Blogia
Isla al Sur

MANUEL, ETERNAMENTE MAESTRO

MANUEL, ETERNAMENTE MAESTRO

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Foto: Aldo Mederos

Solo la muerte de Evelia, la madre incansable en hacer perdurar la memoria del joven, hizo que a 40 años del suceso decidiera romper la porfía del silencio. Le dije que solo quería su visión de hermana, pues la historia de Manuel Ascunce Domenech, el brigadista de la Campaña de Alfabetización asesinado cruentamente por bandas contrarrevolucionarias y devenido ejemplo y leyenda de generaciones de cubanos, es sumamente conocida.

María Dolores Ascunce Domenech, respondió, entonces, que ha sido un tiempo duro para la familia, un tiempo en que nada ha podido suplir la ausencia del muchacho, presente en cualquier rincón de la memoria: "Me pasó algo muy raro. Resulta que al llegar el telegrama a la casa, mamá y yo estábamos haciendo una visita y abuela fue a avisarnos de que algo malo ocurría. Mi tío llamó por teléfono a Trinidad y, cuando regresó, mamá le preguntó si Manuel estaba muerto, y ya no recuerdo más. 

"Lourdes, mi prima, me hace cuentos de lo que sucedió en la antigua funeraria Caballero, en 23 y M, aquí en La Habana; y yo, en blanco. Ni siquiera registro en la memoria la llegada de Fidel a ella, lo único que percibí es que había cantidad de gente, que su entierro fue una concentración de pueblo, de estudiantes, de trabajadores, y dice Lourdes que los brigadistas le ratificaban a mamá su convicción de regresar para continuar la Campaña de Alfabetización. Ya de vuelta a la casa, tranquila, empecé a recordar. Aunque de ahí en adelante, todos llevamos una vida diferente marcada por su ausencia". 

-¿Se llevaban bien? 

"Admirablemente. Nunca tuvimos una desavenencia, estaba al tanto de mis cosas, me protegía. A mi todos me conocen por Marilola, pero él me llamaba Mary y yo, invariable, le decía hermano. Estudiábamos en la misma secundaria básica, la antigua América que hoy lleva su nombre, en Luyanó". 

-¿Se parecían? 

"No. El se parecía en el físico a mamá y yo a papá. En el carácter, mi hermano era más abierto, serio, pero sociable, le gustaban las fiestas, iba a todas aunque no sabía bailar, buen estudiante y compenetrado con sus profesores. No creo que tuviera novia en aquel tiempo. Yo soy trancada, tímida a más no poder". 

-¿Tus padres no se opusieron a que alfabetizara? 

"En un primer momento mamá no quería, pero él insistió tanto que hubo que dejarlo. Lourdes siempre recuerda que mi hermano decía que, si no, se iría sin permiso, porque de todas maneras lo que hacía falta era enseñar. Figúrate que, con 16 años, no se perdía ni un discurso de Fidel y llamaba a mami para que se sentara a su lado a escucharlo."

-¿Qué anécdotas te vienen de pronto a la memoria? 

"Cuando el ataque a Playa Girón, hacía guardias en la escuela con tremenda responsabilidad. ¡Ah!, y cuando se celebró aquel 26 de Julio en La Habana y vinieron los campesinos, como nuestra casa era muy pequeña y no podíamos recibir a ninguno, él se volvió un activista en Luyanó para buscarles lugares donde quedarse". 

-El tiempo pasa y, a veces, la memoria afectiva agiganta a las personas que queremos, ¿te ocurre? 

"No. Manuel es hoy un símbolo para Cuba, pero yo no dejo de recordarlo como un joven normal. Mira, no era regado con sus cosas, pero alguna que otra vez había que andar detrás de él acomodándole algo, aunque no había regaños porque era muy noble. Le gustaba la malta con leche, Radio Enciclopedia, las camisas sobrias, en fin, un muchacho sencillo, como cualquier otro. Era alto, medía más de seis pies, ancho de hombros, muy lindo". 

-¿Pero es que nunca hizo maldades propias de la adolescencia? 

"Cuando iba de vacaciones a Sagua la Grande, donde nacimos, se sentía como un ave a quien le abren la puerta, pues montaba bicicleta a su antojo, hacía guerritas de pelota, cazaba tomeguines a la orilla del río, jugaba a las bolas y hasta nos enteramos hace poco que se tiraba de los acantilados en yagua. Sagua era su delirio y hablaba tanto de ella con los campesinos que alfabetizaba, que ellos pensaron enviar allá el cadáver. Menos mal que mamá llegó a tiempo". 

Jubilada del Ministerio de la Industria Básica, donde trabajó por más de 20 años en la especialidad de técnico en información, la vida de Marilola ha transcurrido casi en absoluto anonimato, tanto, que muchas personas creen que Manuel Ascunde Domenech era único hijo. 

-¿Te marcó su ejemplo como para sentirte postergada en la familia? 

"De ninguna manera, yo siempre fui callada y, después, nunca me gustó hacer de esa tragedia un modo de presentación. En cuanto a mis padres, siempre los comprendí. Ellos tuvieron un hijo querido al que le mataron e irremediablemente perdieron, y se convirtió en un paradigma. Quedé yo, y ellos nunca dejaron de atenderme y darme cariño, pero ya Manuel era una pertenencia del pueblo. Su muerte no ha sido en vano". 

0 comentarios