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Isla al Sur

VISA AL COSMOS

VISA AL COSMOS

En el XV aniversario del vuelo conjunto cubano-soviético, Arnaldo Tamayo Méndez confesó soñar con travesías aéreas y cósmicas, en un retorno perpetuo a los apremios de la vocación, el corazón y la memoria. Hoy, a 27 años de la hazaña, retomo la entrevista para mis alumnos.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ             

El primer viaje en avión que dio el guajiro guantanamero no fue una travesía desde su tierra natal hasta la ciudad grande, luminosa capital abierta al mar, de sus sueños de Camarones. La Habana era entonces el encuentro con todo lo posible, la totalizadora urbe que apenas si se atrevía a caminar, pero ya en ella y descubierta, no dudó traspasar fronteras y se montó en un Britania rumbo a la Unión Soviética. El susto de andar en ese tren aéreo le acompañaría durante todo el trayecto, y tuvo a bien guardárselo entre saltos de estómago y pecho.

Todavía no imaginaba el vuelo mayor, ni mucho menos su destino de héroe.

En esos tiempos deseaba ser piloto de caza, más allá del leve astigmatismo que ni siquiera le dañaba para leer o clavar la vista a distancia. 

Desde piloto de guerra de primera clase a cosmonauta pasarían largas horas de vuelo, muchos sustos, infinitos días en que el temor del no regreso rondaba el hogar en esa carga ancestral de la esposa insomne hasta que la llave abre el cerrojo de la puerta, mientras los hijos duermen al resguardo de preocupaciones adultas. 

Solo él desestimaba la obsesión de la muerte porque, cuando no está  para uno, no pasa nada y, al final, siempre queda aquello de que: "Bueno, si me tocó perder, me tocó". 

Cuarenta y ocho horas antes del 18 de septiembre de 1980, cuando una Comisión Estatal le anunciaba que iría al cosmos, a Arnaldo Tamayo Méndez se le olvidó el ruso aprendido a fuerza de dominar una lengua indómita, y el cerebro no atinó a enviar mensajes de habla.

Quince años después

El general de brigada ahora tiene 53 años, le sigue gustando correr aunque ha abandonado un poco las pistas y ya usa espejuelos. Quizás también los rendimientos en los ejercicios físicos hayan bajado, pero dice que si le ponen un cohete "ahí alantico", ya está listo para echarse hacia otro vuelo: "El NO me lo tendrán que dar los médicos". Sigue, no obstante, con recelos por el cine, porque "con tanta intensidad de trabajo, llego cansado a la sala y generalmente me duermo. Tiene que ser una película de mucha acción, porque si no me entra el arrorró mi niño, arrorró mi amor, y caigo en brazos de Morfeo". 

Lo descubro comunicativo, tranquilo y propenso a la jarana. A quince años del privilegio de haberse convertido en el primer cosmonauta de América Latina, reflexiona que aquel acontecimiento espacial fue solo posible por la Revolución, por el socialismo y por la integración que entonces existió en el desaparecido campo socialista, lo cual permitió que todas las naciones que conformaban el Programa Intercosmos pudieran unirse para un fin común. 

"Reafirmo hoy que fue una victoria del socialismo, como también fue una victoria de Cuba; sin aquella vinculación no hubieran podido concebirse esas investigaciones en el espacio sideral. Fue un acontecimiento científico pero, ante todo, tuvo una connotación política", comenta este militar que ya nunca más será un ciudadano común, asediado por la impronta de una personalidad publica que le conmina a medir cada palabra, cada respuesta, ante cualquier otro ciudadano que se le acerque para recordarle como hombre-fecha de referencia de su vida sencilla y cotidiana. 

Cosmonauta número cien

En el laboratorio espacial se hicieron más de 20 trabajos ideados y preparados con alto rigor por científicos, especialistas y técnicos: teledetección de los recursos naturales de la Tierra, los médico-biológicos, los físico-técnicos y un grupo reducido de experimentos psicológicos para estudiar el comportamiento del hombre en el espacio, conformaron los cuatro grandes temas. 

"La responsabilidad histórica recoge que fue Arnaldo Tamayo quien voló, pero Tamayo fue el hombre que al azar hizo el viaje en representación de su pueblo. Por eso siempre digo que yo de ciencia y de preparación de experimentos no sé ni papa, porque no quiero dar la falsa imagen de que fui el bárbaro. 

"Yo fui prácticamente el operador al romper una cápsula, al hacer un experimento. La idea, los resultados, el análisis de ellos y poner eso después al servicio de la ciencia, es mérito de nuestros científicos. Mi profesión es piloto", recalca el Héroe de la Republica de Cuba y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, quien una y otra vez ha repetido que aquella hazaña la pudieron haber realizado 10 millones de cubanos. Entre ellos, y por derecho propio, el entrañable compañero de entrenamiento, el teniente coronel José Armando López Falcón, hoy profesor-investigador del Instituto Técnico Militar.

Fue el cosmonauta 100, número simbólico en su redondez de aniversarios, de cierre de siglo, de buenos presagios. Fue el primero, y hasta ahora el único cubano, en sacar visa para viajar a 550 kilómetros fuera de la Tierra.

"En los momentos de descanso me dedicaba a ver mi planeta, porque pensaba que volverlo a mirar desde allí me sería casi imposible e irrepetible. Cuando uno observa esa gran esfera debajo de sí y piensa que pertenece a ella, siente cierta euforia y se repite: ‘Vengo de ahí'. 

"Me era grato también, cada 90 minutos, darle la vuelta a la Tierra. En una jornada para mí, había muchas por ese concepto de rotación: 53 minutos duraba el día y 37 la noche. En el espacio claro, el fondo es gris, no azul como nosotros estamos acostumbrados. La oscuridad, sin embargo, es intensa y en ella pueden apreciarse bien las estrellas y sus luces parpadeantes".

Regresa en el tiempo y evoca a Yuri Romanenko, su amigo para siempre, dedicado ahora a preparar a las tripulaciones en los trabajos científicos que llevan a bordo. Tamayo en el aire casi percibe el olor de la Ciudad Estelar.

Le comento si Cuba podría repetir la proeza del espacio sideral de contarse con condiciones. El hoy miembro de la Dirección Nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana afirma rotundo que ahora estamos mucho mejor preparados que tres lustros atrás, con excelentes pilotos, ingenieros, científicos y especialistas: "Es una lástima que se haya desmoronado todo lo avanzado con la integración, pero como país, podríamos participar sin problemas en cualquier programa".

Habla también de la cosmonáutica, "aguantado" su desarrollo por la crisis económica que toca a todos los países que poseen tecnología espacial: "El planeado vuelo a Marte para los primeros años del 2000 no puede hacerlo un solo país, es muy costoso. Se está hablando de colaboración entre las potencias que tienen recursos para buscar un programa conjunto. Creo, además, que ese mérito no debe de ser de una nación determinada, sino un hecho de la comunidad internacional. Marte será un trascendente acontecimiento científico".

Ya no vuela, dedicado al trabajo patriótico-militar, no hay espacio para la concentración absoluta que requiere el piloto de caza. Solo le atrapan los recuerdos y le azotan vuelos mentales en los que practica hábitos y habilidades en el manejo de la técnica de aviación y de la cosmonáutica. Son reflejos que lleva por dentro, guardados en los vericuetos del corazón y la memoria.

"En un momento difícil de la Patria, puedo tomar las armas y para mí las armas es la aviación: es allí donde está mi vida, mi preparación, toda mi vocación. Por eso sueño que voy en un avión o en una nave espacial, y repaso cada conocimiento con igual precisión que en los inicios, como si fuera una y otra vez, y siempre, la primera vez".

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