UNA VIEJA POSTAL
ROCÍO ISELL FERIA GINARTE,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Hace unos días fui al teatro Raquel Revuelta con un amigo, ponían Contigo Pan y Cebolla, de Héctor Quintero. Las luces iluminaban el tablado y nosotros esperábamos ansiosos que salieran a escena los actores que protagonizarían la obra, clásica de la dramaturgia cubana, de la que tanto habíamos oído hablar.
La puesta con una duración de dos horas, hizo que a los veinte minutos nos quedáramos prácticamente dormidos. Mi amigo Raúl y yo nos preguntábamos por qué a varios jóvenes les resultaba tediosa aquella interpretación.
Desde la antigüedad, el teatro ha servido como apoyo para el análisis de las cuestiones que enfrenta la humanidad a diario, así convoca a la reflexión por medio de una historia puesta en escena que sirve como estímulo para el crecimiento personal de los espectadores y, por ende, de su sociedad.
Resultaría una “visita al museo” contemplar Si vas a comer espera por Virgilio, del director y dramaturgo José Milián, por solo citar un ejemplo. Esta creación refleja la experiencia en los años setenta de dos amigos que establecen un diálogo por medio de códigos para poder expresar la atracción que existía entre ellos.
La representación claramente no causa la misma impresión de años atrás, lo que anteriormente era atrevido, crítico y rebelde, ahora viene siendo “una vieja postal” de una antigua dificultad ya erradicada en la presente sociedad.
¿Es que los problemas de hace cincuenta años son los mismos de hoy? No lo creo, al menos por lo que cuentan los autores y los directores; antes, según Contigo Pan y Cebolla cinco personas sobrevivían con 140 pesos, hoy ni siquiera una puede subsistir.
Las trabas de la actualidad son igual de agudas que los pasadas, por qué no incidir en estas con hondura. Las puestas quedan como simples ilustraciones de textos que ya cumplen cincuenta años de escritos y que afortunadamente tienen potencia para defenderse solos en escena.
Mi objetivo no es para nada demeritar las obras que en décadas pasadas vaciaron taquillas e hicieron relucir cada teatro cubano. Pero por qué no reanimar el ámbito artístico con propuestas que contextualicen verdaderamente a la Cuba de hoy.
La reposición de repertorio ha traído como consecuencia la disminución del número de espectadores que asisten al teatro, desde hace aproximadamente una década el problema está presente en el panorama teatral cubano.
Presenciar la presentación de un clásico es un real privilegio para el público joven, pero una vez que acude a una, ya no tendría por qué volver a hacerlo en mucho tiempo. Sin embargo, una pieza de esta índole con un enfoque moderno sería seguramente más atractiva.
¿Cómo hacer que funcione un guion de Gertrudis Gómez de Avellaneda, José Antonio Ramos o Carlos Felipe en la actualidad? Un excelente ejemplo de solución escénica para el problema fue un montaje que dirigió el teatrólogo Carlos Díaz en junio del 2008, de Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare.
Esta obra, basada en una historia que se desarrolla en un bosque de Atenas, para el director, la adaptación de la puesta sería en la actualidad una piyamada en casa de uno de los doce jóvenes que protagonizan el espectáculo.
Sucede entonces, que la juventud de hoy encuentra entretenimiento de muchas maneras: las nuevas tecnologías, la televisión y con esta las novelas, series y Reality Shows y las redes sociales. Los profesionales de las artes escénicas deben hallar el modo de que esa manera de esparcimiento no decaiga, ya que es uno de los más tradicionales.
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