PERVERSA ENFERMEDAD DEL ALMA
La incontenible ingestión de bebidas alcohólicas provoca la pérdida de todo lo importante para los adictos a ellas. Luis, restaurador de antigüedades, es un ejemplo de cómo es posible recuperarse mediante la terapia grupal.
MARIATERESA HERNÁNDEZ MARTÍNEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
“El alcohol acabó con mi vida, familia, matrimonios, hasta tal punto que llegó a ser lo más importante para mí. Empecé a beber en la adolescencia porque pensaba que así me desinhibía y sentía mejor. Me gustaba ser el número uno, que dijeran como aguantaba la bebida, pero tomar no se convirtió en un placer, sino en una obsesión y una necesidad imperiosa.
“Poco a poco lo fui vendiendo y perdiendo todo. Yo, que al principio tomaba bebidas buenas, porque en aquel tiempo era muy barata, y me burlaba de los que tomaban ron de la bodega, a la vuelta de unos años estaba tomando chispa “e’tren”, alcohol de bodega filtrado con carbón vegetal”.
Luis, restaurador de profesión, al contactar con el alcohol no percibió la dependencia que este le provocó. Hoy, después de su cotidiana sesión terapéutica en Alcohólicos Anónimos, accedió a contar cómo logró sobreponerse a la enfermedad.
Daños físicos y espirituales
“Mi familia me ingresó en varias oportunidades en hospitales como el Calixto García, Mazorra, en el Centro de Higiene Mental, en San Juan de Dios, pero no entendía, o mejor dicho, no quería entender. Esta es la enfermedad de la negación y uno busca las justificaciones para beber: porque sobra dinero o porque no, porque se tiene mujer o porque no hay mujer. Es un deseo de la mente más fuerte aún que el rechazo físico del organismo. No eres capaz de sostener nada en la mano, ni de conciliar el sueño, si no tomas un trago. Y aunque estuve internado, siempre volvía a beber, siempre.
“Al enfermo alcohólico no le importa nada, ni madre, ni hijo, ni mujer. Fíjate que una vez llevé a mi hija para la playa y cuando regresé por la noche a Nuevo Vedado, donde vivía en ese momento, la madre me pregunta por la niña. - ¿Qué niña?, respondí. ¡La había olvidado en Santa María del Mar! A correr a esa hora detrás de un taxi para ir a buscarla.
“Al alcoholismo se le dice la maldita y perversa enfermedad del alma. Los hijos piensan: ¿Y ahora, qué hará pipo, qué romperá, le dará golpes a mi mamá, tirará los platos, se fajará? A uno nada de eso le interesa, al otro día ni se acuerda. Lo único que dice es: ¿Quién?, ¿yo?, ¿cómo?, ná, estás loco, yo no hice eso.
“Hay tantas cosas de las que me arrepiento como alcohólico: darle golpes a mis mujeres, perder los trabajos, la familia. ¡Cuántas veces me desperté en calabozos donde no sabía ni por qué estaba! Tuve huesos partidos que no sé a estas alturas cómo se partieron. Muchas veces me asaltaron y decía: esta vez sí no vuelvo a beber.”
-¿Qué secuelas dejó el
alcohol en su organismo?
“La bebida me ha dejado casi ciego porque el alcohol te come la vista. La “chispa” acabó con mi boca, las piezas se aflojaban enteritas y aunque estaban sanas, tenía que sacarlas.
“Una vez fui con un amigo a una discoteca flotante para celebrar sus ocho años sobrio. En aquel tiempo muchas personas salieron ilegalmente del país, por eso te revisaban en la puerta con un detector de metales. Cuando lo pasaron por mi pierna, empezó a sonar aquello, y yo no tenía nada. Preguntaron si estaba operado o me habían puesto tornillos, pero no. Eso estaba muy raro.Después fui al médico y me explicó que la chispa, al estar filtrada con carbón vegetal, produce plomo en las piernas. Por esa razón la mayoría de los borrachos tienden a tener los pies hinchados”.
Una luz en la oscuridad
“Llegué al programa de Alcohólicos Anónimos a los 35 años. Ya no podía más, no tenía nada. Me encontraba un día tomando “chispa” y pasó un compañero, que solía beber conmigo, acompañado de unos mexicanos muy bien arreglados. Me dijo que ya no tomaba porque se había incorporado a un programa traído por ellos.
“Los señores elegantes me dijeron: Mira, nosotros éramos así como tú, si tienes problemas y quieres participar, te invitamos. Yo tenía que dejar la bebida, pero no sabía cómo. Prometieron que al otro día me irían a buscar y les dije que no lo hicieran, que yo asistiría. Cuando los escuché por primera vez, me percaté que estaba enfermo.
“El día anterior había ido a casa de mi madre. Ella no me dejaba entrar, pero cuando le expliqué que necesitaba ropa para ir a una terapia, me dio un pulóver; un amigo mío, unos zapatos, y así me aparecí en aquel lugar. Después de 17 años no he dejado de asistir, ni he vuelto a tomar. Soy prácticamente fundador del programa, que cumple 19 años en enero (2012)”.
-¿Qué sentía cuando pasaba
por lugares donde se tomaban
bebidas alcohólicas?
“Una vez estaba de pase de uno de los ingresos y había tomado el Disulfiram, la pastilla que me daban antes de salir y con la que no podía echarme ni desodorante ni perfume, porque hace reacción con el alcohol. Vendí mi cadena y fui con una amiga para una piscina. Allí yo veía a la gente tomando Cubalibre y pensé que si el trago tenía refresco no me haría daño. Empecé a tomar y tomar, y después desperté en el hospital entubado por todos lados. Estando dentro de A.A, no tuve problemas al pasar por fiestas y esos lugares, pues me había convencido de sanar”.
-He escuchado que muchos
aquí le llaman “padrino”. ¿Usted
ha bautizado a tantas personas?
“No, no, existen padrinos dentro de la agrupación. Yo soy uno de ellos. Nosotros somos enfermos que hemos transitado un tiempo dentro del programa, y los recién llegados nos escogen para que los guiemos durante su recuperación. Es más fácil el proceso si tienes a alguien que te guíe, y le puedas preguntar: ¿Qué tú crees si voy por aquí? ¿Qué harías tú? Cada miembro elige a su padrino”.
-¿Cómo cambió su vida el programa
de Alcohólicos Anónimos?
“Después de ir a los grupos te encuentras gente de todo tipo, desde personas integradas hasta delincuentes. Dentro de la agrupación de Alcohólicos Anónimos, tengo ahijados que aseguran vivir mejor desde que están en el programa. Antes pasaron la vida presos y hoy estudian y trabajan. Para dejar el alcohol es necesario cambiar la manera de pensar y actuar.
“Aquí se aprende que los problemas se enfrentan, no se evaden. La realidad no es como yo quería: con muchas mujeres, mucho dinero y no tener que trabajar. A veces solo basta sentir el placer de ser útil. Si cada día representa un uno por ciento mejor de lo que fuiste ayer, al cabo de 365 días, vas a ser trescientos sesenta y cinco por ciento mejor.
“Con el tiempo analizas que lo que te lleva a beber es una cuestión de autoestima y miedo; miedo a perder lo que tienes y a no lograr lo que quieres. Luego, en lo más profundo de ti, sientes que eres la peor persona y te refugias apantallando con todo tipo de cosas materiales”.
-¿Qué consejos daría a quienes han
hecho una dependencia del alcohol?
“Que se acerquen y pidan ayuda. Primero se trae el cuerpo y después la mente, solo hay que tener una fuerza de voluntad muy grande. Lo fundamental es tomar conciencia de la enfermedad. Y si el diabético y el hipertenso se cuidan, ¿por qué yo no?
“Yo fui un borracho de la calle, que dormía en cualquier lugar, lo mismo en una acera que en una escalera, me orinaba encima y no sabía cuándo. Mi vida cambió el día que llegué a Alcohólicos Anónimos y hasta el sol de hoy no he vuelto a beber”.
Nota: *El nombre verdadero del entrevistado ha sido cambiado a petición de este.
Ficha técnica:
Objetivo central: Mostrar las graves consecuencias del alcoholismo y la importancia del grupo de A.A en el proceso recuperativo de la enfermedad.
Objetivos colaterales: Demostrar mediante el testimonio de un alcohólico, cómo con mucha fuerza de voluntad es posible erradicar esa enfermedad.
Tipo de entrevista:
Por los participantes: Individual
Por su forma: Mixta.
Por su contenido: De opinión.
Por el canal que se obtuvo: Directa (cara a cara).
Tipo de título: Llamativo.
Tipo de entrada: De cita textual o declarativa.
Tipo de cuerpo: Mixto.
Tipo de preguntas: #1: abierta; #2: abierta; #3: abierta; #4: abierta; #5: abierta.
Tipo de conclusión: De opinión o comentario del entrevistado.
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