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Isla al Sur

UN GRAN AMOR A VIETNAM

UN GRAN AMOR A VIETNAM

La experiencia de Luisa Pérez Ramos, una traductora rusa-cubana que trabajó en Vietnam desde el año 2008 hasta 2014 en la aplicación del producto cubano BioRat contra los ratones.

Texto y foto:
HUY TRINH QUANG,
estudiante de primer año del Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Es una mujer amigable, tiene gran amor por Vietnam, traductora de ruso en la empresa Labiofam, trabajó un largo tiempo en el país asiático junto a sus compañeros cubanos. Con la pasión y el entusiasmo, Luisa Pérez Ramos ha contribuido con su esfuerzo a crear  el producto natural de BioRat -contra los ratones- y aplicarlo en mi país.

Luisa nació en el 1964, en una ciudad de Rusia, en 1983 viajó a Cuba para estudiar Química. Después de terminar su carrera se casó con un cubano y ahora ellos viven y trabajan en la Isla. Su esposo es el director de la empresa Labiofam.

Cuba y Vietnam tienen una relación íntima y profunda desde hace mucho tiempo, mutuamente se ayudaron en sus revoluciones, desarrollos económicos y en el ámbito de la  salud. Luisa y su equipo de trabajo viajaron a Vietnam, esto incrementó la amistad entre los dos países hermanos.

-¿Estuvo mucho tiempo en Vietnam? ¿Cómo llegó al país asiático?

Nosotros estuvimos tres años en Vietnam porque tenemos una planta productoras de productos naturales de BioRat -la cual pertenece a la empresa Labiofam- contra los ratones en la Cuidad Can Tho, donde está la fábrica que fabrica este producto desde hace doce años.

Fuimos a trabajar en nuestra empresa allá, abrimos una oficina en Ho Chi Minh para poder comercializar el producto y abrir mercados en Asia. Como Vietnam tiene muchos campos de arroz, los ratones son una plaga a exterminar, situación que puede resolverse con nuestro producto BioRat.

Viajé con un equipo de trabajo compuesto por especialistas comerciales y de producción. Trabajamos con vietnamitas de forma directa, nuestras secretarias eran vietnamitas, así como otros trabajadores y algunos expertos. En total sumábamos entre cubanos y asiáticos aproximadamente 110 trabajadores.

-¿Qué experiencia laboral le dejó Vietnam?

Aprendí mucho, consolidé aún más mis conocimientos. En ocasiones vi aplicar las mismas teorías que aprendí en la carrera, pero de otra forma, la experiencia fue grandiosa. El intercambio me permitió abrir mis intereses por otras áreas, fue muy importante trabajar en diferentes circunstancias, la situación era otra y, por supuesto, teníamos que responder ante los problemas. Agradezco a la vida la oportunidad de trabajar en Vietnam y compartir el trabajo con esos colegas que nutrieron mis saberes.

-¿Cada cuánto tiempo volvía a Cuba?

Extrañamos mucho a nuestras familias, solo podíamos venir una vez al año a verlas. Lo bueno es que teníamos comunicación por e-mail, por correo o por teléfono. Por lo menos así estábamos en contacto. La distancia fue algo que al inicio me incomodó, sentía momentos de nostalgias pero con el tiempo superé eso.

-¿Cómo asimiló su familia su estancia en Vietnam?

Mi familia estuvo de acuerdo con que fuera a trabajar allá. Todos estaban contentos porque veían a Vietnam como un país amigo. Sabían que a pesar de la lejanía, el idioma y la cultura todo saldría bien porque la amistad entre las dos naciones era muy fuerte. Confiaron en que Vietnam cuidaría de nosotros y así fue. Lo que al principio temían era a la comunicación, pero se dio.

Claro que me extrañaron, al igual que yo a ellos, especialmente en los días festivos como la navidad y los cumpleaños, pero comprendieron que era muy importante para mi futuro profesional. A mi regreso me hicieron muchas preguntas sobre Vietnam y cuando les conté quedaron sorprendidos.

-¿Aprendió a hablar el idioma vietnamita?

No pude aprender a hablar vietnamita porque es un idioma muy difícil, con una fonética muy complicada para los cubanos; conocimos algunas palabras y más o menos nos entendíamos con los vietnamitas. Claro, nos apoyábamos en señas, gestos y algunas frases en inglés que nos entendían. Lo bueno es que algunas de nuestras asistentes vietnamitas aprendieron a hablar español con nosotros y nos servían de traductoras.

-¿Cómo fue su vida en el país asiático?

La vida en Vietnam fue muy buena. Nosotros residíamos en Ciudad Ho Chi Minh en el reparto residencial Phu My Hung, un edificio moderno con todas las comodidades y condiciones, pero sobre todo muy tranquilo y viajábamos en las mañanas hasta Can Tho donde estaba nuestra planta industrial. Allí pasábamos gran parte del día, en ocasiones íbamos a visitar otras instalaciones, a la tarde regresábamos y compartíamos historias entre cubanos, así nos sentíamos más cerca de Cuba.

Algunas noches paseábamos por la ciudad y visitábamos cafeterías y cines, pero regresábamos temprano. Me sentí protegida, nunca hubo momentos de peligro. Los vietnamitas son muy tranquilos y aprecian mucho a los cubanos.

-¿Existe diferencia entre la forma de trabajo en Vietnam y Cuba?

No, la diferencia radica en que los vietnamitas son muy consagrados y sacrificados al trabajo. El trabajo era muy importante para ellos, era la única forma de salir adelante, eso lo tenían muy presente. La mujer vietnamita es muy trabajadora y laboriosa al mismo nivel que el hombre, trabajaban con el hombre en los campos de arroz para ayudar a la familia.

Hacían cualquier labor, eso representa la fuerza espiritual de cada vietnamita para desarrollar su país. Mis mayores dificultades fueron en otra arista. Éramos nuevos allá, no conocíamos la cultura, las tradiciones y eso nos golpeó un poco, pero de todo se sale y lo hicimos.

-¿Usted viajó al norte Vietnam, como Hanoi, capital del país? 

Hanoi es muy bello. Allí estuve en una feria donde expusimos nuestros productos. Pero casi no pude ver nada porque no había tiempo, quería ir al museo de Ho Chi Minh, pero estaba muy apretada con el horario y no pude ir. La vida allí era muy agitada, las calles estaban llenas de motos y bicicletas, transportaban mucho peso en una misma moto, aquello era increíble.

Las casas eran estrechas y altas, eso fue lo que pude ver mientras iba en el carro. Pasé cerca del lago Hoan Kiem, quise ver la tortuga que vive allí, pero era imposible, no tenía tiempo. Esa historia es muy importante en la tradición vietnamita. Quisiera volver y poder ver la parte histórica, todo aquello que no pude ver cuando estuve la última vez.

-¿Cómo definiría las relaciones entre Cuba y Vietnam?

Las relaciones entre ambos países están muy consolidadas, siempre ha reinado la cooperación tanto de uno como del otro. El respeto también reina en las relaciones diplomáticas, los cubanos agradecen la ayuda del pueblo vietnamita, cada día surgen más oportunidades para estrechar los lazos, muchos vietnamitas han estudiado aquí y se sienten agradecidos con Cuba, eso evidencia los excelentes vínculos. A los niños cubanos desde pequeños se les inculca el sentimiento de amor por la tierra asiática, así que gran parte de los cubanos siente admiración y orgullo por Vietnam.

-¿Qué siente sobre Vietnam y los vietnamitas?

De Vietnam nos llevamos la mejor impresión, es un país bello, su pueblo es muy trabajador, muy consagrado, muy humilde, quienes trabajaban con nosotros eran muy buenas personas y muy cumplidores, tenemos una excelente opinión sobre ellos. Conocimos muchas personas hospitalarias, siempre nos brindaron su apoyo en cualquier momento a pesar de las necesidades.

Creo que lo más importante es que conocimos un pueblo que trabajó para levantarse de una guerra que destruyó por completo el país. Tuvieron mucho empeño en la recuperación, nunca perdieron las esperanzas, eso los llevó al triunfo. El pueblo vietnamita es un ejemplo para la humanidad, siento admiración hacia ellos.

-¿Cómo enfrentó la diferencia cultural?

Al principio fue difícil, muchas cosas eran totalmente desiguales, pero lo fuimos asimilando. Lo principal era la comprensión y el respeto, más allá de cualquier diferencia sabía que la mejor forma para lograr el entendimiento cultural era la aceptación. Las diferencias son significativas, muy marcadas entre una cultura y otra, pero debía atender al principio de que todos eran seres humanos y eso era igual en todos, creo que así pude enfrentar las diferencias culturales.

-¿Qué es lo que más y menos le gustó de Vietnam?

Yo había leído sobre Vietnam, conocía sobre la guerra, sobre los sacrificios que tuvo que hacer su pueblo. Aprendimos mucho también en el museo Cu Chi, lo cual nos incitó a seguir conociendo sobre la cultura, las tradiciones y la historia de ese hermoso país. En lo personal, admiro al pueblo vietnamita porque tras la guerra, con mucho sudor y esfuerzo, lograron sacar adelante al país, consiguieron desarrollarlo.

El gobierno se preocupa por el bienestar de su pueblo y por su salud. Luego de abrir las puertas a la inversión extrajera, su economía ha crecido mucho. Me encantó Vietnam, sus tradiciones, la fiesta del año lunar era preciosa, su comida, sobre todo las sopas, su cultura, su arquitectura…, todo.

Es un país precioso y su gente muy hospitalaria. Me encantaron sus paisajes, especialmente Ha Long, adoré la ciudad de Hué, su historia y su arquitectura son maravillosas. Los templos son luminosos y acogedores, extraño mucho esa tierra, regresé hace solo un año y ya tengo ganas de volver otra vez. Entablé muchas amistades y tengo muy buenos amigos que se quedaron allá, con quienes mantengo contacto tanto personales como de trabajo.

Vietnam dejó indiscutiblemente una huella en mi corazón, lo extraño mucho. Mi estancia allá, de cierta forma, cambió mi forma de pensar. Me encantó irme de nuevo porque me gustó trabajar allá. Si tuviera que escoger algún país para ir a trabajar yo elijo a Vietnam.

No me gustó de Vietnam el excesivo tráfico. Se hacía imposible hasta caminar por las calles, para cruzar había que tener mucho cuidado y demorabas mucho en hacerlo porque los conductores no respetan las señales. Eso era increíble, eran miles de motos y bicicletas por toda la calle. Eso no me gustaba porque en Cuba el respeto en la vía es de suma importancia para evitar accidentes.

-¿Hay probabilidades de que viaje a Vietnam otra vez?

Puede que vuelva a viajar por el trabajo, a lo mejor tengo la oportunidad otra vez, pero eso yo no lo sé. Lo que sí es seguro es que si me dan otra oportunidad yo voy con mucho gusto. Sería una gran alegría para mí. Me encontraría con los amigos y seguiría descubriendo las maravillas de ese país. Creo que aprovecharía aún más para conocer su historia y su cultura. Estuve en Rusia, pero como Vietnam no hay nada.

Pie de foto: “Vietnam dejó indiscutiblemente una huella en mi corazón, cambió mi forma de pensar”, confiesa Luisa Pérez Ramos.

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