FINALMENTE LLOVIÓ EN LA HABANA
Texto y fotos:
DAVID VÁZQUEZ ABELLA,
estudiante de tercer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Lo voy a contar rápido y simple, sin muchas metáforas o revuelos poéticos. Ayer llovió en La Habana. Finalmente la amenaza se cumplió y por más de una hora vi caer agua en mi casa. Sin pensarlo dos veces agarré la cámara y tomé las primeras fotos. Una gota aquí, otra allí, otra en mi cabeza. “Si se moja la cámara, Rosa me mata”, pensé mientras corría a buscar una toalla para protegerla. Seguí en busca de las gotas, en una hoja, en el piso rojo, en el techo de la casa de al lado, no, esas no, el zoom del lente no llega.
Mi mamá estaba corriendo con las macetas de un lado a otro y ni me preguntó qué hacía con una cámara envuelta en toalla debajo del agua, descalzo y sin pullover. Por un momento temí que resbalara en el suelo mojado, pero no se lo dije, no puedo distraerla, no sabemos cuánto durará el aguacero.
Tal y como estaba salí en busca de otros ángulos y otras gotas, siempre primeros planos, me gustan más y solo así logro que se vea bien la lluvia. Cada gota de agua es una historia. La próxima vez que esté en un aguacero, si ya se mojó, si ya llega tarde a su destino y si recuerda este trabajo fíjese en una partícula de agua, en solo una, cualquiera, y notará que después de caer se mueve o se queda estática en espera de otra gota que la mueva.
En ocasiones las gotas se unen y forman un chorrito o un charco. Ahora imagine lo que sucede con cada una que cae a su alrededor. Eso intenté, por supuesto, no pude ni ver o fotografiar casi nada, son demasiadas, pobre de mí.
Finalmente salió el sol y no lo digo como algo redundante u obvio, eran más de las 7 de la tarde y, sin embargo, el sol se reflejó en cada una de las miles de pequeñas partículas de agua. Ahora solo espero que llueva nuevamente, no para tomar fotos, sino para bañarme sin preocupaciones.
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