LOS FÍSICOS TENEMOS UN PROBLEMA GENÉTICO: EL OPTIMISMO
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ,
Foto: Aldo Mederos
En 1961, cuando trabajaban en la Universidad de Columbia, los norteamericanos Leon Max Lederman, Melvin Schwartz y Jack Steinberger concluían una importante etapa de investigación en sus vidas. Sin embargo, no fue hasta 1988 que tuvieron una llamada del rey de Suecia para decirles que era un excelente hallazgo científico y, ese mismo año, recibieron el Premio Nobel de Física por una serie de experimentos que permitieron descubrir una nueva partícula del núcleo atómico.
Al cabo, el doctor Lederman dice que no le importa si el reconocimiento les vino en el momento oportuno o tardíamente: "Personalmente ya tenía muchas medallas, y cada noche me toma unos 25 minutos pasarlas todas de la chaqueta del traje, al pijama". Sonríe y retoma el punto: "A veces requiere tiempo entender el significado de un descubrimiento".
Desde hace mucho dedicado a promover la enseñanza de las ciencias, tanto en niños y adolescentes como en profesores de Física de la educación primaria, cuenta que el programa que se aplica ha posibilitado la graduación de unos 4 000 docentes, y que los exámenes de los estudiantes demuestran que estos aprenden de una manera espectacular. Entonces, resume: "Cuando el profesor entiende, puede enseñar".
Le pregunto acerca de cómo hacer hoy más atractiva la enseñanza de la Física y qué transformaciones reclama a tono con los tiempos modernos esta disciplina, entre las más "bravas" de las científicas. Pero escatima particularidades y va más allá en el análisis porque, en su opinión, el principal cambio es que las personas comprendan más que nunca antes la necesidad de un mejor entendimiento de las ciencias, y debe ser así porque en el siglo XXI el potencial de estas y de la tecnología para mejorar la condición humana es enorme, pero también es grande para dañar a nuestra especie.
"La ciencia no tiene valor en sí misma, sino que depende de cómo se usa, y tenemos que establecer un consenso popular de cómo aplicarla para el avance de la Humanidad, para eliminar el hambre, las enfermedades, los lugares peligrosos donde viven muchas personas. Tenemos que aprender a mitigar catástrofes, a preservar el medio ambiente para nuestros hijos y los de ellos; y por supuesto, deberíamos eliminar las armas de destrucción masiva, tanto de las sociedades industriales como de los países que quieren hacer cosas estúpidas con ellas".
Se pregunta qué hace hoy exitoso a un científico: la curiosidad, el escepticismo, el nunca creer historias sin evidencias: "Tener la mente abierta, estar listo para cambiar el punto de vista cuando nos damos cuenta de que estamos equivocados. Cuando observamos la lista, nos sorprende comprobar que es la misma que nos gustaría para un ciudadano común inteligente. Los físicos tenemos un problema genético que se llama optimismo; podríamos usar la ciencia para hacer que avance la Humanidad".
Conoce profundamente a Latinoamérica, por eso no duda en afirmar que en ella hay mucho potencial humano, pero que las condiciones económicas, y también las políticas en no pocos casos, retardan el avance de las ciencias en esta parte del mundo: "Hace falta crear condiciones para que esos científicos puedan desarrollarse en sus propios países.
"Durante mis muchos viajes por estas tierras suelo preguntar por qué no hacen un gran laboratorio latinoamericano donde colaboren todos sus países, porque quizás eso pueda conformar una suficiente masa crítica de científicos y construir uno de los mejores laboratorios del mundo; y en ese mismo sentido, también propongo un laboratorio del Caribe que podría estudiar problemas como la mitigación de desastres."
Reitera que hay mucho potencial en América Latina, pero no muchas oportunidades: "Pienso que las facilidades de investigación que tienen los países industrializados de alguna forma son una herencia de todo el planeta, de modo que, en mi opinión, ellas pertenecen por principio a las personas del mundo que deseen satisfacer sus necesidades de hacer ciencia".
Esta es su segunda visita a la Isla. Durante la primera, en 1999, visitó la Facultad de Física de la Universidad de La Habana y el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Vladimir Ilich Lenin: "Conversé con los estudiantes; de ese momento recuerdo que quedé impresionado por la calidad de las escuelas y de los profesores; también, por los avances de la Biología. Me gustaría ver a Cuba integrada en la Ciencia y la Tecnología de este hemisferio, pero tenemos problemas y eso está tomando un tiempo demasiado largo; lamentablemente, las relaciones entre mi país y el de ustedes son escabrosas".
Le pregunto sobre cuánto le ha podido cambiar el merecimiento del Premio Nobel. Hombre expresivo, sencillo y de vital modestia, solo responde: "No soy hoy diferente a lo que era antes. Eso sí, he observado que ahora la gente me oye más amablemente". Y después dice con fina ironía: "Tengo la impresión de que las personas creen que lo sé todo, así que soy un experto tanto en problemas de seguridad pública, como en cuán largas deben ser las sayas de las mujeres. Particularmente pienso que tan cortas como sea posible".
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