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Isla al Sur

VOCERO DE LA CULTURA

VOCERO DE LA CULTURA

Francisco Linares Ibarra, licenciado en Pedagogía y asesor literario, hace del arte una fuente de dicha en su pueblo natal.

EDUARDO GONZÁLEZ MARTÍNEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Nadie ha estudiado más la historia local que él. Una vieja enciclopedia, multiplicada en decenas de volúmenes, es la reina de su biblioteca. Salvaguardados entre las reliquias están un corto cinematográfico hecho junto con unos amigos en 1974 y su fiel amante,  la guitarra. En el patio de su casa, oculta bajo la sombra de un mogote, asoma la figura inexpresiva de una iguana, mascota singular.

No lo llaman por su nombre. Cuando recorre las calles de su natal Sumidero, pequeño pueblo de las montañas pinareñas, a Francisco Linares Ibarra todos lo nombran Panchi. Hombre emprendedor, comparte su pasión por la familia con la  predilección por la música y la investigación histórica.

Hijo de una familia humilde, comenzó a trabajar desde pequeño para contribuir al sustento del hogar. Limpió zapatos, vendió periódicos y trabajó en una escogida de tabaco; y fueron quizás esas necesidades las causantes de su deslumbramiento por el mundo de los libros, el cual le ofrecía sabiduría y posibilidades de superación.

Francisco siempre luchó por superarse a pesar de no  tener más guía que la de unos padres amantes de la lectura, pero carentes de la preparación necesaria para ayudarlo. Un hecho cambió para siempre su vida.

“Comencé a estudiar con siete años, cuando triunfó la Revolución,  en la escuelita del poblado. Mis padres no podían influir mucho en mi educación, pues no estaban preparados para ello. Solo sabían brindarme un ejemplo de rectitud a toda prueba y su amor al trabajo, además de impulsarme a aprovechar las grandes oportunidades ofrecidas por los  cambios que venían ocurriendo”.

-¿Qué posibilidades culturales existían en la comunidad en aquellos tiempos?

En el pueblo no había biblioteca y los libros se convirtieron para mí  en una búsqueda incansable. Los pedía prestados o aprovechaba para comprarlos en los viajes que hacía a Pinar del Río, la capital provincial.  

Cine sí teníamos; era más bien un cinecito de tablas y zinc donde  la mayoría de las películas las veíamos una y otra vez, además, todas eran del  llamado oeste norteamericano.

-¿Cuáles fueron sus primeras muestras de interés por el mundo de las artes?

Los domingos, al regresar del cine, yo reunía a los amigos del barrio y  recuerdo a mis padres riendo al ver cómo narraba para todos, la película del día. Eso me llevó a soñar con ser actor, aunque mi padre quería tener un músico en casa, y en sexto grado creé un grupo de teatro con mis compañeros de clases.

No teníamos conocimientos, pero sí las ganas de la niñez. Con sábanas y sacos pintados hacíamos la escenografía y así llegamos a montar, incluso, cortos fragmentos de obras de Lope de Vega.

El empeño no podía pasar de ahí porque no teníamos en aquellos tiempos ningún instructor de arte ni la preparación de las generaciones de hoy.

El proceso revolucionario cambió paulatinamente la vida del país y las serranías vueltabajeras no constituyeron la excepción: “En el año 1967 había abandonado los estudios para ponerme a trabajar y cuando aparecieron aquellos jóvenes con  Marina Hart  al frente, se me abrieron los cielos.

“Al ver los esfuerzos hechos con el grupo de teatro me propusieron integrarme a un curso de Activistas de Cultura en La Habana. Ahí dejé el cajón de limpiar zapatos y la escogida de tabaco.”

La relevancia de este hecho en su vida no pasa inadvertida cuando se observa el brillo de sus ojos: “Fueron días inolvidables porque tuve contacto con grandes personalidades de la cultura nacional. Todas las semanas íbamos a  diferentes salas de teatro, al cine y consultábamos amplias bibliografías sobre las artes en Cuba y a nivel mundial. Ha sido la mejor escuela, la más eficaz y la más oportuna en mi vida”.

El regreso a su provincia natal en 1969 no lo detuvo e ingresó a la Escuela Vocacional de Arte con el anhelo de estudiar guitarra. El joven tuvo que luchar contra repetidos obstáculos: “Después de tantos tropiezos logré terminar el noveno grado y aunar un conocimiento general de música, ya que estudié solfeo, saxofón y algo de piano. No le hago caso a la gente que te invita a no luchar. A mí no quisieron enseñarme a tocar  guitarra por ser zurdo, pero aún así, aprendí.

“A pesar de tantas dificultades nunca abandoné mis deseos de ser profesional, y por eso los días de pase viajaba por mi cuenta y con la ayuda de un profesor al Conservatorio Amadeo Roldán. Así me mantuve durante tres años, hasta el llamado al Servicio Militar”.

Ahora el silencio sirve para conjugar recuerdos. No es fácil hablar del accidente automovilístico, motivo de su baja militar antes del tiempo establecido. Los acontecimientos posteriores fueron un punto de giro en su vida: “Dos años estuve sin estudiar, recuperándome de la experiencia terrible,  pero seguía lleno de vida  y no cesé de hacer travesuras.

“Junto a unos amigos grabamos en formato de ocho milímetros un corto sobre la religión titulado Del paraíso a la realidad. Trataba sobre la vida de un joven de nuestra zona en el que intentamos reflejar la influencia de la iglesia en un pequeño pueblo. Yo escribí el guión, pero no actué, y hoy todavía lo conservo con mucho cariño.

“En este período de descubrimientos montamos un laboratorio fotográfico modesto, donde hacíamos nuestras ediciones. Nos gustaba soñar en grande, pero nada resultó fácil. Teníamos muchas  ganas, aunque pocos recursos. Eso sí, siempre pensé seguir estudiando, sin imaginar llegar a ser maestro. Escogí esta profesión por tener puntos de contacto con mis estudios de activista de cultura, porque los maestros también son sus voceros. Primero pasé un curso de profesor de secundaria hasta que en 1985 terminé la licenciatura en Pedagogía”.

El ejercicio del magisterio de noche y a la luz de un farol, en sitios intrincados, no se olvida. Esboza una sonrisa cuando habla del cariño de los ancianos que lo saludan en las calles como a un maestro inolvidable.

“Mis alumnos fueron personas mayores. Los niños me gustan mucho, pero no tuve oportunidad de trabajar con ellos. Aunque hoy en día no ejerzo la pedagogía en las escuelas, tengo dos alumnos ciegos a los cuales estoy alfabetizando”.

En el museo de Minas de Matahambre lo consideran gran conocedor de la historia de la localidad de Sumidero. Tiene diseñados mapas de los tiempos en que existía el enclave colonial y no oculta tristeza por el estado del patrimonio arquitectónico  de la zona.

“El deseo de investigar me persigue desde pequeño. Esto me llevó a averiguar sobre la vida de mis antepasados, ambos españoles, y sumergirme en los antecedentes ibéricos de estas tierras. Tengo muchas ideas, pero poco apoyo.

“Quisiera escribir sobre las peripecias de mis abuelos, recoger así la evolución del pueblo hasta nuestros días y algunos mitos de la localidad, especialmente de miedo. Es un sueño que por ahora seguirá siendo solo eso”.     

La biblioteca personal, atesorada en sus años de estudios, ha perdido cerca de la tercera parte de los textos y ahora solo llega a unos 150 ejemplares: “La gente me pide libros prestados y a veces no recuerdo a quién los doy, pero aún así no niego la ayuda. No olvido las dificultades que enfrenté en mi niñez para poder conseguirlos”.

-El volumen más llamativo de la colección es una enciclopedia de 70 textos ordenados desde la A hasta la Z. ¿De dónde procede?
 
La edición inicial es de 1927 y se amplió con los años llegando a cubrir la segunda Guerra Mundial. Perteneció al doctor pinareño  Antonio Matías Cuervo Rubio.

Me la regaló un anciano amigo de mi padre, quien trabajara en la finca de este. A pesar de  los años, tiene datos de mucho interés y se conserva bien.

Junto con los años noventa vinieron momentos difíciles, pero estos no encadenaron sus deseos; el maestro se convirtió en asesor literario y logró consolidar una familia: “Casi no tenía alumnos y el mundo de la literatura me ofreció regresar a mis andanzas. Ya hace ocho años que trabajo como asesor literario de la Casa de la Cultura municipal de Minas de Matahambre y puedo decir con toda certeza que  se venció el atraso cultural de la época de mi infancia.

“Dos de mis niños han participado en eventos provinciales y no son los únicos con talento para escribir. Después de tantos años con adultos, ahora disfruto trabajar con muchachos. Nunca dejé de tocar mis creaciones musicales, algunas de las cuales he enviado a concursos sin obtener resultados. No he renunciado a superarme. Ya tengo un postgrado en Cultura Cubana y otro en Literatura”.

-La afición por la música, la literatura, la historia y el teatro marca su vida. No ha podido dedicarse profesionalmente a ninguna de estas áreas. ¿Desilusionado acaso?

Siempre he sido un hombre consciente del momento y las circunstancias que le tocó vivir. Mis aficiones me han ayudado a ser mejor persona. Hoy tengo  un hogar sólido y mis hijos son el mayor orgullo, porque además de saber aprovechar las oportunidades que no tuve, han seguido el camino de la música. No hay frustración,  solo muchos sueños por realizar.

FICHA TÉCNICA:

Objetivo central: Resaltar que en un lugar apartado de la geografía cubana existe un hombre, cuya vida dedicada a la cultura, le da méritos para ser entrevistado.

Objetivos colaterales: Demostrar la importancia que tuvo el proceso revolucionario para la preparación del entrevistado. Demostrar mediante el entrevistado, la importancia del proceso revolucionario en el cambio que experimentan los campos de Cuba en el nivel de vida de los habitantes. 

Tipo de entrevista:

Por los participantes: Individual.
Por su forma: Mixta.
Por su contenido: De personalidad.
Por el canal que se obtuvo: Encuentro directo.

Tipo de título: Genérico.
Tipo de entrada: De retrato.
Tipo de cuerpo: Mixto.
Tipo de preguntas: 1) informativa; 2) exploración; 3) directa; 4) exploración.
Tipo de conclusión: De opinión  o comentario del entrevistado.

 Fuentes consultadas:

Entrevistado: directa  y no documental.
Hijos: directa y no documental.
Vecinos de la zona: directa y no documental.

 

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