes en el vapor español Covadonga, entre ellos el Obispo Auxiliar de La Habana, Monseñor Eduardo Boza Masvidal. Sacerdotes y seminaristas abandonaron el país producto de la nacionalización de las escuelas, y otros, que realizaban estudios en el extranjero, no obtuvieron permiso para regresar. El número de religiosos se vio reducido drásticamente, el Gobierno se declaró oficialmente ateo y se vetó el acceso de los creyentes al Partido Comunista de Cuba (PCC).

La constancia, una gran virtud

Las paredes del Vaticano la aíslan del pasado. Edelma nunca pensó en un momento como este; el simple hecho de llevar una medalla colgada al cuello, en aquella época, era en sí una utopía. La virtud de la constancia quizás fue la que más la identificó en su juventud.

Vivía en Las Minas, Guanabacoa, cuando llegan a Cuba los Padres canadienses y las religiosas del Buen Consejo (organizaciones voluntarias que brindaban servicios religiosos en comunidades cubanas). Edelma, con once años, conoce al Padre Roque Audet, quien se convierte en su consejero espiritual, y en un testimoniante de entrega y amor hacia la Iglesia y los cubanos.

“Un cristiano tiene que estar en todas partes”, le decía el Padre Roque. Esas palabras la ayudaron a enfrentar muchos cambios, entre ellos, asumir la tarea de enseñar catequesis a los niños del pueblo, cuando el ser religioso significaba un freno para cualquier aspiración. Edelma tenía, entonces, trece años.

Tiempos de tensión entre el Estado y las instituciones religiosas fueron el colofón de su boda, en 1972, con Eulalio Sosa Fellové, cristiano y compañero desde la juventud. “En esa época los santos se metían dentro de los escaparates, se escondían o relegaban a un espacio apartado de la casa. La semilla de la Iglesia se conservó a partir de los abuelos de entonces. Muchas personas tenían a Cristo guardado en su corazón y no lo expresaban”, comenta Eulalia.

Dice: “Dentro de la población existía el criterio generalizado de que tener una creencia limitaba para entrar en la Universidad, obtener a una beca, avanzar en la escala laboral, coger un carné del PCC o la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), porque no eran compatibles, no se podía seguir con el proceso”.

Existían determinadas carreras que tenían como requisito pertenecer a la UJC, había que llenar planillas donde se especificaba si pertenecías a una religión y si era así no podías acceder. “Como siempre he sido consecuente con lo que creo, tuve que estudiar Física por curso dirigido. Aun así, he sido muy feliz”, señala Edelma.

Como profesora de esta materia trabajó durante 38 años en todas las enseñanzas, aunque, según su hijo Edel, “la forma de pensar de las personas está más hacia lo científico, lo demostrable. Se dice que la fe difiere de la razón y que es inconcebible un físico católico”. Por ello sus clases fueron motivo de muchas visitas e inspecciones. En una ocasión, le proponen asumir el cargo de Asesora Provincial de Física. No pudo. El problema estaba en ser religiosa.

La publicación de Fidel y la Religión, al decir de Frei Betto, abrió el diálogo con la Iglesia Católica, lo cual ha permitido dos cosas importantes: cambiar el estatuto del PCC y la Constitución Cubana. En 1991, el IV Congreso del PCC aprueba el ingreso de creyentes a sus filas. En 1992, se introducen modificaciones a la Constitución y se declara el carácter laico del Estado cubano.

Por esa fecha, los Padres canadienses se marchan de la zona, y se abren casas de misión donde no había iglesia para enseñar, casar y bautizar. Monseñor Ramón Suárez Polcari, canciller del Arzobispado de La Habana, en esa época padre de la Parroquia de Guanabacoa, al referirse a este momento comenta que Edelma, “esa ferviente promotora de la fe, muy vinculada a la Iglesia, fue la primera junto a su familia en brindar su vivienda para constituir en ella la casa de misión de La Gallega, comunidad capitalina donde residía”.

El padre Ariel Suárez Jáuregui, entonces estudiante del Seminario Félix Varela, dice que está “muy agradecido con Edelma por acogerlo en su hogar. Tengo un recuerdo grato de su hospitalidad, al poner el servicio al pueblo y a la comunidad cristiana ante su privacidad”, añade. La experiencia lo convirtió en el primer seminarista pastoral de La Habana que realizó misas en una casa de misión.

Durante la lectura, frente al Papa, los nervios de Edelma desaparecen, y la convicción que la caracteriza se hace evidente, la misma convicción que en 1993, no le permitió firmar en contra de la carta pastoral titulada "El Amor todo lo espera", donde se sugería al Estado vías para mejorar la economía en Cuba.

La llamada hecha por el Partido no la amedrentó, a pesar de señalarle que con esa actitud podía afectar el futuro de sus hijos, su profesión. Regresaban entonces los criterios que desde joven “aseguraban que mi posición era tonta, que la iglesia iba a desaparecer. “La religión es el opio de los pueblos; Dios no existe, decían. Y yo les contestaba: esa es su opinión, la mía es otra”.

Y dijo sí cuando el Padre Ivan Bergerón la llamó para fundar una Escuela de Formación para jóvenes laicos, en la Casa de las Oblatas Misioneras de María Inmaculada. Allí se inculcan valores y se preparan misioneros. “Ahí se unen mis dos grandes amores: la enseñanza y la religión”, afirma Edelma.

A finales de los 90 ingresa al MDMC, en La Habana, luego de la visita de Juan Pablo II. Actualmente es su vicepresidenta y responsable de formación. Sara Vázquez Matar, presidenta del Movimiento, expresa que el principal objetivo que persiguen es elevar la dignidad de la mujer dentro y fuera de la Iglesia, a través de cursos, talleres y encuentros mensuales. Además, ayudan económica, legal y espiritualmente a las que tienen dificultades, mediante el taller La Esperanza.

Edelma concluye la lectura. La misa continúa. En nombre de las mujeres de habla inglesa, realizará la segunda lectura una estadounidense. Todo es simbolismo en El Vaticano. Francisco aguarda su momento. En unos meses será el tercer Papa en visitar Cuba. Edelma sonríe, lo supo antes de que se anunciara públicamente.

Cerca de un año después escucha un murmullo detrás de la puerta de su casa. Se trata de un grupo de preuniversitario que espera la hora pactada para encontrarse con su profesora de Física. Las leyes y fórmulas pronto alternan con la música de los vecinos, ya acostumbrados al incansable trabajo que esta mujer desempeña como repasadora, desde hace más de seis años.

Horas después se marchan para dar paso a otro, de secundaria. Ella los despide en la puerta y continúa con su rutina. Le espera un largo día. Los exámenes son la próxima semana. Algo falta. “Recuerden llamarme para saber cómo salieron”, su voz se escucha por la ventana.

Ahora sí, la normalidad regresa. Los jóvenes apenas conocen su historia, aunque de algo están seguros, y es que ella les adelantará la llamada, para aclarar alguna posible duda que el tiempo no le permitió explicar.

Pie de foto: Edelma Acosta Hernández en audiencia con el Papa Francisco durante la Misa de Pentecostés.

 

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