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Isla al Sur

¿QUIÉN VIVE?… ¡CARIBE!... ¿QUIÉN VA?... ¡UNIVERSIDAD!

¿QUIÉN VIVE?… ¡CARIBE!... ¿QUIÉN VA?... ¡UNIVERSIDAD!

GABRIELA RODRÍGUEZ-LOECHES,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Casi un siglo de existencia, digamos que de romance perenne, unión para toda una vida. Sucede que desde su génesis, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y el deporte como práctica física sana, y válvula capaz de oxigenar cuerpo y pensamiento, decidieron desposarse.

¿Cómo no hacerlo si el propio Julio Antonio Mella nunca apartó el ejercicio físico de su ideario político? Incluso, 12 meses antes de concebirse la FEU, Mella había desplegado su incansable accionar en terrenos atléticos. Por esas coincidencias del destino, enero devino mes crucial: en 1922 aparece la Comisión Atlética Universitaria y… a la vuelta de 365 días, el líder estudiantil, le “declaró” por primera vez la FEU.

Por iniciativa de la Comisión, el 15 de marzo de 1922 se inician las labores constructivas del Estadio Universitario, al dar simbólicamente el primer golpe de pico el rector de entonces, Carlos de la Torre. La obra es terminada en noviembre de 1939.

Así entonces, la Universidad, donde solo se practicaba rugby, atletismo, béisbol y baloncesto, ahora contaba con una instalación que desde los inicios fue sede de diferentes competencias y juegos, entre los que se citan los Juegos Intercolegiales, denominados Chichijos, Manicatos y Taínos.

La década del sesenta en Cuba fue sinónimo de cambio en todos los sentidos. La educación y el deporte no fueron excepciones. En 1962 se introduce la asignatura de Educación Física en las carreras universitarias, y surge la dirección de deportes, denominada Servicio de Educación Física, Deporte y Recreación (SEDER), nombre por el que también se le conoce al estadio.

Un año después, durante la celebración del primer Festival Deportivo Inter-Facultades de la Universidad de La Habana, en el recinto universitario se comienzan a denominar a estas competencias Juegos Caribe.

Sin embargo, hay que analizar qué es el estadio hoy y qué son los Caribe. La falta de protagonismo de los universitarios y el paulatino deterioro que ha venido experimentando el deporte cubano se hacen sentir en las gradas vacías de la instalación, que solo cobran vida durante el mes de octubre cuando unas competencias que tampoco son hoy lo que eran, dejan todo el campo cubierto de añoranzas.

La crisis deportiva va más allá de la Universidad; entonces es necesario preguntarse por qué cuando un grupo de jóvenes se reúnen a practicar fútbol ya no prevalece el afán deportivo, ni es el SEDER su campo más apropiado, o por qué cada año participan menos atletas en los juegos, o simplemente por qué no se puede en clases de Educación Física ejercitar el softbol o la carrera de velocidad con vallas.

La implementación de una política de mantenimiento y la colaboración entre los directivos de la Universidad y el INDER, pudieran ser algunas de las estrategias a seguir para que el tabloncillo de baloncesto, que en sus tiempos fue el mejor conservado de Cuba, lejos de perderse por completo, pueda seguir acogiendo a los estudiantes a la par de grandes exponentes del deporte cubano.  

Interrogantes nos sobran, pero lo que verdaderamente necesitamos es otra alma como Mella, que rescate la consigna de los jóvenes y nos recuerde: ¿Quién vive?… ¡Caribe!... ¿Quién va?... ¡Universidad!

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