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Isla al Sur

Del farol a la computadora

Del farol a la computadora   Iraida Calzadilla Rodríguez

"La educación es el arma más poderosa que tiene
el hombre para crear una ética, para crear una conciencia,
para crear un sentido del deber, un sentido de la
organización, de la disciplina, de la responsabilidad".

FIDEL
(Julio de 1979)

En el Museo de la Alfabetización, en Ciudad Escolar Libertad, en La Habana, Cuba, releo las cartas con unción nostálgica. Pueden ser de los cuartones orientales de Los Barriles, Cebolla Blanca, La Ahumada, Los Lirios, o Tres Caminos, o de las tierras pinareñas de San Luis, Consolación del Sur o Guane. Las letras van unidas por un temblor de emoción. De orgullo por una primera vez.

De pueblos habaneros son las de Juan Martínez: "Fidel Castro, nunca me he sentido cubano hasta que aprendí a leer y escribir"; Tita Mejías: "Le estoy muy agradecida porque nunca antes otro gobierno se había atrevido a hacer esta obra tan revolucionaria que ha hecho usted"; y Máximo Rodríguez: "Fidel, a pesar de ser un niño todavía y que ya me hayan alfabetizado porque yo no iba a ir a la escuela al primer grado con 13 años que tengo ya que sería la diversión de mis compañeros. Hoy me siento feliz porque con un esfuerzo más adelantaré y no me dará pena ir al colegio. Gracias por haberme ayudado a no quedarme bruto".

Cada misiva, sin proponérselo, retoma el milagro de un año en el que más de 300 000 cubanos lograron erradicar siglos de ignorancia y llenaron de letras y números las vidas de 707 000 iletrados. Para siempre 1961 estará inserto en la memoria del pueblo con la derrota a la agresión mercenaria de Playa Girón, la declaración del carácter socialista de la Revolución, la nacionalización de las escuelas privadas, y la epopéyica Campaña Nacional de Alfabetización —hito en la historia educacional de América Latina y del resto del mundo—, que concluyó en una Plaza Cívica (hoy Plaza de la Revolución) repleta de lápices y cartillas, mientras desde el litoral habanero veintiuna salvas saludaban la proclamación de Territorio Libre de Analfabetismo.

Un recuento es necesario para mostrar la gesta que hizo posible una Patria grande como la soñaron los próceres. La década de los años cincuenta del pasado siglo, por solo citar la referencia más cercana al triunfo revolucionario, se caracterizó en Cuba por la ausencia, en la práctica, de un sistema científico y coherente en la educación, a lo que se unía la desatención a las enseñanzas preescolar, especial y de adultos.

Según datos oficiales, el país presentaba un 23,6% de analfabetos como promedio —alrededor de un millón de personas—, pues en zonas rurales podía rebasar el 40%; el 77,4% de la población de 10 años o más no completaba la educación primaria o era analfabeta; se contaba con 32 800 maestros, de ellos unos 10 000 sin trabajo; y en las tres universidades públicas (de La Habana, Central de Las Villas y de Oriente) la matrícula apenas llegaba a los 15 000 estudiantes.

FAROLES EN LAS CASAS CUBANAS

En fecha tan temprana como diciembre de 1959 se aprobó el Decreto-Ley sobre la reforma integral de la enseñanza. Fue una etapa en la que se abrieron 10 000 aulas de educación primaria, principalmente en las hasta entonces olvidadas zonas rurales, y se convirtieron en escuelas 69 cuarteles con capacidad para unos 400 000 alumnos. Ese año la escolarización de la población de seis a 14 años de edad se elevó a un 93,5%.

La erradicación del analfabetismo quedó concluida en 1961, cuando los faroles de los alfabetizadores populares, trabajadores de la enseñanza y los brigadistas Conrado Benítez y Patria o Muerte, inundaron las casas cubanas en una participación masiva que favoreció, como nunca antes había ocurrido, el vínculo entre los diferentes sectores sociales. No hubo bohío serrano ni hogar en el llano en que, necesitándolo, dejaran de dar su luz simbólica. La Campaña fue, entonces, la primera revolución educacional de un país que apostaba por la máxima martiana de "Ser cultos es la única manera de ser libres".

Pero ese fue solo el asomo de lo que sucedería después, paso a paso y de manera indetenible. Al año siguiente, con la consolidación del resto de los subsistemas del Sistema Nacional de Educación, quedaban cumplidas las aspiraciones del Programa del Moncada y nuevas metas surgían. Ahí están el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, la avalancha en la matrícula de secundaria básica, que necesitó de más docentes y tuvo como respuesta revolucionaria la creación del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech.

Además, no podrá olvidarse nunca el continuo perfeccionamiento de los planes y programas de estudios, de manera que cada vez más se flexibilizaran y permitieran una educación de calidad permanente, renovada, innovadora. Tampoco los cientos de jóvenes que abrazaron cada convocatoria urgente y emergente para que la decisiva misión de enseñar tuviera raíces sólidas en suelo cubano, y también en tierras hermanas como Nicaragua y Angola.

Ya en 1961 Fidel lo dejaba explícito: "La batalla que se va a ganar contra la ignorancia, será una batalla que dará a nuestro país más gloria que las batallas militares que hayamos librado hasta hoy o que podemos librar después".

EDUCACIÓN PARA LA VIDA

¿Quién no recuerda los uniformes escolares como "herencia" de familia o de vecino? ¿Y las pañoletas azules o rojas intercambiadas para que el atributo pioneril estuviera siempre en los hombros de los pequeños?

Cuando muchos agoreros creyeron que la obra educacional tendría su fin en un país asediado por el doble bloqueo económico y por la recrudecida hostilidad política de los Estados Unidos tras la desaparición del campo socialista europeo, los cubanos no vieron cerradas sus escuelas, ni sus aulas; los maestros no quedaron sin trabajo. Las universidades siguieron formando profesionales patriotas. No cejó el espíritu de la nación.

El ejemplo más alto está en los cinco años de Batalla de Ideas, al calor de la cual nacieron los Programas de la Revolución y, con ellos, las aspiraciones de que todos los ciudadanos del país tengan una cultura general integral, se universalicen los estudios superiores y la educación sea un estadío para la vida, es decir, que termine con la existencia misma, y ahora se encamina a garantizar estudios universitarios para todos. Asistimos a la tercera revolución educacional.

El Estado no escatima esfuerzos ni recursos para la educación ni en las situaciones más adversas. Muestra de ello es que en el 2004 se le dedicaron 3 825 millones de pesos, cifra 48 veces superior a la asignada al curso 1957-1958 por el gobierno de turno.

De 1959 a la fecha se han graduado en Cuba más de 800 000 universitarios y, solidariamente, la Isla posibilitó carreras a más de 18 000 personas de otros países. En los años 90, como resultado de la experiencia investigativa cubana, se generalizó el programa social de atención a los niños de 0-6 años que no asistían a los círculos infantiles. Este programa"Educa a tu hijo" ha sido posible por la participación social de los organismos y las organizaciones de la sociedad, y de manera particular por el papel de la familia cubana en la educación de los niños. La escolarización primaria es del ciento por ciento, comparable a la de naciones como Reino Unido y Canadá, y superior al 93% de los Estados Unidos. El 59,8% de la población de 11 y más años de edad tiene nivel de enseñanza media, y el 7,4% terminó estudios universitarios.

Están matriculados en las diferentes enseñanzas del sistema educacional unos 2 792 000 alumnos, de ellos, 380 000 —la mayor cifra de la historia— en casas de altos estudios multiplicadas por el país. Es decir, uno de cada cuatro habitantes se halla vinculado a la enseñanza; uno de cada siete trabajadores, y uno de cada 17 habitantes, es universitario.

Hay que hablar también de más de 13 000 centros educacionales, de los cuales 1 180 poseen matrículas de uno a cinco niños radicados en zonas rurales, y a quienes, como a los de las urbes y pueblos de toda la geografía cubana, no les faltan maestros, televisores, videos y computadoras, de manera que reciben educación en iguales condiciones.

Si un aporte mayor puede dar Cuba al mundo es el de la equidad alcanzada en su sistema integral de enseñanza, cuyo paradigma es la no exclusión, de ningún tipo, ni de sexo, ni cultural, ni social, y acoge por igual a todos los seres humanos.Y otro dato interesante: esta es la nación de mayor cantidad de maestros per cápita: uno por cada 36,8 habitantes.

Los cubanos conformamos un pueblo de alto nivel educacional. Por eso exigimos más no solo de nosotros mismos, sino también de quienes están en el deber de formar y preparar a las nuevas generaciones. Quizás critiquemos uno u otro método, y es válido en una obra en la que de un modo participamos todos, y que se perfecciona y aspira a la excelencia.

Pero, críticas a un lado, el orgullo crece en cada nueva meta humanista por alcanzar, como las que representan los trabajadores sociales, los maestros de formación emergente (uno por cada 20 niños), los profesores generales integrales (uno por cada 15 adolescentes), los Cursos de Superación Integral para Jóvenes, las Escuelas de Arte, los centros docentes convertidos en microuniversidades, las 938 sedes universitarias municipales donde se forman más de 233 000 estudiantes, la participación activa de los profesionales como profesores a tiempo parcial y tutores en los procesos docentes, la Universidad del Adulto Mayor, los más de 200 programas de computación para el aprendizaje de diferentes materias.

Una ola arrolladora, pues como expresó el Comandante en Jefe, en Cuba habrá millones de licenciados a partir de los nuevos métodos educativos que se aplican para estar a la altura de los requerimientos científico-técnicos de estos tiempos. Esas cifras de graduados universitarios solo pueden ser posibles —dijo Fidel—, en un sistema social como el de Cuba, antítesis de las sociedades de elite que pululan en otras regiones del planeta.

Bajo la divisa que nos legó José de la Luz y Caballero ("Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea evangelio vivo") en nuestro país el maestro no es un simple transmisor de conocimientos; es por encima de todo un educador, un formador de valores, un forjador del hombre nuevo para una sociedad superior y más justa.

http://www.granma.cubaweb.cu/2005/07/28/nacional/articulo01.html

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