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Isla al Sur

MUCHA TIERRA Y POCA GENTE

MUCHA TIERRA Y POCA GENTE

LUAR LÓPEZ DE LA OSA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Poner una semilla en el suelo, regar un poco de agua sobre ella y esperar unos días de sol son los pasos que enseñan a los niños cuando quieren saber cómo crecen las plantas. ¡Qué sencillo!, diría un pequeño al saber este rito. Pero, al crecer este muchacho, su interés por la agricultura disminuye, no quiere ir al campo a sembrar.

La mayoría de los jóvenes cubanos no poseen una conciencia sobre la importancia de la agricultura para el desarrollo de cada país. Cuando se aborda la temática, la expresión más común es: “¿En el campo?, ¡ni muerto!”; y los adolescentes piensan que una profundización en el fenómeno es un “teque” para ir a labrar la tierra.

Cuando en el duodécimo grado se inicia el proceso de otorgamiento de carreras, nadie opta por las relacionadas con la agronomía: lejos de la tierra cultivable, la juventud se siente mejor. La desaparición de las escuelas en el campo es uno de los factores que han alejado a los adolescentes del trabajo agrícola. El hecho fue un milagro para muchos estudiantes que, incluso, no valoraban el beneficio de esta labor para los comedores de sus escuelas.

Lograr un cultivo satisfactorio en una parcela de tierra requiere de sacrificio e inteligencia. Actualmente el trabajo agrícola demanda de campesinos y técnicos agropecuarios con una mayor especialización debido al cambio climático y sus consecuencias en el suelo. 

En Cuba, la siembra de cultivos es fundamental en el desarrollo de la economía o, más bien, en su estabilización. La tierra constituye un recurso que se debe explotar. Un país subdesarrollado industrialmente debe promover la relación de sus habitantes con la agricultura.   

Con la amplitud de oportunidades de superación que ha brindado la Revolución, ha ido desapareciendo el anhelo por poseer una parcela para cultivarla. Incluso, los hijos de campesinos estudian con el objetivo de “salir adelante” o, mejor dicho, de salir de la finca. En nuestros días, vivir en el campo no es un privilegio, sino una desventaja.

Las causas de este fenómeno pueden ser muchas, pero resalta el propio descontento de la población campesina debido a la burocrática política agrícola, la disyuntiva de los precios en el mercado y la falta de modernización y tecnificación en busca de una producción intensiva.

Cuando no viene la papa o escasean los productos en los agros, las quejas y discusiones con los dependientes son recurrentes. Se necesitan alimentos, pero también un análisis a la hora de buscar las raíces de estas deficiencias.

Con la implementación de la Ley 300, que suma 975 000l hectáreas para el incremento de la producción agropecuaria, no se resolverán los problemas de demanda en la población cubana si no hay quien trabaje esa tierra. Se necesitan pagos más rápidos que estimulen la labor de los campesinos y labores de acopio más organizadas.

Antes había una generación que luchó por el derecho a la propiedad de la tierra, por su Reforma Agraria. Ahora se necesita de otra que preserve y explote esta conquista de la Revolución. 

 

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