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Isla al Sur

EL OLOR DE LAS REDACCIONES

EL OLOR DE LAS REDACCIONES

Terminó para los estudiantes de Periodismo de primer año el período de prácticas laborales en los medios de comunicación. Gracias a los colectivos que los recibieron y atendieron como en una maravillosa escuela multiplicada: Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores, Tribuna de La Habana, El Habanero, Bohemia, Juventud Técnica, Alma Mater, Somos Jóvenes, Orbe, Orbe Venezuela, Orbe México, Cambio Internacional, Cuba Internacional, Avances Médicos, Habanera, Negocios Turismo, Correo de Cuba, Calle del Medio y Salud y Medio Ambiente. La crónica que presentamos, escrita desde JR, puede ser la misma voz para todos, apenas con cambiar los nombres. Nuevamente nuestro reconocimiento.

SUSANA GÓMEZ BUGALLO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Pido disculpas por cualquier falta de calidad o coherencia en estas palabras. Esto se debe a que no fueron gestadas en una guagua. Esta vez no pude aprovecharme de ese hospital materno que ha dado a luz a tantas ideas como niños, el González Coro representado en las rutas P.

Me engañaron. Y lo van a pagar caro. De aquí a cinco años tendrán que soportarme otra vez porque pienso volver aunque sea para recoger el ticket del comedor. Se atrevieron a decirme el primer día que sería solo un mes. Y yo de boba lo creí. Ya llevo la vida entera en Mi Mesa, Mi máquina, con Mis compañeros de trabajo y ahora se aventuran a decirme que debo volver a las clases. Se chiflaron si creen que me voy a perder ponerme de pie ante JAPE.

Es que todos aquí están locos. Yela, nadie la calcula, caballero si es más consentidora y exigente que cualquier abuelita y más infantil y risueña que una hermanita chiquita. Y atrévete a no hacerle caso. Que te mira y dice: “No, Susy, eso no es así”. Hazlo bien para que veas: “Me parece muy bien, compañera Susana que usted se haya comportado así”. Caballero, nadie como ella. Bueno, hay otros que enseñan…pero te dejan temblando…

Primer día, diez minutos para una nota y ¡para portada! Ya saben donde paré después. Lo más triste fue que ni dormí porque mi nota debía llevar cierto apellido (Ronquillo) y le pusieron Gómez Bugallo, ¡qué pena tan grande! Con el tratado informativo que hice creo que de verdad tendré que recoger el ticket cuando me gradúe. La verdad es que no sabía que podía ponérsele corazón a las notas informativas y se me ocurrió pensar en leads y hasta etc.

Como les dije, no pienso irme. Ya gestioné un escondite debajo del buró, teniendo presente que no sea el de Montoto, porque él sí que no falta nunca, gracias a Dios, porque son una suerte sus criterios tan oportunos, a veces me asustaba porque creía que estaba bravo pero bueno, en TODO ESTE TIEMPO, ya aprendí a conocerlo.

Caballero, yo me cambié de Filosofía para Periodismo porque no iba a escribir mucho nunca, así que no se asusten, ya casi termino, además, si les da por recortarme las líneas a los compañeros de la jefatura de Redacción…

Si ven lo que me pasó: un señor muy serio (parecido a Ciro Bianchi) preguntó con tono militar ¡QUIÉN ES SUSANA GÖMEZ BUGALLO? Y tuve que responder que era yo. Se me había ocurrido “dejar sin padre y madre” a una estudiante de un reportaje. La pobre secretaria del Liceo Mozartiano tuvo que buscarme a las seis de la tarde en su casa los apellidos de la muchacha. Y si hablo del Liceo tengo que hablar del honorable compañero Luque, y del día que se me subió la fama a la cabeza. Una persona a la que tanto admiro por los mini libros de intriga y sátira que publica en el periódico con tal poder como el de mandar a dormir tarde a los fanáticos de cierta serie española de nombre impronunciable ¡Se leyó mi reportaje! !!Y me dijo que estaba bien!!

Y así quieren decirme que esta es la despedida, que ya no podré montar el carro con el doble de Pancho Amat (le pusieron Alberto), que ya no veré tirar más fotos al compañero de apellido raro (se escribe Ruiz y se pronuncia Meriño), no podré aclarar la confusión de quién es Enriquito y quién Cabrera. Se acabó la voz estruendosa que no me deja escribir hasta que no sale de redacción (creo que por eso le dieron oficina aparte) y que lee papelitos llorones los días del cumpleaños de cierto compañero familiar de Lenin (eso dijo Pepe) tan respetuoso y correcto como el niño de Yailé.

Ya está bueno, que yo no soy tan famosa como el señor ese que sale por TV presentando un libro de ballet en Las Tunas (por cierto, tan espontáneo y original cuando rectifica los trabajos), ni importante como el de la camarita y la trencita: Carlos Yan o Cayo Largo.

Yo lo advertí. No pienso irme. Y menos sin decirles que extrañaré el olor a redacción, la cultura alimenticia en cuanto a partes comestibles de un cerdo, las sillitas que dan vuelta ¡tan ricas!, la carita de cansado de Jorgito cuando son más de las 9 (aunque lo seguiré viendo en el aula y ¡ahí sí que no se cansa nunca!), el saludo coqueto de Mastrascusa y Pedrito, la seriedad concentrada de Bárbara, la “silenciosa” Lidia, la dulzura y sencillez que llevan por nombre Dora y hasta la lentitud insoportable y las letras borradas de la máquina de Yela. También duele irme cuando llegó el pan.

No les voy a dar las gracias porque si se las doy, ¿con qué me quedo? Pero puedo ofrecerles besos, cariño y todo el respeto del mundo de parte de todos nosotros. En estos días sentí que por fin había encontrado un destino a mis desvelos. Y ese sentimiento surgió en Juventud Rebelde.

 

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