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Isla al Sur

LA IMAGEN CONSTANTE

LA IMAGEN CONSTANTE

El doctor en Ciencias de la Comunicación, Jorge Rodríguez Bermúdez, presenta sobre la cartelística cubana, un título abarcador y desperjuiciado.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ                

El libro del cartel cubano, abordado el tema en su integralidad y sin parcelas de auspicio, venía reclamando desde hace mucho un texto analítico, creativo y desprejuiciado, sobre todo, si tenemos en cuenta la riqueza que a lo largo de la pasada centuria ha tenido su desarrollo en el decursar histórico de la nación.

Y he aquí que el doctor en Ciencias de la Comunicación y profesor de Arte y Comunicación de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Jorge Rodríguez Bermúdez, pone al lector, especialista o neófito, ante la perspectiva del juicio con su volumen, La imagen constante. El cartel cubano del siglo XX, editado por Letras Cubanas bajo la atenta mirada de Teresa Blanco y con una tirada de más de 2 500 ejemplares, de los cuales habrá disponibilidad en bibliotecas públicas.

-¿Propuesta del texto?

Cuatro acercamientos fundamentales: la evolución del cartel, cometido durante la República, presencia en la Revolución y, finalmente, su crisis”.

-Durante los primeros años revolucionarios

el cartel cumplió una destacada función social

y comunicativa. ¿Puede hoy decirse lo mismo?

Fue un protagonista en fijar y divulgar mensajes en esos años, hasta la erosión del código visual representativo de nuestro cartelismo de vanguardia, hecho que ocurre a mitad de la década de los 80 del pasado siglo.

A partir de la propia dinámica de los estilos artísticos y el desarrollo tecnológico operados en Cuba y el mundo, es comprensible que un código de vanguardia no permanezca más de 10-15 años. Otro elemento para su caducidad es la preferencia del público por la imagen televisiva y de video a color como medios preferentes de su sistema comunicativo.

Se suma que el cartel, a partir de la propia fuente propiciadora, no es capaz de romper el paradigma que lo había entronizado y que es el código de vanguardia de los años 60-70, el cual marcó un hito en su época.

-Además de abordar el cartel en instituciones

que lo elevaron a clásico como el Instituto

Cubano de Arte e Industria Cinematográfica,

qué otras indagaciones presenta.

Algunas que nunca, o poco, han sido abordadas en artículos o libros como son el cartel en el Consejo Nacional de Cultura, el Instituto Cubano del Libro y el antiguo Instituto Nacional de la Industria Turística, donde tuvo una presencia importante. También, el cartel alternativo de la década de los 90, el cual procede generalmente de jóvenes diseñadores de manera espontánea, sin respaldo estatal.

-¿Bien o mal avizora el

futuro del cartel cubano?

Cada medio tiene su momento dado en circunstancias históricas, políticas, sociales y comunicativas irrepetibles. El cartel nuestro encontró ese instante justo al triunfo de la Revolución debido a la dinámica y la inmediatez del mensaje a generalizar y de ahí el devenir como uno de los medios visuales emblemáticos del proceso revolucionario.

Surgirá otro momento, pues lo cierto es que siempre ha habido un cartelismo de vanguardia hasta finales del siglo XX. El cartel alternativo de los 90 es el continuador de ese código de vanguardia gestado entre los años 60-70, partiendo del hecho paradójico de que continuismo es ruptura, no es imitación, no es seguir haciendo lo que hace dos decenios atrás, sino sacar las mejores experiencias de ese legado y recrearlas y adecuarlas a las nuevas exigencias estético-comunicativas.

-Entonces, ¿queda salvado?

Definitivamente pienso que en Cuba el cartel puede continuar teniendo una presencia importante en nuestra cultura visual, pues tenemos una tradición muy fuerte en el medio como para no perderlo en el presente siglo.

 

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