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Isla al Sur

MUSEO DE TURÍN

MUSEO DE TURÍN

Un encuentro con la cultura egipcia.

ALEJANDRO CREMATA SÁNCHEZ,
integrante del Taller de Egiptología, Unión Árabe de Cuba,
Cortesía para Isla al Sur.

¿Te gusta la egiptología? ¿No te parece fantástico lo que fueron capaces de crear culturas de la antigüedad como la egipcia? Pues te invito a deleitarte con algo de su historia, de sus obras, mitos y leyendas. Sí, será tal y como afirma una reconocida frase célebre: “Viajar es como hablar con hombres de otros siglos”.

Prepárate para retroceder en el tiempo y sígueme… No, no viajaremos a El Cairo, no. Sí, son grandes tesoros egipcios separados de su seno desde hace muchos años y ubicados a solo unos pasos de los Alpes, en la ciudad italiana de Turín. Acompáñame a una veterana edificación, al Antiguo Colegio de Nobles, Sí, no estoy equivocado, no es un error, allí se encuentra el famoso Museo Egiptológico de Turín, el segundo en importancia después de El Cairo, pero el primero en antigüedad.

¿No lo sabías? ¿Conocías de su existencia? Pues sígueme y te aseguro que este viaje cambiará tu vida como transformó la mía, claro, si te interesan las antiguas civilizaciones y la egipcia en particular.

Primero arribaremos a la ciudad de Turín, si lo quieres decir en italiano, pues entonces es Torino, en piamontés Turín. Ella se encuentra ubicada en el noroeste de Italia, la llaman el Pórtico de los Alpes, y estuvo habitada antes de la época romana por los Taurinos.

Al llegar la reconocerás como una joya elegante, pero discreta. Ciudad protegida por montañas que guarda en su interior obras maestras, palacios barrocos, grandes portales, comercio y mucho más… sus calles en forma geométrica simulan un tablero de ajedrez. Considerada en la actualidad como una de las más representativas urbes europeas del arte contemporáneo.

Turín es la cuna italiana de los reyes Saboya y fue la primera capital de la Italia unificada, además de primera sede del Parlamento. Entre sus monumentos se destacan la Mole Antonelliana, símbolo arquitectónico de la ciudad, construida por el arquitecto Alessandro Antonelli, de ahí viene su nombre. En ella puedes encontrar las monedas italianas de dos céntimos de euro y su majestuosa imagen fue utilizada para el logotipo de los Juegos Olímpicos de Turín en el 2006.

En su interior se alberga, desde el año 2000, el Museo Nacional del Cinema, dedicado a la historia del cine en Italia. En la actualidad, el turismo, comercio y sus grandes museos constituyen su vía fundamental de ingresos. Atractiva ciudad para pasear, pero además, para degustar sus exquisitos chocolates, una especialidad de la casa…

Ya después de conocer lo más representativo nos acercaremos al umbral de nuestro objetivo en este viaje…el Museo Egiptológico de Turín. Su edificio se encuentra enclavado en la Vía Accademia delle Sienze, en el centro de la capital piamontés. El inmueble cuenta con una distribución en forma de U.

Su fundación data de 1824, pero la edificación donde se encuentra era con anterioridad el Antiguo Colegio de Nobles. Con estilo barroco y con fachada de tres plantas, fue proyectada por el arquitecto Guarini en 1678. La idea de fundar el museo fue de Carlos Manuel III de Cerdeña, por lo que da la misión al botánico y profesor de la Real Universidad de Turín, Vitaliano Donati, de realizar un viaje a Egipto con el objetivo de recolectar todas las piezas posibles.

Esto fue en el año 1760, pero no es hasta 1824 que los turinenses  tendrán una gran colección de piezas egipcias cuando Carlos Felipe de Saboya le compra al cónsul francés en Egipto, Bernardino Drovetti, su colección personal de más de 1 000 piezas en 400,000 liras piamontesas. La historia confirmaría que Drovetti haría una gran fortuna gracias a la cultura egipcia, pues solamente a Turín le vendió un total de 5 268 piezas.

El Museo poco a poco fue tomando relevancia mundial. En 1894, Ernesto Schiaparelli fue nombrado su director, e incrementó los fondos mediante compras y campañas de excavaciones. Poco tiempo después se recibió la visita del ilustre Jean Francois Champallion, quien se encargó de estudiar la importante colección de papiros, los cuales ayudaron a dar los primeros pasos en el desciframiento de la escritura jeroglífica.

En la actualidad, el Museo de Turín cuenta con unas 26 500 piezas de la cuales solo 6 500 se encuentran expuestas. Las restantes permanecen empaquetadas en el almacén, a disposición de los investigadores.

Para comenzar el recorrido al recinto, visitaremos la primera planta, donde varias salas cuentan, a través de la exposición de testimonios de gran valor, la vida del antiguo Egipto, y de inmediato corremos a la planta baja para encontrarnos con la estatuaria más importante del museo turinense.

La mayor parte de las piezas proceden de la colección Drovetti, son grandes estatuas de divinidades, reyes y altos dignatarios, que fueron halladas en zonas tebanas, siendo casi todas, del nuevo imperio o de épocas posteriores a excepción de la princesa Redit, de la Dinastía III, de Saqqara.

En esta galería, escoltado por muchos otros faraones y dioses de piedra, se encuentra Ramsés II, faraón de la Dinastía XIX que ascendió al trono en los años 1280 a.C. y reinó por más de sesenta años. Él contempla desde su altura al visitante y le sonríe con la seguridad de que fue y sigue siendo uno de los reyes más poderosos de toda la historia, y que su reinado fue uno de los periodos de mayor apogeo de Egipto. Impresionante imagen…, es reconocida por muchos aficionados como uno de los tesoros más codiciados del Museo de Turín.

Dentro de las efigies de faraones más visitadas están la triada de Ramsés, en la cual se encuentra Ramsés II sentado entre Amón y Mut, destacándose su divinidad, la de Tutankamon junto a Amón, y la de Amenofis III delante del carnero de Amón.

Como ejemplo de estatua de culto también puedes hallar en esta galería la imagen de Amenofiste, en piedra caliza plana pintada y referente al culto doméstico, las pequeñas figuras de madera de la Madre Ahmose Nefertari, de la que se encuentra un bello ejemplar, descubierto por Schaparelli, todas ellas en la primera planta.

En el primer piso y divididas en salas mucho más pequeñas que las de la estatuaria se encuentra todo lo referente a ámbito funerario. Las tumbas egipcias consideradas como “casas de la eternidad” se situaban a orillas del desierto, excavadas en roca o construidas en piedra para asegurar al difunto la duración eterna. En una de las salas podemos ver un ejemplo de sepultura de adulto y otra de niño.

En lo referente a los sarcófagos, se utilizaban diferentes tipos, desde cajas de madera, cestos o grandes vasijas de barro cocido. En cuanto a la forma en que se introducía el cuerpo también existen diferentes maneras dependiendo del tiempo y de la jerarquía, en un principio eran en posición fetal, después de la creación de las pirámides se ampliaron para poner el cuerpo extendido y pueden observarse rectangulares con tapa plana o en bóveda, tanto de madera como de piedra.

El Museo egiptológico de Turín posee una excelente colección de vida cotidiana, no solo de faraones y su séquito, sino de la gente común, de aquellos que no se conocieron sus nombres pero que forman parte importante de la historia de este gran imperio.

Esta colección fue iniciada con parte de las “donaciones” de Drovetti  al museo. Dentro de los objetos más comunes está la cerámica con sus diferentes usos que van desde almacenar alimentos hasta la decoración o con fines funerarios. Cada época o región tiene sus formas, colores o materiales diferentes.

La orfebrería y carpintería tuvo un refinamiento exquisito y gracias a la buena conservación todavía hoy podemos verlas. En Egipto tuvo una mayor elegancia la carpintería del Imperio Antiguo, así se conservan las cajas con incrustaciones de marfil y pasta vítrea, procedentes de Gabelein.

Para culminar con la muestra de vida cotidiana está la confección de instrumentos musicales como flautas, crótalos y arpas, así como juegos como el senet con tableros y piezas.

El viaje va terminando, pero nos falta visitar el objeto más valioso del Museo: El Canón Real de Turín que data de la dinastía XIX. En él se escribieron los nombres de los monarcas egipcios desde la Dinastía I hasta la XVII, perfectamente divididos en grupos que coinciden con las dinastías de Maneton. Todos ellos precedidos por el reinado de dioses que habían poblado la Tierra y la falta de reyes posteriores, es decir, desde finales de la Dinastía XVII a la XIX, puede estar condicionado por habernos llegado incompleto. El papiro mide 170 cm de largo y 41 de alto y consta en la actualidad con unos 160 fragmentos.

La última sala, impresionante. Fue creada en el 2006 por Dante Ferreti, excelente escenógrafo que reunió 50 grandes esculturas del Museo y colocó un juego de espejos, paredes rojo-negras y rayos de luz oblicua a lo que llamó “Reflejos de Piedra” y en ella recrea la penumbra de una tumba faraónica, ofreciendo maravillosos efectos especiales para recrear a los visitantes y amantes de la cultura egipcia, como yo…

Así termina mi invitación y nuestro viaje a un pasado que estará cada día más vigente mientras existan amantes de la cultura del país del Nilo.

Si logré hacerte viajar a Turín o mejor aún, si logré que te transportaras a una de las grandes civilizaciones de todos los tiempos, la egipcia, entonces creamos una conexión indisoluble, más allá del tiempo y del espacio, y logramos mantener vivo el pensamiento del intelectual francés, Jackes Benigne Bossuet, cuando afirmó: “En Egipto se llamaban las bibliotecas el tesoro de los remedios del alma. En efecto, curábase en ellas de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás”.

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