LA EXCELENTE OPORTUNIDAD DE CALLARSE
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
Hay personas que no pierden momento para escucharse, aunque sea en una charla estéril. Las más de las veces, nos "atropellan" con lo que los cubanos llamamos "autobombo".
¿Quién no ha sufrido en una asamblea a uno de estos personajes? Levanta la mano y engola la voz al pedir la palabra. Parece, por el tono, que nos hablará de los más profundos temas filosóficos, o que planteará cuestiones medulares que deben ser resueltas. La mayoría de las veces son parrafadas que hacen perder preciados minutos, en una oratoria hueca.
El colega Viñas Alfonso, dotado de fina y sagaz ironía, en una reunión donde el verbo inútil habitó, recordaba: "Hay personas que pierden la excelente oportunidad de callarse".
En la galería de oradores huecos están quienes nos muestran el mundo a través de sus múltiples viajes, como si el mundo fuera un "monta-monta" de aviones al acceso de todos. Para ellos visitar un país no es el mutuo conocimiento de los hombres y mujeres que habitamos este hermoso planeta azul, gusto mayor intrínseco a los humanos. Es, simplemente, una referencia de itinerarios.
Hay otro tipo de orador vano: el que cultiva amistad, pretendidamente íntima, con personas que ejercen cargos de dirección. Para esa especie, el muy respetado José o Jesús en su ámbito laboral, se vuelve "Pepe" o "Chucho", en una indebida referencia familiar que no corresponde.
A ello suman los "ito" e "ita" ("Sergito", "Marielita"), almibarados e irrespetuosos para quienes ya no poseen edad pública para esos diminutivos de referencia hogareña, o, por su cargo, merecen tratamiento oficial.
En la oratoria vacía hay muchas variantes. Están quienes presumen de "vista larga" al analizar los problemas, como si el resto tuviera una colectiva "miopía cerebral".
Otros gustan de conversaciones "controvertidas", pues las "planas", les aburren. Para esa especie, las últimas no son, como para el resto de los mortales, diálogos que aportan "algo". Nada, que para qué interesarse por la salud de un compañero, de las películas de los fines de semana, o del simple acto de dar los buenos días.
Eso me recuerda a un conocido que una vez me comentó que solo escuchaba música sinfónica en cualquier contexto y desdeñaba a quienes gastaban su tiempo con otras expresiones triviales. Respeté sus preferencias como parte del derecho ajeno. Pero pensé qué sucedería en una fiesta de fin de año donde la familia y la diversidad de intereses del grupo de amigos que nos visitan, optan por referencias más populares y que son, en primera instancia, parte indiscutible de nuestra raíz cultural. Sin embargo, esto podría ser otro tema.
Sigamos con los ejemplos finales de una lista que pudiera ser infinita. Están los oradores "polémicos", quienes disfrutan con tergiversar una reunión, para dar ellos el veredicto conclusivo con su "docta" palabra. Eso creen los "yo-yo" de la oratoria, los pavo reales en público. Son incapaces de pensar que, las más de las veces, la educación nos impide callarlos con un despectivo "bla, bla, bla...".
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