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Isla al Sur

DETRÁS DEL DISFRAZ DE MARIONETA…

DETRÁS DEL DISFRAZ DE MARIONETA…

La crítica a los problemas de la sociedad del siglo XIX y la gran carga dramática son virtudes que conducen a diferentes estados anímicos en el clásico literario “Casa de Muñecas” del noruego Henrik Ibsen.

BEATRIZ LOBAINA VALDÉS,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Adiós… ¡Nora, Nora! Nada. Ha desaparecido para siempre. ¡El mayor de los milagros!... Se oye abajo la puerta del portal, al cerrarse. Así concluye la última escena  de uno de los dramas más famosos de su escritor y del teatro realista del siglo XIX. ¿La obra? Casa de muñecas. ¿Autor? El noruego Henrik Ibsen, Premio Nobel de Literatura 1903.

Obra  acabada y fiel a la realidad de aquella sociedad. Una crítica a los problemas de la época, especialmente la situación avasallante experimentada por la mujer y gran carga dramática mediante excelentes diálogos, son virtudes de esta pieza teatral que conduce al lector por diferentes estados de ánimo: primero, sosiego con un amor sin contratiempos y después, acaloramiento e impaciencia  con una absurda concepción del sacrificio porque “no hay nadie que sacrifique su honor por el ser amado.

Es suficiente la ambientación de un matrimonio pequeño burgués (supuesto equilibrio matrimonial, dinero, chantaje mujer títere) para que Ibsen logre, con energía y refinado vocabulario, plasmar los problemas de toda una sociedad, en solo 60 páginas publicadas, en 1990 en Cuba, por la Editorial Pueblo y Educación.

Lo que sorprende de “Casa de muñecas” es la evolución de su personaje principal y la fuerza y sencillez del argumento, como si el autor dejara a un lado todo adorno, para buscar ímpetu en los personajes.

Henrik, sin duda, despierta conciencias, desnuda convencionalismos sociales y motiva a la reflexión: Nora ya se cansó de ser una muñeca de ornamento, objeto de propiedad, mujer florero, criatura mimada y se convierte en un ser humano impetuoso en sus decisiones que elige la soledad, convencida de no estar capacitada para educar a sus hijos, sin antes formarse ella.

En un prólogo para “Casa de muñecas”, la escritora española Carmen Alborch, señaló que Nora se diferencia de otros grandes personajes femeninos (Karenina, Bovary, Nana, La Regenta) en que no se suicida ni comete adulterio, no sufre persecución ni castigo alguno. Sencillamente da un portazo y rompe con su mundo diario dejando atrás hijos, amigos y al extraño, como ella misma califica a su esposo en la novela.

A pesar de que en su época se prohibió la puesta en escena del drama, “Casa de muñecas” se arrima más a la forma de sugerencia e interpretación de cada lector. En ella hay gran dosis de sutileza, tensión, y linealidad de hechos e ideas, evidentemente una pintura detallada y objetiva de la realidad.


 

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