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Isla al Sur

¿SE PIERDEN LAS TRADICIONES FAMILIARES EN CUBA?

¿SE PIERDEN LAS TRADICIONES FAMILIARES EN CUBA?

MILENE MEDINA MARTÍNEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Cuando niña, domingo tras domingo, mi madre me llevaba al Teatro Sauto, en Matanzas. Sólo íbamos ella y yo, aquello constituía nuestro ritual dominical. Luego, por razones ajenas a las nuestras, dejamos de asistir: el teatro fue cerrado por reparación.

El término tradiciones -según el Larousse- es el conjunto de costumbres, transmitidas y conservadas de generación en generación. Si al vocablo le agregamos la palabra familiar, no sufriría mucha transformación su concepto. Pero la cuestión no es conocer el significado de tradiciones familiares, sino saber si en la Cuba de hoy estas se pierden o no.

Para tocar el tema más de cerca vayamos a algo más común, ¿qué acto más sencillo hay que cenar todos juntos a la mesa para contarnos las novedades y monotonías, los problemas y éxitos de la jornada? Ahora preferimos comer con el plato en la mano viendo la televisión, o peor, en el portal de la casa como pieza de museo.

Años atrás, hechos tan simples como cenar en familia resultaban normal, ahora es excepcional, solo el acto se realiza cuando viene a la casa alguna visita. Ahí sí se sientan todos, se llena la mesa de calderos como si fuera una mesa buffet y se escucha la voz de mamá diciendo: "Sírvase quien quiera y como quiera".

¿Y qué queda para los abuelos: generación más sabia, especial e importante del núcleo familiar? Las atenciones a ellos -sin generalizar- también han disminuido o si se quiere comprobar lleguémonos a los asilos de ancianos, algunos viven allí porque no tienen familiares, otros por ser considerados un estorbo o sus hijos piensan que ahí van a estar en contacto con contemporáneos y, además, se entretienen.

El 31 de diciembre, no sé tampoco qué pasa con su celebración. Pondré mi ejemplo que supongo será el de muchos. Antes a mi casa venían alrededor de quince personas, ahora solo somos cuatro: unos no están por fatalidades de la vida, otros porque la geografía lo impide o algunos se reúnen con los miembros de su otra familia, pero eso sí, todo el mundo está justificado.

La  vida de hoy es tan acelerada que ni siquiera nos da tiempo de acordarnos de dónde vinimos y cómo fuimos educados. La comunicación parece estar en falta entre los miembros de la familia y sin ella es imposible rescatar costumbres como ir en familia a ver un juego de pelota, al cine, al teatro o a Coppelia.

Los tiempos cambian, sí, pero no por ello han de quedar a un lado los valores inculcados por la familia, las costumbres, hábitos y tradiciones. Sin darnos cuenta somos los sepulteros de nuestras raíces, cultura y tradiciones familiares.

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