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Isla al Sur

VICENTE VÉREZ ARRANCANDO SECRETOS A LA NATURALEZA

VICENTE VÉREZ ARRANCANDO SECRETOS A LA NATURALEZA

Para este investigador, “un cubano responde por su medio, su realidad, que le otorgan un grupo de valores, y es imposible ser un ciudadano cubano y un científico en general, eso no existe como entidades separadas”.

MARIELA MORALES SUÁREZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

“Te contaré una historia que a mí en lo personal me tocó muchísimo. Fue durante la última prueba clínica de la vacuna cubana para combatir la hemophilius influensae. Llegamos a Jimaguayú, un pueblo en las afueras de Camagüey,  donde no se había hecho un buen trabajo de captación por parte de los médicos, al punto de que treinta niños tenían que ser inmunizados y la lista no llegaba a diez. Nos sentamos con los médicos y concluimos en que los acompañaríamos casa por casa para ayudarlos en el trabajo.

“A mí me tocó ir a la casa de unos padres muy humildes que estaban totalmente negados a vacunar a su niño. Estuvimos un rato conversando sobre el asunto, exponiéndoles pormenores del proceso para reducir al mínimo los riesgos a los que estaban sometiendo a los pequeños, y el por qué necesitábamos su ayuda, pues sin ese último ensayo el inmunizante no se iba a poder utilizar.

“Recuerdo que me dijeron: ‘Bueno, vamos a pensarlo’.  No imaginas la satisfacción que sentí cuando al rato llegó la mamá con su niño en brazos y el papá a su lado. Son esos momentos los que te llegan al corazón, pues en Cuba el científico vive realidades que lo hacen privilegiado”, así recuerda el doctor Vicente Vérez Bencomo aquel momento y aún en los ojos se le ve la emoción...

-Usted es un reconocido científico y, 

sin embargo, lo conocen más como

profesor, ¿a qué se debe esto?

Creo que se lo tendrías que preguntar a mis colegas del Laboratorio de Antígenos Sintéticos de la Universidad porque realmente me cuesta trabajo y será más natural lo que ellos digan, pero supongo que son los muchos años tratando de entregar a las personas el conocimiento que poseo, que se logra mediante la experiencia acumulada.

-Cuando se graduó en 1977, en

el Instituto Lomonosov, de Moscú,

¿pensaba dedicarse al estudio

de antígenos sintéticos?

Desde la carrera trabajaba en síntesis de carbohidratos, eso fue lo que siempre me gustó. Cuando regresé a Cuba  llegué con la idea de aplicar ese conocimiento de síntesis de carbohidratos en algo útil a la sociedad vinculada al Laboratorio de Antígenos Sintéticos.

Comencé entonces a formar un pequeño grupo e iniciamos algunos trabajos buscando siempre dónde se podrían aplicar los conocimientos que teníamos para no dejarlos solo en algo académico.

Evidentemente tuvimos suerte,  pues el campo de los antígenos sintéticos se empezó a desarrollar en los años 90. Es decir, nosotros asistimos al nacimiento y al establecimiento de esa novedad científica. Fue ahí donde nos vinculamos a este estudio con las respuestas de reconocimiento al sistema inmune y todos los procesos que tienen que ver con ello.

-¿Cuál fue la concepción de la investigación?

De hecho, nosotros conocemos un antígeno sintético, lo hacemos en el laboratorio con los métodos de la química orgánica, es lo mismo que componer una molécula que está en la bacteria, y de sea manera estamos reproduciendo lo existente en la naturaleza. Ese es el reto de un químico que hace estas cosas, pues es capaz de sintetizar moléculas muy complejas en un laboratorio y reproducirla exactamente como existen en la naturaleza.

Nosotros sintetizamos el antígeno B del grupo sanguíneo humano, y a partir de él hicimos anticuerpos monoclonales, y esos mismos anticuerpos son los que se utilizan en todos los bancos de sangre de Cuba.

También logramos sintetizar el antígeno de la lepra para así ver personas con anticuerpos de la lepra y detectar las personas infectadas. En el caso de esta enfermedad, la persona puede estar siete u ocho años encubando la infección e infestando a otros sin tener ningún síntoma. Gracias al estudio fue desapareciendo la lepra en el país, al punto de que podemos afirmar que ya no es endémica de Cuba esa enfermedad.

Y esa es nuestra concepción de la investigación, pues no solo es hacer algo científicamente importante, sino llegar al lugar donde realmente el científico busca el camino para dar una aplicación social.

-¿Cuántas fases recorrió la vacuna

antes de ser integrada en el plan nacional?

Se prueba en todas las fases de ensayo de la vacuna, pues no estamos hablando de una molécula que se sintetiza en un laboratorio y se acabó; se necesitan hacer un grupo de tentativas para que se convierta en un prototipo. Luego, para que ese prototipo de vacuna avance y se convierta en fiable, hay que tener otro grupo de experiencias, antes de los ensayos clínicos, que es cuando se prueban en las personas.

Hicimos ocho ensayos clínicos; primeros con adultos, luego en  niños mayores de cinco años; y por último, en lactantes de dos meses. Todos ellos atravesaron  por varias pruebas, lo cual es muy peligroso porque estamos hablando de un bebé sano, además de ser lo más preciado que tiene la familia. Es decir, teníamos que estar muy seguros de que lo que le estábamos inyectando a ese niño no le haría daño. Para ello estuvimos más de dos años probándola en ensayos clínicos.       

-¿Qué opinión le merece la colaboración

de los estudiantes de la Facultad de

Química cuando se ofrecieron como

voluntarios para el primer ensayo?

Para nosotros fue una tremenda escuela buscar voluntarios para los ensayos. Los primeros fuimos nosotros, y luego no solo conseguir voluntarios, sino el propio acto de convencer a la gente requiere de un convencimiento propio muy grande, además de una fuerte creencia en el trabajo que se está haciendo.

Pienso que las personas participantes en el proyecto salieron muy satisfechas por los aportes que realizaron. Pienso, también, que hubo un sentimiento de orgullo para con la Universidad de La Habana.

-¿Cómo se siente con el hecho de

que su esposa ha estado a su lado

no solo como apoyo, sino también como

especialista en estos  descubrimientos?

Violeta, mi esposa, indiscutiblemente que trabajar juntos en este proyecto ha sido un apoyo importantísimo, algo que también llega a la familia, porque pagan los hijos que a veces lo entienden, a veces no lo entienden, y aunque lo entiendan nunca están satisfechos con la falta de tiempo para ellos que significa este trabajo por muchas razones.

No obstante, el apoyarnos uno a otro, y estando juntos en la investigación ha sido muy importante. Violeta es un gran apoyo, una persona capaz de entregarse mucho más que yo al proyecto, de entenderlo, capaz de hacer cualquier sacrificio. Entonces esto  me compromete aún más.

-Desde un Premio Nacional de Química,

pasando por el de la Sociedad Económica

de Amigos del País, hasta dos premios del

Museo Tecnológico de San José, California.

¿Cómo valora esos lauros?

De los premios puedo decir que tienen el mérito de reconocer el esfuerzo tan grande que hacen las personas.

El saber que hay en Cuba más de 300 niños vivos por la vacuna que hicimos, es el único premio que nos reconocemos. Ese es el único que cuenta, y me emociono al decirlo porque fueron muchos años de esfuerzos.

Agradezco todos los premios recibidos, pero en lo personal, si lo que buscamos fuera reconocimiento, no hubiésemos creado la vacuna. El esfuerzo no ha sido por los premios y es que todos los premios de la tierra no valen la felicidad que sentimos al saber que se ha salvado una vida.

-¿Es Vicente Vérez un hombre reconocido en su país?

A mi más que hablar si me reconocen o no, me gusta hablar de lo que le reconozco a mi país, pues realmente soy una persona orgullosa de su Patria, y lo reconozco con las dificultades que tenemos, con las desigualdades que tenemos. Por eso cuando digo este país no hablo de uno ideal, sino de este en el que vives tú, en el que vivo yo. Me siento orgulloso de Cuba a pesar de todas esas cosas, porque también se ha hecho mucho bueno.

Soy hijo de obrero y ama de casa y, en primer lugar, no habría podido estudiar en Rusia con otro sistema social en mi país. Estoy totalmente seguro de eso porque estudié la primaria en el capitalismo y si logré seguir avanzando fue gracias a lo que hemos hecho en la Revolución. Los principios por los cuales nos regimos en esta sociedad son los principios de este centro de investigación.

-El gobierno de los Estados Unidos le negó la visa

para ir a recoger uno de los premios y dar una

conferencia; aún así, recibió correos de

disculpas y apoyo de parte de la comunidad

científica de ese país. ¿Cómo se sintió?

Muchos de los científicos norteamericanos son personas muy decentes que no tienen nada que ver con las decisiones que toma su gobierno, y fue reconfortante recibir sus muestras de simpatía.

Por mi parte, pienso que fue un gran error moral del gobierno de Estados Unidos negarme la visa: ¿cómo puede ser calificado de terrorista una persona que obtiene un premio precisamente por salvar vidas? Todo demuestra una gran ignorancia y el grado en que nos subestiman. Lo más importante en cambio fue la repercusión que tuvo en la prensa norteamericana, lo que constituyó una verdadera victoria para nuestro país.

-¿Enfrenta muchas dificultades

en el desempeño de su labor?

Muchísimas, todos los días; y el hecho de que nos dediquemos a este campo lo hace más complicado aún. En épocas del período especial más crudo, este se sintió en el centro como en todas partes, o tal vez como en ningún otro lugar.

-¿Proyectos?

Muchos. Ahora estamos en tres vacunas. Una contra el neumococo y dos contra el cáncer. Son proyectos amplios, algunos más grandes que el de la vacuna de antígeno sintético, y no siempre a partir del antígeno sintético, porque en ocasiones nos sensibilizamos con otros problemas.

En el caso del neumococo, esa vacuna puede resolver el 90% de los caso de esa enfermedad, lo cual es un tremendo reto, pero uno se siente muy bien, porque hay cosas por las que luchar.

-Cuando abandona los laboratorios

y las reuniones, ¿qué lo distrae?

Me dedico al cultivo de orquídeas, soy un apasionado. He logrado hacer un jardín con más de 140 tipos diferentes que me salvó en los momentos más difíciles de la vacuna. Estuve una semana en el Orquidiario de Soroa y descubrí que era lo que necesitaba como hobbie, porque es complicado y difícil. Fue lo que en un momento determinado me dio las fuerzas para terminar y no enfermarme.

-En pocas palabras, ¿qué es

para usted ser científico?

Te podría decir qué es ser científico cubano, porque para mi son dos cosas diferentes ya que hay disparidades entre un ciudadano cubano y un ciudadano de otro país. Un cubano responde por su medio, su realidad, que le otorgan un grupo de valores. Y es imposible ser un ciudadano cubano y un científico en general, eso no existe como entidades separadas. No es como la ropa que te la puedes quitar y cambiar.

Hay científicos en otros países que trabajan investigando ciertos parásitos nocivos para la humanidad, y a su alrededor se mueren miles de personas por esa enfermedad y a ellos lo que le interesa conocer es el parásito, cómo funciona, cuáles son los mecanismos que utiliza y tú le dices, bien vamos a utilizar eso para encontrar una cura para las personas que están muriendo, y te responden: “No, a mí no me interesa, lo que me preocupa es conocer el parásito”.

Un científico cubano no puede ser así porque sería inconsecuente con los principios y valores que tenemos y hemos defendido. Porque eso es ser científico: conocer, buscar, pero no solo por el placer profesional de hacerlo. Uno no puede ser científico si no siente la satisfacción de arrancarle algún secreto a la naturaleza por el bien colectivo.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.


 

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