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Isla al Sur

“… ¿Y POR QUÉ LO APLAUDEN TANTO?”

“… ¿Y POR QUÉ LO APLAUDEN TANTO?”

Así le preguntó Fidel al profesor universitario Carlos Galindo Pérez. La respuesta está en una actitud ante la vida que no mide tiempo ni adversidades personales.

AROWH MAHMOUD,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Ni un infarto cerebral, ni un pie amputado han impedido que Carlos Galindo Pérez se detenga en su labor docente.

Fue vicedecano de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana y subdirector docente en la Escuela de Formación de Trabajadores Sociales de Cojímar. En el año 2004 le fue otorgada la Distinción por la Educación Cubana y desde entonces hasta la fecha ha sido Vanguardia Nacional.

Quien pensó que tras tan traumática experiencia de salud renunciaría a su labor pedagógica, se equivocó: es el actual director de la Sede Universitaria Municipal de Arroyo Naranjo.

Y es que enseñar es su pasión. Cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro le entregó personalmente el certificado de trabajador más destacado durante la primera graduación de Trabajadores Sociales en el 2001 y le preguntó: “¿Y por qué lo aplauden tanto?”, solo atinó a decir su verdad: “Yo trabajo y ellos saben reconocer ese esfuerzo”.

Pero Carlos Galindo no llegó allí por casualidad. Su labor de tantos años en la Universidad de La Habana le hizo acreedor de llevar una nueva tarea encomendada por Fidel.

“Estudié Filosofía Marxista Leninista en la Unión Soviética y obtuve Diploma de Oro. Regresé a Cuba en 1983 y comencé mi vínculo con la Universidad. En ese propio año se hicieron allí tres propuestas de continuidad de estudio para la candidatura a Doctor, fui seleccionado y permanecí en aquel país realizando mi doctorado hasta 1989. Empecé como “plantilla fija” en diciembre de 1990 y este ha sido mi único centro laboral”.

-¿Cómo fue su experiencia en la URSS?

Influyó mucho en mi formación como joven revolucionario. Fui a la URSS precisamente como estímulo a mi trayectoria en la enseñanza preuniversitaria y en la preparatoria.

Allí dirigí lo que aquí es para ustedes la Federación Estudiantil Universitaria, el Consejo Estudiantil y la Unión de Jóvenes Comunistas, fui el primer secretario de la ciudad en la que estudié. Esto me dio un bagaje importante en experiencia, madurez y conocimiento de otro país del que solamente sabíamos a través de la radio y la televisión.

-¿No le resultó difícil estudiar Filosofía en otro idioma?

No. Llegué a asimilar el idioma perfectamente y lo sigo dominando a pesar de que pasaron 17 años de mi regreso. Para mí es como un segundo idioma natal. Los primeros momentos fueron los más complicados, pero con el paso del tiempo uno lo va perfeccionando. En la Unión Soviética llegué a publicar en revistas de renombre, como estudiante y después de graduado. Representó mucho para mí.

-¿Cómo llega a dirigir el Programa de Trabajadores Sociales?

Cuando se inició el Programa, el doctor Juan Vela, nuestro Rector en aquel momento, me llamó y di el paso al frente. Así llegué a Cojímar para materializar algo que solo estaba en ideas y para darle cuerpo pedagógico sobre la marcha, como se han hecho siempre las ideas revolucionarias. El proyecto nació de la entrega desinteresada de muchos profesores.

Aunque hay estudiantes de otras edades, fue una idea para jóvenes que no habían obtenido carreras universitarias, ello lo convirtió en un espacio importante porque, además de formarlos como trabajadores sociales, les daba la posibilidad de desarrollarse como revolucionarios en las distintas ramas de las Ciencias Sociales.

-Anécdotas…

Muchas. Cuando se elaboraron los libros para el programa hubo que pasar noches enteras en las editoriales para que aquel primer grupo tuviera la bibliografía completa. Los muchachos se sintieron muy agradecidos por nuestro esfuerzo, nunca les faltó un texto.

De esta otra etapa también tengo historias. Un alumno nuestro del Curso de Superación Integral tiene 67 años, está enfermo de Parkinson y, así y todo, estudia Derecho; eso es una heroicidad.

También hay padres que van a visitarnos los domingos, preocupados por la situación de sus hijos en la escuela. He visto a algunos regañar a muchachos de 20, 21 y 22 años porque saben lo que significa estudiar en la Universidad, porque quieren que aprovechen esa oportunidad.

-Satisfecho…

Me siento muy satisfecho de la labor que he podido desempeñar en la Sede, porque creo que he ayudado a muchos jóvenes que lo necesitaban. Los que comenzaron hace dos o tres años, hoy son otras personas.

-¿Cuál es su valoración acerca del Curso de Superación Integral?

El Curso de Superación Integral es uno de los programas más importantes que está llevando adelante la Revolución.  Son jóvenes que en un momento determinado eran eslabones perdidos y hoy se han rescatado, teniendo más seriedad, responsabilidad, entrega… Eso ha hecho que en cualquier lugar venga uno de ellos y me diga: “Gracias profesor Galindo, nos ha ayudado a ser mejores”.

Siento de igual modo por los trabajadores sociales, maestros emergentes y por todos los programas creados por la dirección del país, en los que he estado involucrado y he dado mi modesto esfuerzo para ayudar a que socialmente esos muchachos mejoren.

El pasado curso tuvimos los primeros once graduados de la Sede: juristas, comunicadores, psicólogos. Ellos están muy contentos y el territorio también lo ha agradecido. Este año graduaremos 29, entre ellos 9 ingenieros informáticos, lo que representa mucho para un municipio como el nuestro.

Igualmente mi trabajo en la Facultad de Filosofía y en otras como Biología, Química, Geografía, Farmacia y Alimentos, Lenguas Extranjeras, me han posibilitado interactuar con los estudiantes y formar en ellos una proyección política e ideológica.

-¿Qué le ha aportado a Carlos Galindo la Universidad de La Habana?

Tengo identidad plena con la Universidad, la defiendo a capa y espada.

He estado en España, Francia, Inglaterra y a través de ponencias y artículos defiendo los principios clave y programas de la Revolución. Mucha gente no entiende lo que hacemos nosotros.

Por eso digo que la Universidad siempre me ha dado la posibilidad de pararme donde quiera. También he tenido la suerte de que la dirección universitaria y los programas emergentes se me hayan asignado.

De la Escuela de Trabajadores Sociales de Cojímar, me enviaron para esta Sede, donde llevo seis años. Casi toda mi vida revolucionaria ha estado dentro de la Universidad. Primero, en la Juventud, fui Secretario General de un Comité de Base, y después Secretario General del Partido a partir de 1987.

-¿Y qué le ha brindado usted a la Universidad?

Todos los conocimientos que he adquirido a lo largo de los años. Creo que he podido contribuir a la formación de muchos estudiantes, y estos últimos siete años me han permitido ayudar a jóvenes con grandes dificultades, diría que los hemos salvado…

-Existen comentarios acerca de la diferencia académica entre las sedes universitarias y las facultades de la Universidad, ¿qué opina al respecto?

Estoy en desacuerdo. Este es un claustro de profesores que cada día se perfecciona en el aspecto pedagógico, y profesionalmente es muy bueno por la variedad de ramas que abarca: psicólogos, compañeros de la Escuela de Cuadros de los CDR, del MINREX… Las sedes se han ido superando y mejorando su papel para enfrentarse al aula.

Nuestros estudiantes son como ustedes, e incluso, tienen algo a su favor porque están viviendo las experiencias prácticas del territorio. Por ejemplo, a la hora de formarse como juristas, tienen la vivencia de qué sucede con el delito en Arroyo Naranjo. En su componente laboral, han trabajado en los tribunales y bufetes.

Los psicólogos están ubicados en la Casa de Salud Mental, allí realizan consultas y atienden casos. Todos en general se vinculan a los distintos proyectos que nacen en el municipio.

-Antes de realizar esta entrevista sus compañeros hablaban de cuán orgullosos y comprometidos se sienten con usted. ¿Qué cree del colectivo de la Sede?

Gracias a ellos la Sede de Arroyo Naranjo ha alcanzado el prestigio que tiene, porque esto un hombre no lo hace si no cuenta con un equipo de trabajadores y estudiantes que sean los verdaderos protagonistas. Si esas son las opiniones, estoy muy emocionado porque lo único que he hecho es cumplir con mi deber, nada más que eso.

-¿Cómo ve el futuro de la Universidad?

Cada día lo veo más consolidado y esto también es posible gracias a la universalización. Ella es una extensión de los muros de la Universidad a todos los territorios. Si pudiera cambiar algo de la Universidad, aumentaría la matrícula…

-¿Qué diferencia nota usted entre los estudiantes de su generación y los que hoy caminan los pasillos de La Colina?

Creo que esta generación está mucho más comprometida que la mía y ha tenido en ello un papel importante la década de los años 90. El Período Especial les dio mucha madurez y capacidad de reflexión a los jóvenes. Ustedes han vivido momentos clave dentro de la Revolución.

A lo mejor nosotros nos hicimos maduros un poco más tarde. Ustedes lo han hecho en todos los momentos que les ha tocado vivir: coger una bicicleta e inventar para poder trasladarse a la Universidad. Esas cosas nosotros no las hicimos porque teníamos un transporte, malo o bueno, pero lo teníamos. Esa década fue compleja pero la gente estaba ahí, puntual.

-¿Cuál ha sido su mejor experiencia en la Universidad? ¿Y la más difícil?

Un momento importante fue la primera graduación de los Trabajadores Sociales, en febrero del año 2001. El Comandante en Jefe me entregó en el teatro Karl Marx el primer certificado que se les otorgó a los cinco profesores más destacados del curso. Lo que más recuerdo es la pregunta que me hizo Fidel: “¿Y por qué lo aplauden tanto?”. La emoción fue tremenda, todos aplaudían, eso no se me olvidará jamás.

El más duro, cuando me amputaron el pie. Pensé entonces que no iba a poder seguir trabajando, que tendría que dejar la Universidad. Sin embargo, fue todo lo contrario. Enfermo, con mi pie vendado, seguía y sigo dirigiendo la Sede.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.

 

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