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Isla al Sur

UNA VOZ DE LA CIUDAD DE ABAJO

UNA VOZ DE LA CIUDAD DE ABAJO

María Antonia Ruiz Guzmán, historiadora y misionera de La Milagrosa del Cementerio Colón, comparte su amor y sus creencias

FÉLIX SALGADO LÓPEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Foto: LAURA PRADA ARIAS
  
La primera vez que nos vimos no me esperaba, pero hoy, sí. “Está en el cuarto”, dice su mamá, mientras me invita a pasar. Sentada en el sillón a un lado de la cama, la custodia Pequi, su fiel guardián, que ante la presencia de un extraño se transforma en una fiera limitada solo por su tamaño. La habitación, como el apartamento, es pequeña, acogedora. En las paredes hay cuadros con la imagen de Amelia Goyri de la Hoz, La Milagrosa del Cementerio Cristóbal Colón.   

“¡Buenas tardes!”. Saluda sonriendo. Su voz es tierna, dulce. En su mirada hay candidez. Ella es María Antonia Ruiz Guzmán, historiadora y misionera de La Milagrosa, quien a sus 67 años de edad comparte con nosotros el amor y su  creencia hacia Amelia.

“No sabes cuánta satisfacción se siente cuando se enseña a amar  y a creer sin comercializar con la fe”.

La sencillez de su trato impresiona cuando la conoce por primera vez. Le pregunto quién es María Antonia. Responde: “Para mí lo más importante es Amelia. Siempre he tratado de que prevalezca su nombre y no el de María Antonia”.

Desde pequeña sintió atracción por el cementerio y  pedía a su tía que la llevara. Más tarde, encontró paz en este sitio: “Vivo en esta casa, próxima a la Necrópolis, desde 1959. En aquel entonces cursaba la carrera de Bibliotecología y aquí había poco espacio. Incluso, dormía en el sofá que está en la sala. Por eso iba a estudiar al cementerio, en la capilla de la tumba de Yanet Raider, la cual frecuenté por mucho tiempo. Con el paso de los años me fui enamorando de aquel lugar. La ciudad de arriba no me gusta mucho, a mí me gusta la ciudad de abajo. Yo soy de la ciudad de abajo, de la ciudad del silencio”.

Confesiones

“En un momento de mi vida sentí que nadie me quería. Nadie me buscaba. Estaba sumida a una gran depresión, pero tenía la esperanza de someterme a un tratamiento médico. Estuve tres meses ingresada en un hospital psiquiátrico y me fugué porque no quería estar allí. Soy bastante rebelde. Ansiaba ser la María Antonia activa de antes.

“Sin embargo, nunca me di por vencida. Al salir del hospital comencé a caminar por la Necrópolis, me hice amiga de los trabajadores del lugar, conversaba, escuchaba anécdotas y me acercaba con miedo  a lo que más adoro ahora. No le temía a la imagen de Amelia que hoy  está en este cuarto, pero sí a lo que hacían en su tumba: los rituales, la brujería y a la delincuencia, sobre todo a eso.

“Llegó el momento en que veía a la gente rogarle a la imagen y eso me atrajo a ella. Entonces fui allí; pero, ¿cómo le pedía? Yo no pertenecía a ninguna religión. Sin embargo, me acerqué desde la calle que pasa frente a su sepulcro y le dije: «Si la vida me cambiara, si por lo menos lograra sentirme distinta, le prometo que investigo su vida, le cambio este lugar y no permitiré que nadie más comercialice con su imagen». Ahora me pregunto: «¿Quién era yo?».

“Pero, ¡era tanta la obsesión que tenía con aquel lugar que la gente me tildaba de loca! Tenía muchos enemigos. Me escupieron, me tiraron piedras, nadie me apoyó. Solo Dios o Amelia. ¡No sé quién me dio fuerzas para cambiar mi vida, investigar la historia de Amelia y transformar aquel sitio!

“Pasó el  tiempo. Iba y observaba a los creyentes. Eso me motivó para cumplir mi promesa, la cual se convirtió en una misión. En ese entonces ya no me sentía deprimida, estaba diferente”.

-Antes de que su vida cambiara,

¿creía María Antonia en Dios?

Recuerdo que desde pequeña en mi casa siempre hubo una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre y otra del Sagrado Corazón de Jesús. En aquella época eran discriminados los creyentes y yo era investigadora de la Comisión Nacional de Historia. Mucha gente me visitaba y guardé ambas imágenes en este cuarto. Pero sí, creía en Dios sin ser fanática. Yo creo en la fe de cada persona, porque… ¿Quién ha visto a Dios? ¿Quién lo ha sentido? Él está en todas partes: aquí entre nosotros, dentro de ti.

-¿Y en los milagros?   

Sí. Aunque al principio pensé que eran casualidades. Ahora recuerdo a Reinier, un niño cienfueguero de tres años, enfermo de leucemia. Yo estaba en el cementerio, sentada frente a Amelia, cuando su mamá vino llorando, arrastrándose, suplicando…Me conmovió mucho.  La abracé y le dije: «Mamá, no pierda la fe, no pierda la esperanza y hable con Amelia».

Pasó el tiempo, no recuerdo cuánto. Un día vi venir a una mujer que me parecía conocida. Venía con una plaquita para Amelia y un ramo de flores. Llegó llorando y gritando a toda voz: “¡Gracias! ¡Gracias Milagrosa! ¡Se salvó mi hijo!”. Aquello me emocionó. Después me abrazó  y  dijo: “Soy la mamá de Reinier”.

Entonces, creo en Dios, creo en los milagros, pero siempre acompañados de la medicina.

-Su promesa se convirtió en una

misión. ¿Por qué es María

Antonia una misionera?

No me considero misionera. La gente del pueblo que acudía a Amelia comenzó a llamarme así. Incluso Eusebio Leal, Historiador de Ciudad de La Habana, me reconoce como tal. Inicialmente yo llevaba a la iglesia del cementerio los obsequios que las personas le ofrecían y allí eran entregados a los más necesitados. También atendía su tumba e investigaba sobre su vida.

Razones de fe

“La fe es la razón para vivir. Con ella viene la esperanza, pero hay que creer en uno mismo. Si tiene de verdad una fe limpia y pura, debe confiar solamente en aquellos que llevan la palabra de Dios sin pedir a cambio nada más que un beso de amor.

“Yo tengo fe en Amelia, La Milagrosa. Pienso que  fue escogida por Dios como su intercesora desde que estaba en el vientre de su madre. Ella tenía el don divino de hacer caridad. Cuando era una niña se robaba el pan de la cocina de su casa para dárselo, a través de la reja del jardín, a los pobres que pasaban por allí. Además, ¡cuántos milagros realizados!”

-Según su criterio, ¿deben

creer las personas en Dios?

¡Hay tantos dioses y hay uno solo! Todas las personas para mí, deben tener fe.

-Un amor de leyenda, así se titula

el folleto sobre la vida de Amelia

escrito por usted. ¿Qué es el

amor para María Antonia?

El amor es Dios, es fe. Hay que ponerle una gotica de él a todo lo que se hace.

-“Las madres son amor, no razón;

son sensibilidad exquisita y dolor

inconsolable”, y cito a José

Martí. Usted, ¿qué piensa?  

Mi madre ha sido todo para mí: madre y  padre. Desde pequeña me sobreprotegió mucho a causa de los problemas de salud que tuve. Siempre ha estado conmigo.

Expresó José Martí: “Un hijo es el mejor premio que un hombre puede recibir sobre la tierra”. María Antonia nunca fue recompensada; sin embargo, piensa que “un hijo es lo más sagrado, lo más divino que pueden tener un hombre y una mujer, principalmente una mujer. ¡Solo una madre sabe lo que eso representa!”

-Usted concede mucha

importancia a tres días del año…

El 29 de enero es el natalicio de Amelia. Ese día voy al cementerio para hacerle una actividad cultural y ofrecer un conversatorio sobre su vida.     

También visito la Necrópolis el 3 de mayo, día de la desaparición física de Amelia, momento en que Dios la tomó en sus brazos y elevó su espíritu al cielo para hacerla milagrosa. Su fallecimiento coincidió con el día de la Santa Cruz, por eso en la escultura ella está abrazada a la cruz.

El Día de las Madres asisto nuevamente al cementerio, pues Amelia con su niño en brazos simboliza la maternidad. En compañía de otras creyentes ponemos flores en su tumba y también al panteón de los Marqueses de Balboa, donde le correspondía ser enterrada por el rango familiar que tenía. Allí descansan los restos de su madre, Magdalena.

-La canonización es la acción de

declarar santa a una persona venerable

o de especial virtud, ¿por qué no

ha sido canonizada La Milagrosa?

El día que deje de ser santa popular y pase a una institución religiosa, se perderá la tradición. A Amelia la ha canonizado un pueblo y todos los que acuden a ella.

Ficha técnica:

Objetivo central: Develar la relación de amor y fe entre María Antonia Ruiz Guzmán y La Milagrosa del Cementerio Cristóbal Colón.

Objetivos colaterales: Demostrar cómo la fe de las personas puede hacer cambiar sus vidas.  Identificar al lector con la vida de María Antonia. Motivar la reflexión del lector entorno al respeto de las creencias religiosas.

Tipo de entrevista:
Por los participantes: individual.
Por su forma: mixta.
Por su contenido: de personalidad.
Por el canal que se obtuvo: directa.

Tipo de título: llamativo.
Tipo de entrada: narrativa.
Tipo de cuerpo: mixto.
Tipo de las preguntas: 1. Cerrada. 2. Cerrada. 3. Abierta. 4. Cerrada. 5.   Abierta. 6. Abierta. 7. Abierta. 8. Abierta.
Tipo de conclusión: comentario del entrevistado.

Fuentes consultadas:
Documentales:
Ruiz Guzmán, María Antonia. Un amor de leyenda. Oficina del historiador, La Habana, Cuba. 2007.

No documentales:
Teresa Labarca, historiadora de la Necrópolis Cristóbal Colón.

 

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