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RAÚL HERNÁNDEZ NOVÁS: LOS ENIGMAS DE UN VIAJE POR LAS AGUAS DE LA MUERTE

RAÚL HERNÁNDEZ NOVÁS: LOS ENIGMAS DE UN VIAJE POR LAS AGUAS DE LA MUERTE

DAINERYS MACHADO VENTO,
estudiante de quinto año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Comienza a llover. Estoy en casa, encerrada en mi cuarto. Leo. El sonido de la lluvia me alegra, es lo único que hace soportable el calor de estos—casi 12— meses de verano. Desde hace algunos años las tardes de junio se desbordan de agua, en extraño contraste con las tardes secas de mayo. Las aguas del mes de las flores se han desplazado hacia otras fechas. ¿Habrá llovido el 12 de junio de 1993 mientras el poeta se decidía por fin a quitarse la vida? Los poemas que me llegan desde las páginas de sus libros me hacen pensar por un momento que se había suicidado lanzándose al mar para siempre. ¿Dónde habrá conseguido la pistola? Cuando sonó el disparo ¿estaría llorando?

“No medir a los autores por la edad que tenían cuando escribieron, o publicaron, tal libro o poema, sino por la vitalidad que arroje sobre ellos la lectura múltiple de diversas generaciones a través de los años” (1) es una de las clave propuestas cuando de análisis literarios se trata. Pero Raúl Hernández Novás (n. 1948) hace que me resista, al menos por estas líneas, a ese criterio: escribió muchos de los versos, que luego se convertirían en el poemario Enigma de las aguas, cuando contaba unos escasos 20 años (2) de edad, y en cada uno de los poemas del libro se halla el rastro de la muerte, convertida luego o para siempre, en uno de los motivos perpetuos de su creación literaria.

Este es el primer volumen de poemas que publicó Novás y los textos que recoge fueron escritos por su autor entre 1967 y 1971, aunque su publicación no tendría lugar hasta 1983, como uno de los reconocimientos al Premio de Poesía del Concurso 13 de Marzo que le había sido otorgado un año antes.

La muerte, la soledad, y la frustración envuelven las estrofas a través de las que se descubre al poeta a lo largo de todo este volumen, y caen sobre su obra como “Cayendo entre las manos, como el mapa raído del mar”. Sus ausencias van a dar en el justo lugar en el que, por decisión irrevocable de Dios, se expandieron las aguas, para separarse las unas de las otras y convertirse en ríos, mares y lágrimas. Ausencias que no se apartarán de su creación hasta que él mismo terminara con todas y con todo.

Raúl Hernández Novás integró la grande y pavorosa familia de los Van Gogh, Silva, Crane, Artaud, Virginia Wolf, Esenin, Mayakovski, Pavese, Violeta, Arguedas, Milián, Sylvia Plath, Celan y tantas y tantos más a quienes no se dejó otra alternativa que apagar su pena insoportable al precio de apagar la propia existencia. [...] malheridos sin remedio que lucharon con heroica rudeza hasta sucumbir [...]. (3)

Es por eso que descifrar los enigmas de estas aguas de Novás es como descifrar la fuerza de la lluvia, la existencia infinita del mar, reflejo del cielo ¿sin color?, sólo para descifrar el llanto de los hombres y sus necesidades, escudadas en las distintas formas del líquido vital. Entre estas páginas su poesía es sumamente triste, y la nostalgia que lleva prendido cada verso en su costado izquierdo, infunde no se qué extraño temor... ¿a la vida?

La tristeza de estos poemas radica fundamentalmente en que, aunque aparezcan niños, muchachas, lluvia, mar, el poeta los emplea siempre como símbolos de una búsqueda que emprende en un viaje sin rumbo. Ruta que se extiende por la existencia y que navega en un “barco ebrio”, en el que “Capitán es el viento”, el mismo viento que llevó su mano a posarse sobre una pistola.

Su muerte fue también un triste poema, aunque ella vendría a representar la materialización de la única vía posible para lograr su deseo, para determinar por fin su rumbo. No le será posible reencontrar el paraíso anhelado del vientre materno, por el que clama en sus versos y que muchos coinciden en hallar por vez primera en Muerte de un payaso, incluida también en Enigma de las aguas. Para alcanzar ese límite del retorno, al que no puede llegar como ser humano, sólo la muerte sería salida para que “el solitario hombre”, que sentía como “un payaso lo irrisorio de su papel”, dejara de ser movido por los hilos del ciego e “infinito azar” (4).

Su decisión final, anticipada en más de uno de sus poemas, encuentra sus más lógicas explicaciones en las necesidades que no pudo suplir y que fueron convertidas por el poeta en los principales motivos de su escritura, de los que existe evidencia ya desde Enigma: “Entonces, ¿a qué playa arribar, qué ancla guardar en el corazón/ si sobre los cimientos del mar la tarde se construye y se desploma/ cada día?” (5), se preguntaba ante la conciencia de esas necesidades que atormentaban desde temprano su personalidad.

Acaso murió sin la certeza de que el poeta seguiría respirando por sus versos, seguiría viviendo a través de “el metro, la cadencia, las palabras (...) esos vehículos concretos” (6) de su poesía. Este apego a una definición materialista de la creación poética influyó mucho en que sus primeros años como autor (1959-1963) los haya dedicado al entrenamiento formal del ritmo, la métrica y la construcción estrófica, que luego le permitirían un sinnúmero de creaciones regidas por una mezcla de tendencias literarias, que se convertiría en sello distintivo de su voz. Hoy es reconocido como uno de los mejores sonetista cubanos, para luego ser llamarlo principal exponente del neorigenismo. Ambos criterios son ciertos: su poesía se nutrió de todas las corrientes y géneros que atravesaron o coincidieron con su existencia.

Y a pesar de su evolución poética, o precisamente por la intensidad de esta, entre los conflictos de su obra toda, se encuentra latente la imposibilidad del poeta de encontrar su centro, tormento que consiguió frustrarlo; irónica contradicción para quien se reconoce —a pesar de sus pocas implicaciones políticas en un país netamente político—que “ha enriquecido, de manera sustancial, la lírica cubana de los últimos cuarenta años” (7).

“Quitarse la vida presupone el ejercicio de la voluntad, y la decisión que la mueve surge en el interior de la conciencia. Es el producto de la resolución de una inteligencia atormentada por los vaivenes de la frágil y precaria existencia humana” (8). Tal vez sea esa la causa real, justa y única, para que Novás se haya arrancado él mismo la vida: poner fin a los sufrimientos provocados por los anhelos del pasado como estado ideal, pero de un pasado tan real como etéreo, que se remonta al paraíso amniótico del vientre materno, porque desde la partida no conoció felicidad.

El hombre decidió marcharse, y como el poeta, más afortunado, ineludiblemente debía partir con él, determinó al menos no defraudarlo: "El 12 de junio de 1993 Raúl Hernández Novás puso fin a su vida con un tiro de revólver en la sien. Se conoce que el poeta traspasó una frontera que muy pocos rebasan: la primera vez que apretó el gatillo, el disparo no salió. [...] Pero el poeta insistió y se consumó su muerte." (9) 

Las gotas de lluvia parecen rayar el cristal de la ventana de mi cuarto. Atacan la puerta cerrada del balcón, en un frenesí incontrolable que suena como rabia. Por el piso, indetenibles, se apresuran a entrar chorros de agua, que llegaron hasta la lejana zapatera después de mojar un par de zapatos regados a mitad de todos los caminos. Los papeles, sobre la mesa cercana a la ventana, se empapan gracias a un pequeño resquicio que queda entre persianas, por el que parece colarse todo el aguacero de esta tarde. Dejo de leer por un minuto. Tiempo necesario para cubrir con un nylon todas esas revistas y tareas antes de que se fragmenten, ellas mismas, hechas lluvia. Se mojan también mis manos, pero no las seco para volver a estrechar el libro que leía: es la primera vez que me adentro en los versos de Raúl Hernández Novás, y, a penas concluido el primer poema, me doy cuenta de que esta lluvia que me pone nerviosa mientras me tortura, es también obra suya.

Aguas es el poema que inicia su Enigma, y en uno de los que intenta discurrir sobre el misterio de la creación: el líquido como fuente (“Y nacer fue entonces el comienzo del exilio”). En este poema el universo material del hombre lo incluye y a la vez lo desborda: “como si un cuerpo de antiguo actor penetrara en su cuerpo/ como si una mano lo empujara hacia adonde huyen siempre las fronteras/ del mar”. El hombre existe, pero no tiene control sobre su existencia, como no tiene control un niño sobre la mayoría de sus acciones.

El propio Novás asegura que es “de esa imposibilidad de configurar una adultez (de la que) derivan sus visiones autoparódicas del sujeto lírico como antihéroe” (10):

A la orilla del mar venía llorando, / ciego llorando un túmulo de espumas. /  No preguntes por qué este hombre frente al mar / está llorando lágrimas saladas / y sus ojos acarician como a un padre el vacío. / Ni por qué las miradas del mar lo atraen como a los niños / que sólo miran amor de espumas o futuras muertes.

Más de una vez representará al mar como umbral de un viaje, de un viaje que sabe necesario, pero al que se resiste, y que prefiere observar desde la orilla. Aguas (1970) implica el desenvolvimiento de una metafísica poética, de alcance cosmogónico, en el que el hombre hace perdurable su bienestar en el deseo de obtenerlo y no en alcanzarlo: Llévame de una vez, sumérjanme tus olas. / Por qué he de vivir arañando tu piel / si nunca he de dejar una huella en ti?

Es La orilla del mar, el segundo que recoge el volumen, un poema en apariencia optimista, pero plagado de un absoluto pesimismo en el que “cae ciudad disuelta en la lluvia”, “lluvia (que) muerde las manos de los niños”, “manos de niños” en las que se pierde la memoria del “tenaz abuelo”. El mar no puede venir a tapar las arrugas del tiempo, no hay marcha atrás, ni posibilidad de regreso porque “el mar/ se confunde con el cielo, las nubes lo ocultan/ un ejército celeste lo asalta, una ribera lo contiene”.

Los hombre de la ciudad están “frente al mar”, frente a la posibilidad de lograr los anhelos, pero no hay búsqueda más allá del deseo, los niños son los más atrevidos, por su ingenuidad, por su natural cercanía maternal, pero también fracasan. Poética de la metafísica mediante las que “También caen las manos, pero escalan/ otra vez el húmedo/ árbol (...) para luego caer, llorando, a igual distancia/ del fruto evadido”.

Novás dibuja la vida como un ciclo de pretensiones, de intentos pocas veces logrados: ¿qué es la orilla del mar sino un sitio al que el agua llega, pero se retira, imposibilitada de permanecer por la necesidad de retornar siempre a su lecho como único modo de seguir siendo lo que es?

Sus poemas, y en especial La orilla del mar, encuentran en la variada combinación métrica de las estrofas todo el ritmo que necesitan y muchas veces todo el que aguantan: por momentos su musicalidad es capaz de opacar la comprensión y se ha de emprender nuevamente la lectura.

Similar sensación provoca la abundancia de recursos tropológicos. La profusión de estos impide en cierta medida la connotación de sus poemas y provoca una interpretación fundamentalmente descriptiva en la que “la orilla del mar”, en Aguas por ejemplo, no es un umbral hacia otro momento de la vida del hombre, sino es simplemente una orilla del mar. Este símbolo de la orilla como mirador, como puerta hacia otras formas de su existencia es identificado también en otros poemas, tal vez de forma más clara:

Brilla, y el niño queda / inmóvil ante el mar / como si hubiese muerto / pues su desierto rostro / sólo vino a mirar desde la orilla. (Fragmento de Último segundo para Antoine Doinel)

Pero el agua, la luz, el aire, la tierra, son solo imágenes que contrapone o no Novás, para simbolizar la realidad que pretende expresar, casi siempre desde lo sentimental y afectivo. Si en otros versos el mar simboliza la fuente, el amnios anhelado, y la tierra la vida, la existencia incompleta, ¿tendría que sumergirse en el mar el que quisiera retornar al principio de su existencia?:

El mar reía. Y tú sobre su mano / como un juguete roto, mudo maldecías. / Quería regresar...Allí donde algo tuyo había quedado. / (Algo nuestro que siempre muere en los naufragios) (Fragmento de Aguas, IV)

Morir es el estado que más se parece a nacer; pero sólo en el punto máximo de deseo, definido por la metafísica, pues el ser posterior al nacimiento es diametralmente opuesto al no ser, después de la muerte, aunque ambos sean transiciones obligadas de la existencia. Uno y otro le serían negados a Novás: el ser porque lo vivió entre las aguas señalando solo el momento de la muerte; y el no ser porque Dios lo vedó para el que tomara su fin por mano propia.

En la dialéctica del uno y la subjetividad del otro creía Raúl Hernández Novás. Las alusiones más o menos indirectas a la religiosidad pasan en su obra por diferentes tratamientos, pero desde sus primeros poemas fundamentalmente católicos, sus referencias bíblicas como fuentes de leyendas y poesía, hasta su retorno a la religiosidad, reconoce a la Biblia como “libro inagotable” de su inspiración.

Es por eso que el motivo de las aguas en sus diferentes versiones, se desarrolla como toda una muestra simbólica de diferentes necesidades, y tal como en los diferentes pasajes bíblicos, el agua puede ser purificadora: “Viene un mar, para borrar las arrugas./ Viene un mar en las alas de sus aves”—fragmento de La orilla del mar— (“porque el Cordero, que está en medio del trono, será su pastor y los guiará a manantiales de agua de vida, y Dios secará toda lágrima de sus ojos.” (11), puede ser inicio y puede ser fin: “Mira, has sido rescatado del naufragio./ Tú, el único que pudo escuchar la risa del destino”  (“Después me dijo: “Ya está hecho. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré a beber del manantial del agua de la vida sin que le cueste nada. (...) Pero en cuanto a los cobardes, los incrédulos, los odiosos, los asesinos (...) a ellos les tocará ir al lago de azufre ardiente, que es la segunda muerte.” (12).

A pesar de la poesía materialista declarada por Novás como su visión del género, en El herido de punta de ausencia, otro de los más nombrados poemas de Enigma de las aguas, aparece un motivo de la poesía pura que se reiterará a lo largo de toda su obra: la estatua.

Cartas a una estatua recinto del verano / una estatua que no envejece / una estatua luminosa y blanca como un fruto / que no guarda la oscura semilla de la muerte.

Esta visión refleja una vez más la preocupación del poeta por la muerte, a la que percibe como oscuridad, pero como semilla, es decir, como transición hacia otro estado, porque si es semilla, aunque sea oscura, un día retornará o ¿acaso es esa semilla la existencia, que solo perdura mientras no retorne y se convierta en la muerte?. En ese caso la muerte sería el fin real de la vida, único objetivo posible.

“¿Verdad que vendrás con el timón y el mástil y en el mástil/ la flor/ de aquel árbol que en tierra no pudo retoñar?”. En el mar está representada la posibilidad de cumplir con los anhelos: lo que en tierra no nació, es retoño en el mar, que además proporcionará “las olas que besan mi tumba”.

Capitán es el viento reproduce el ciclo de la vida desde la esencia de la creación: “Como el equilibrista que sabe que va a morir joven (...) Como el animal que nace, se reproduce y muere”, movidos por “los rostros del viento” transita cada cual su existencia, movido por “vientos” diferentes que los hacen asumir la vida también de diferentes formas. Por lo que mientras “Ellos (los otros) veían las imágenes del viento:/ la madre con el niño en los brazos,/ la pálida novia, la tierra arada por los lentos bueyes terrenos”. Novás solo “(...) veía puertas cerradas,/ paraíso negado y olor de lejana tierra”. Se adelanta a su destino como tiempo que le espera, y que vivirá, víctima de las mismas ausencias que lo atormentan:

Te vuelves, no encuentras a nadie, ¿te han dejado solo?, / ¿nadie sobre cubierta?, ¿conoces ese silencio? /... ¡Miradlo, miradlo atado al palo mayor del cielo!”.

Se dice que es la muerte de la madre del poeta en 1985 el golpe más duro de su vida, que lo hará incluso abandonar prácticamente la creación poética, aunque hasta ese momento la hubiese empleado como vehículo canalizador de sus preguntas y tormentos. Pero analizando, incluso superficialmente, algunas de las obras que conforman Enigma de las aguas, se hace indiscutible que los temores y necesidades de Novás, si bien se acentuaron con la pérdida de su madre, no se iniciaron con ese suceso.  

Es en Muerte de un payaso donde es posible hallar la primera muestra importante de su necesidad de integrarse al seno materno:

Madre era la oscuridad lo que deseaba / mi paso se hundía en la piel de la noche / y yo era feliz / No vale oscuridad sin mano de madre (...)”.

Su búsqueda —“Era la noche lo que deseaba y ya la tengo”— no se dirige hacia un hallazgo, sino hacia una pérdida: crecer es estar un paso más lejos, o años más lejos del amnios. Por eso rechaza todo posible cambio o novedad que lo aleje de su ideal. De ahí que maneje su nacimiento como exilio, como desprendimiento que no deseaba, y que los poemas de Enigma de las aguas, hablen de ese peregrinar sin rumbo por la vida, emprendido el largo viaje que es la existencia.

Esta necesidad, que no le es exclusiva, y que lo arroja una y otra vez sobre el tratamiento de lo materno, encuentra, en la historia de Novás, lo que podría llamarse una justificación física: nació con una enfermedad congénita llamada cardiopatía, que, tal como él reflexiona en algún momento, “significa que el corazón del niño no ha podido rebasar esa etapa fetal” (13). Esto viene a reforzar su imagen de poeta diferente, obsesionado por los límites del ser humano, a la vez que convierte su anhelo del paraíso amniótico en causa casi necesaria, por tener origen no en su mente, sino en su cuerpo.

y mi alma cogida en la zarza en tu alma y tus ojos agudos / como miradas de nardos o de estrellas / entre los jazmines y las locomotoras del mar / sonando a sueño a sueño sumergido y ansiando ver el mar / para morir o conducir un rebaño de insectos (...) (Fragmento de Barba azul y los siete enanos).       

Esencias diferentes del cuerpo humano alma y cuerpo, porque “(...) Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida (...)”, y aunque persiste en la poética de Novás un acercamiento más desde lo psíquico a la naturaleza del hombre, fueron sus deficiencias corporales —su enfermedad cardiaca, su imposibilidad de tener sexo con una mujer— las que más marcaron su psiquis, en la que “sobresalían su timidez y la inadaptación social” (14), reflejadas en muchos de sus versos:

sobre la mesa el manjar de todos los dominios del corazón / recién abierto como tumba con murmullo de abejas / oh dulce paso reposado de bueyes con que se abren las esclusas / del cielo (Fragmento de Barba azul y los siete enanos).       

Y fíjese el lector que la obsesión del poeta estaba precisamente en la psiquis humana, retándonos a ignorar la sociedad, a pesar de su declarada ideología marxista.

¿Por qué podría decidirse un hombre al suicidio? Los tormentos que he tenido no han alcanzado para arrojarme sobre la posibilidad de tal determinación. Pero Novás no me resulta totalmente indescifrable, aunque su poesía se escurra a veces entre cualquier concentración y comprensión posibles. Sus versos son demasiado fuertes, y a veces siento que me asfixian tanto como el agua, o como el presente.    

Justo en 1959 traza Raúl Hernández Novás los primeros versos que lo convertirían en poeta. El triunfo reciente de la Revolución Cubana ocasionaba un cambio de paradigmas culturales muy fuerte, tan fuerte, que estos sobrepasarían los límites de la Isla, e influirían en los cánones de intensa y extrema liberación que viviría el mundo en las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX, a la vez que el proceso cubano se convertía en ejemplo puro de casi todas las transiciones posibles.

Desde el punto de vista ideológico, los primeros poemas de Novás, los que escribió entre 1959 y 1963, “abordan temas tópicos, acaso por la influencia de su padre: además de algunos poemas de inspiración familiar, la mayoría recrean temas de la historia de Cuba, y, otros, sucesos políticos trascendentes de los primeros años de la Revolución Cubana” (15).

Se plantea que es sus primeras incursiones sobre estos temas hay un empleo retórico de los recursos expresivos, lo que provoca un alejamiento temático; situación que se invierte hacia poemas de mayor elaboración estilística como es el caso de Oda a Camilo Torres, recogido también en Enigma de las aguas. Este poema es el primero de los cuatro (16) que se considerarían luego entre los de mayor valor histórico y repercusión social. Y sólo cuatro porque la temática histórica contextualizada al presente, o al pasado, solo aparecería ocasionalmente en la obra de este creador.

Precisamente Enigma de las aguas marca un hito dentro de la poesía cubana de la Revolución, es decir, como contraste con el canon de poesía conversacional y/o prosaísta predominante durante la década de los años sesenta, setenta y ochenta. (...) su poesía se orientará desde un principio hacia un acendramiento imaginal y hacia una integración estilística de distintas tendencias expresivas. (17)  

Los rasgos distintivos de su poesía, y la poca implicación social, desde lo político, que tuvo esta pueden ser las principales razones para que se hallen pocos análisis de su obra desde el elemento histórico-contextual. Podríamos decir que sus versos recrean un mundo personal (el suyo o el de los sujetos líricos), aunque su suicidio se ha relacionado también con otras causas, confirmación de que no puede nadie salirse totalmente de su realidad, a pesar del abundante abstraccionismo que marcó el estilo de Novás.

Su período fundamental de escritura, desde 1967 y hasta 1985, convive con el cambio de paradigmas culturales que se trasladarán de un extremo a otro de la creación: naciente en un férreo realismo socialista, que se matiza críticamente hacia mediados de la década de 1970, para descender por lo general hacia el tratamiento de temáticas superficiales. Pero en todo ese tránsito se afianza el criterio de su singularidad pues, según Mercedes Santos Moray (18), la suya continúo siendo “una poesía inusitada en la Cuba de aquellos tiempos, muy diferente no solo a lo que se escribía, sino a cuanto se publicaba, elogiaba y ponderaba, se vendía como el canon”. Después de 1985 su escritura se hizo esporádica, la pérdida de su madre, Berta, golpeó la pluma del poeta para no darle ya más vida. “Aquellos aciagos primeros años del período especial, tan lacerantes y dolorosos para Raúl” (19) terminaron de afectar su personalidad, unido a una enfermedad en la que se sumió su padre, y que se erigieron como los vientos que rigieron al fin su viaje por el mar, motivo reiterado de Enigma de la aguas, y de toda su poética posterior.

Era suicida, con tratamiento psiquiátrico, tratamiento que no logró que venciese sus temores y necesidades. Se dice que al morir su expresividad había alcanzado plena madurez, ¿recurso metafísico empleado por el poeta para hacer perdurar una madurez que logró en oposición a la de la adultez no deseada?

El trascendentalismo poético con que asimiló el tono coloquial, bajo los influjos del origenismo lezamiano, dieron vida al poeta solo en una búsqueda constante de la realidad más allá de las apariencias, y la realidad de los hombre la encontró en la espiritualidad de cada cual representada acaso en conflictos, mas no en anécdotas. Tal vez es por eso que se centra fundamentalmente en el espiritualismo del hombre, como única realidad incapaz de ser ocultada. 

“Por más que utilice el coloquialismo, el prosaísmo, las locuciones y salidas de tono, su lenguaje nunca aspira a confundirse con el habla, sino que subraya siempre, sin discriminación de tradicionales elementos retóricos, su carácter eminentemente literario, de lenguaje no común” (20), dice Novás sobre Vallejo y lo dice sobre su propia obra.

Esta asimilación de nuevas formas es asumida por el poeta desde Enigma de las aguas, en 1967, y no llegará a evidenciarse en la literatura cubana hasta llegada la década del 80. La  poesía de su primer libro será reflejo de distintas tendencias expresivas, “nada frecuentes dentro del predominante y a menudo árido terreno expresivo del coloquialismo”, lo que demostrará su angustiosa capacidad de ser una voz lírica inconfundible.

Gracias a sus más terribles obsesiones, escribió sus más desgarradores versos. Si su obra sobrevivió fue precisamente porque no se sumergió en las corrientes de los realismos efímeros de los primeros años de la Revolución, y navegó siempre en su propio barco de versos, aunque fuese por la aguas de una muerte que se anunciaba desde sus primeros poemas.  

Notas:

(1) Curbelo, Jesús David: ¿Y dónde está Rimbaud? Disponible en: http://www.cubaliteraria.cu Consultado: 30 de mayo de 2008.   
(2) La mayoría de los comentarios sobre Enigma de las aguas, reflejan su fecha de creación entre los años 1967 y 1971, pero en la nota sobre ese libro preparada por Jorge Luis Arcos se detallan las fechas de elaboración de esos poemas, y la más temprana es la del 25 de octubre de 1968, cuando escribe “Entonces será el llanto y el crujir de dientes”. Arcos, J.L.: Complación, introducción y notas de: Hernández Novás, R.: Poesía. Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2007. P. 40.
(3) Fernández Retamar, R.: Raúl en su Cuba y en su noche, citado por Arcos, J.L.: ob. citada. P. 30.
(4) Alusión a las últimas estrofas del poemas Aguas, primero de Enigmas de las aguas.
(5) Aguas IV, en Enigma de las aguas, ed. Citada, p. 45.
(6) El propio Hernández Novás niega la poesía “pura”, influenciado “en gran parte a mis maestros Mirta Aguirre y Guillermo Rodríguez Rivera”. Marqués Ravelo, B.: No soy un poeta hermético. Entrevista a Raúl Hernández Novás, citada por Arcos, J.L en el prólogo a la Poesía de Novás. Ed. Citada., p. 12. 
(7)Nota de contraportada de su Poesía, ídem.
(8) Grillo, Rafael: Ensayo El Caso Camus Y Los Genes Suicidas, Disponible en: http://www.proyectoesquife.cu. Consultado: 30 de mayo de 2008.
(9) Arcos, J.L: Prólogo a la compilación Amnios, citado por Beatrice en Capitán desde un mástil. Disponible en http://www.lajiribila.cu. Consultado: 30 de mayo de 2008.
(10) En una de las cartas que el poeta escribe a Arcos, p. 25 del prólogo de Poesía, ídem.
(11) Ap. 7:17.
(12) Ap. 21:6.
(13) Carta de Raúl Hernández Novás a Arcos, citada en La poesía de Raúl Hernández Novás, prólogo a la antología de su poesía completa, citado anteriormente en estas páginas. P. 31.
(14) Informe de orientación profesional fechado el 4 de septiembre de 1967, y a la que Arcos, en el prólogo citado, alude como referencia a sus rasgos personales.
(15) Arcos, J.L.: La poesía de Raúl Hernández Novás. Prólogo a Poesía, ídem, p. 9.
(16) Los ríos de la mañana, Sobre el nido del cuco y El sol en la nieve, completan la lista.
(17) Arcos, J.L: ídem, p.10.
(18) Para la referencia consultar Bibliografía.
(19) Santos Moray, ídem.
(20) Raúl Hernández Novás: Vida de un poeta, ensayo sobre César Vallejo que dice mucho de la poesía del propio Novás, a partir del tratamiento que hace este de los cambios y evoluciones de la poética de vanguardia. Citado por Arcos en el prólogo a la Poesía  de Novás, ídem, Pp.12-13.

BIBLIOGRAFÍA

Arcos, J.L.: La poesía de Raúl Hernández Novás. Prólogo de Poesía de Raúl Hernández Novás. Fondo Editorial Casa de Las Américas, La Habana, 2007. Pp. 7-35.
Beatrice: Capitán desde un mástil. Disponible en: http://www.lajiribilla.cu
Curbelo, Jesús David: ¿Y dónde está Rimbaud?. Disponible en: http://www.cubaliteraria.cu Consultado: 30 de mayo de 2008.
Grillo, Rafael: Ensayo El Caso Camus Y Los Genes Suicidas, Disponible en: http://www.proyectoesquife.cu. Consultado: 30 de mayo de 2008.
Hernández Novás, R.: Enigma de las aguas (1967-1971), En Poesía de Raúl Hernández Novás. Fondo Editorial Casa de Las Américas, La Habana, 2007. Pp. 39-123.
Padrón, J.N.: Raúl Hernández Novás: Como el agua en el agua. Disponible en: www.caimanbarbudo.cu Consultado: 30 de mayo de 2008.  
Santos Moray, M.: Embajador en el horizonte: Raúl Hernández Novás. Disponible en: http://www.cubaliteraria.cu. Consultado: 11 de junio de 2008.
_____________: La Biblia de Estudio. Sociedades Bíblicas Unidas, Brasil 1997.

 

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