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Isla al Sur

UN ÚLTIMO LATIDO, UNA ÚLTIMA MIRADA

UN ÚLTIMO LATIDO, UNA ÚLTIMA MIRADA

“¡Ay, mi Padre cuánto sufre tu hija!, es tan malo querer tanto. Dios, no debieras dejar que uno quisiera tanto, ella era mi niña, mi corazón”, con desgarramiento lloró la pinera Cecilia Bertina Aragón Rivera cuando sintió detenerse el corazón de su nieta de veinte años, infectada  de VIH/ SIDA.

Texto y foto:

SEALYS GARDÓN PANTOJA,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

<<El 20 de junio de 1976 nació mi primera nieta, Adriana Ceballos Aragón, una niña, como quería. Yo fui costurera. Le hacía casi toda la ropita. Adrianita era linda. Tenía los ojitos redondos  y negros como el azabache que nunca le faltó, y como su cabello tan lacio, que le daba un aire de japonesa. La piel parecía transparente de tan blanca y suave. ¡Y como tenía pelitos en los brazos!

<<¡Qué traviesa mi “Ojazos”! Así le decía yo ¡Era la pata del diablo, y a la vez tan cariñosa, tan espontánea, tan sincera! ¡Cuántos sustos me dio! No sé de qué manera lograba subirse a las sillas con apenas un año. Una vez se brincó una mata de rosas que había en el balcón, pensé: ¡se me mató! Pero no pasó nada, solo le di un par de nalgadas por el mal rato que viví.

<<Ella decía cosas lindas, muy profundas, a un niño de su edad no se le ocurrían. Reflexiones. Era muy inteligente. Tenía alma de poeta, eso lo heredó de mí. Su mamá y yo le enseñamos a escribir antes de entrar a la escuela. Desde entonces, nunca dejó de hacerlo. Me dedicó su última décima: “Abuela del alma mía/ me voy para no volver/ y es muy triste el padecer/ que dejo a quienes quería/ yo les robé la alegría/ de mi risa y de mi canto/ yo que los amaba tanto/ me fui buscando la suerte/ y solo encontré la muerte/ el dolor y el desencanto.”

<<También pintaba, y muy bien. Diseñó un muñequito para que se lo bordara en el pañal a su hermanito.  Los días de las madres no compraba postales, las hacía ella misma. Todavía tengo todos sus papelitos guardados.  Siempre me recordaba que yo era muy importante en su vida. Ella lo era más para mí y se fue.

<<La música era otra de sus pasiones. Desde chiquita, la dormía con Radio Enciclopedia. Llegó el momento en que dejaba lo que estuviera haciendo por sentarse al lado de la grabadora a escuchar grupos de rock. Adoraba ese género. ¡Cantaba todas las canciones! Me imagino que en inglés porque decía lo mismo que ellos. No le dio tiempo a colgar los últimos afiches que compró. Todo pasó tan rápido…

<<Después, en la Escuela de Arte, aprendió a tocar la guitarra. Cuando hizo las pruebas de aptitud, los profesores se asombraron del estilo con que lo hacía, sin haber tenido una antes entre sus manos. Allí pasó el séptimo grado.

<<Ya hacía cuatro años que sus padres se habían divorciado, pero ella no se adaptaba a llegar a casa y no ver a su papá. Estaba teniendo actitudes muy extrañas, todo indicaba que el objetivo era llamar la atención de él. La visitaba solo cada tres meses. Luego disminuyó la frecuencia y casi no se veían. La niña lloraba mucho. Quedó muy afectada.

<<En octavo, no quiso seguir en Nueva Gerona. Sus amigas de Santa Fe, donde creció Adriana, la convencieron de irse con ellas. Los maestros intentaron hacerla cambiar de opinión, decían que llevaba por dentro una gran guitarrista. Fue en vano. ¡Si hubiese seguido allí, aún estuviese viva!       

<<Esas muchachas  la llevaron a grupos donde la gente se drogaba. Se iban de noche, fugadas de la secundaria en el campo, y regresaban a las cinco de la madrugada. Sin embargo, nunca faltó a clases ni bajó el rendimiento académico. Siempre sacaba más de 90 puntos en todo. Eso nunca me lo contó, aunque teníamos muy buena comunicación.

<<Un viernes de septiembre del '91, cuando debía llegar de pase, eran las siete de la noche y no aparecía. Mi hija llamó a la escuela para saber de ella. Le confirmaron su salida. A esa hora fuimos a buscarla como dos locas en casa de sus amigas. Nadie sabía nada. Ya a las doce de la noche, la madre de uno de sus compañeros de aula me vio desesperada y me dijo todo lo que sabía: de las fugas, de las drogas, de un novio pinareño y de su viaje esa tarde para La Habana. Lo que ignoraban era la enfermedad que padecía el muchacho. Un grupo de frikies, conocidos de una fiesta, se iban y ella aprovechó para que le indicaran cómo llegar a Pinar. Allá la esperaba el novio de 25 años, y su suegra.

<<Él estaba infectado con SIDA. Le había dicho a mi pequeña, una ilusa de 15 años, que la vacuna contra esa enfermedad ya estaba, que les darían una casa bien acondicionada para los dos, y serían muy felices casados.

<<Él no sabía de su viaje y envió una carta. Cuando llegó y vi el remitente me olvidé del mundo y abrí el sobre. Quería saber de una vez qué rayos pasaba. Él le informaba que ya le había pagado a un enfermero. Era el encargado de inyectarle la sangre infectada a cambio de 200 pesos. Entonces supimos que algo malo sucedía. Entregamos la carta a las autoridades. La denuncia en Menores ya estaba hecha.

<<Un hospital en Pinar del Río avisó que tenían a Adrianita. El diagnóstico fue amigdalitis aguda. Respiramos por encontrarla. Nunca comentó nada de la inyección, ni del vaso de cerveza y los dos parkinsonil que tomó para ganar valor, y que después no la dejaron salir corriendo cuando se arrepintió. Jamás imaginamos los meses próximos.

<<Mi hija no sabía qué hacer y pidió el traslado de Adrianita a Mulgoba, un centro de reeducación. Allí la pusieron a trabajar en la farmacia y la apartaron del resto, prácticamente unos delincuentes. 

<<Todo parecía marchar en paz. El 11 de febrero de 1992, la directora del centro le dijo que no podía estar más allí. Habían llegado los exámenes del VIH. Eran positivos. Ese mismo día, abrumada y consciente del aquel error sin vuelta atrás, intentó suicidarse. Ingirió sobredosis de varios medicamentos, pero logró sobrevivir por las dosis tomadas antes con los frikies.

<<Cuando mi hija llegó junto a ella tras conocer la noticia, exigió el nombre del novio. Lo supo de inmediato, aunque Adriana no dijo nada de la transfusión. No esperó dos minutos: llamó al sanatorio de Pinar para preguntar por él. Le informaron que había muerto desde el 8 de ese mes. 

<<A partir de entonces, su casa fue el sanatorio Los Cocos, en La Habana. Cuando empeoró, la enviaron para el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK). Su padre iba, se pasaba un par de días y regresaba a Villa Clara, donde vivía. Fue allí donde tuve más información del novio de Adriana. Había engañado a unas once muchachas con el mismo modus operandi. Todas buenas y muy bonitas. Me lo comentó una pinareña que me consoló una de las tantas tardes de llanto en el patio del IPK. Ante Adri me mostraba fuerte, pero no era fácil.

<<Por mucho tiempo sentí como si todo fuese una pesadilla. Cuando regresaba a la realidad, me tiraba en el piso y lloraba. Les rogaba a mis santos para que me enfermaran a mí, ya yo había vivido lo suficiente. En mi delirio, les pedía que me la salvaran. No era posible, lo sabía, pero esperaba un milagro. No sucedió.

<<Mientras estuvo internada pedía mucho pizza y batido de trigo. Lo último que comió fue arroz con maíz. Solo yo le cocinaba. En el comedor me daban la comida y yo se la hacía. Ni su mamá la podía bañar o prepararle nada. Me quería a mí todo el tiempo.

<<Siempre dije que le daría todos los gustos. Ella no iba a morir con deseos de comer nada mientras se lo pudiera dar. En una ocasión, después de 19 días con vómitos y diarreas, quiso comer harina y huevo frito. Le dije que eso la pondría peor, pero aseguró lo contrario. Cumplí su antojo, a la vez, pedía perdón a Dios porque sabía no era lo correcto. Para mi sorpresa, a los tres días la sacaron de terapia. Mejoró, como me dijo.

<< En 1995, decidimos que mi hija se fuera para Alemania con su esposo. Tal vez allá encontraba alguna cura más rápido. Venía todos los meses. Incluso intentó traer una manzana, pero no le permitieron pasarla. Mandaba algún dinerito y le daba gustos. También compraba cosas para otros muchachos abandonados por sus familias en el IPK. Yo era la abuelita de todos.

<<Adriana decía ver a un negro. Se le acercaba al pie de la cama y se burlaba de ella. Preguntaba: “Abuela, ¿no lo ves? Ahí está, riéndose de mí”. Siempre que eso sucedía, se ponía mal. Me decía: “Mañana voy a empeorar”. Yo me asustaba porque, dentro de lo posible, se encontraba estable. Sus palabras se cumplían al pie de la letra. Mi niña tenía su luz.

<<El 2 de noviembre del año '96, la madre vio por última vez a “Ojazos”. Sabía de la gravedad y quiso quedarse, pero Adri prometió alimentarse y le pidió que se marchara. Así fue. Luego, a solas, me dijo, que yo era fuerte, yo sí aguantaría verla morir. Mi cara era lo último que deseaba ver. Y así sucedió.

<<Se deterioraba cada vez más, no quería comer. Mandé a buscar al padre. El 29 de noviembre fue el último día. Agonizaba. Yo, en temblores, solo era capaz de susurrarle al oído mientras acariciaba su rostro: “Duerme mi niña que Diosito viene a buscarte. Piensa en Dios y duerme”. Tenía mucho miedo que se fuera como los otros: rígidos, feos. Traté de calmarla para despedirla con la cara alegre que conservó siempre, muy a pesar de todo. Su padre solo maldecía, hasta que me desesperó y le di un grito silenciador. Lloró más, pero habló menos. Ella no podía caminar a la luz sin paz. No lo permitiría.

<<Mi mano estuvo junto a su corazón. Dejó de palpitar un par de veces. Dicen que a la tercera va la vencida. Exactamente. Yo sentí el último latido y me quedé con su última mirada. >>

Pie de foto: Bertina, como la conocen todos, conserva cada uno de los dibujos y escritos de Adriana.

Ficha técnica:

Objetivo central: Dar a conocer, mediante Bertina, la historia de la joven Adriana, que puede ser la de muchos.

Objetivo colateral: Hacer reflexionar al lector sobre los peligros del SIDA.

Tipo de entrevista:

Por sus participantes: Individual.

Por su forma: Testimonial.

Por su contenido: Monólogo-testimonio.

Por el canal que se obtuvo: Entrevista cara a cara.

Tipo de título: Genérico.

Tipo de entrada: Evocativa o retrospectiva.

Tipo de cuerpo: De citas.

Tipo de conclusiones: Frase de impacto.

Fuentes consultadas y tipos de fuentes: Cecilia Bertina Aragón: directa; Jorge Luis Garcés (directa) y su libro "Con estrellas en los ojos" (documental); Páginas amarillas del diario de Adriana (documental).

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