PERSEVERANCIA ASTURIANA
En Cienfuegos, dos hombres buscan en el tiempo la huella de sus antecesores.
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
La galleta de mar más antigua de Cuba se conserva en Cienfuegos. Sació el hambre del asturiano José Castelao en días de infortunado mar cuando quedó al garete en la draga vacía de combustible y, encomendándose a Dios y al buen tino de la gente que se echaría a buscarlo, esperó sobrevivir al desvarío. La firmó el 14 de febrero de 1936 para que la mala memoria no borrara la inquietud infinita y, de vuelta a casa, colgó el pedazo de alimento último en lugar visible de la sala, cual ganador de reino propio.
Muchos años después de su muerte, Tato, el hijo, la donó a Pedro Pérez Avello, el flaco obsesivo que rastreaba huellas de antepasados venidos de aquella porción de tierra española.
En 1994 comenzó todo. Algunos entonces no entendieron al ingeniero mecánico de la refinería de petróleo, cuyo nombre actual es Camilo Cienfuegos; ahora tampoco. Pero Avello tiene sangre asturiana, que es algo así como un pasaporte de perseverancia con liga de porfía. Dice, en horas de amena conversación en el hotel Jagua donde montó su Rincón Asturiano, que el local es único de su tipo en esta Isla donde la impronta ibérica es consustancial.
El rincón es un espacio nimio con superposición de objetos, la mayoría de puro valor sentimental. Hacerlo realidad fue el saldo de la deuda filial con el bisabuelo Robustiano, patriarca con cargo de teniente-alcalde de la ciudad en los finales del siglo XIX, y también con la parentela llegada de Luarca en tiempos remotos.
Asturianos en Cienfuegos
Metido hasta el cuello en una investigación en el Museo Provincial, el tiempo escasea para el filólogo Alejandro García Rodríguez, otro descendiente de asturianos que hace la tesis de doctorado sobre los pilares de aquella emigración en esa provincia situada al centro sur, comprendido el período de mayor relevancia entre 1830 y 1930.
Si se deja hablar todo cuanto sabe, podría una pasar muchas jornadas de buen andar por la historia, pero hay que aminorarle los bríos, pues el comienzo data de la terminación del Castillo de Jagua, coincidiendo con el gobierno del Capitán General Juan Francisco Güemes de Horcacitas, “antecedente efímero y casual de un primer contacto de asturiano en Cienfuegos”, precisa inspirado por un tema que bien conoce.
Y otros dos paisanos también dejaron improntas en la Perla del Sur: José Cienfuegos Jovellanos, Capitán General que apoyó la fundación de la otrora Villa de Fernandina de Jagua, luego rebautizada con su apellido, y Ramón María del Abra, teniente gobernador de la localidad y en cuyo gobierno empezó el establecimiento de asturianos en la región.
En el siglo estudiado, 2 202 asturianos llegaron a Cienfuegos, erigida en una de las ciudades de mayor asentamiento. Además de La Habana como capital, también se destacaron en la preferencia Cárdenas, Matanzas, Caibarién y Sagua La Grande.
En el arca guardadora
Avello empezó la búsqueda consultando registros de casamientos y defunciones. Así relacionó los apellidos de los descendientes. Fue a sus casas y algunos le enseñaron objetos pertenecientes a los parientes inmigrantes: esa fue la génesis para levantar la pequeña sala de recordatorio.
En el atestado lugar pueden encontrase documentos sobre la existencia de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Asturias en la ciudad, un cofre de familia de 1863, papel moneda del siglo XIX, el primer teléfono instalado en casa comercial de asturianos, la Virgen de la Covadonga, patrona de aquellos lares cuya fecha conmemorativa coincide con la de la muy cubana Caridad del Cobre, hasta un sable que el tristemente célebre gobernador de la isla, Valeriano Weyler, regaló al paisano José López Suárez, y la foto de Antonio Menéndez Peláez, el piloto que devolvió el vuelo de Barberán y Collar, pero más conocido por la manía del amor a la novia de Cumanayagua, a quien todas las tardes regalaba flores desde su artefacto en desatinos de vuelos rasantes.
“El rincón me ha reportado muchas amistades, hay veces que no puedo responder la abultada correspondencia. Es más, el local está incluido como sitio curioso en una guía española”, dice Avello.
Y luego agrega que también por él tiene contactos con instituciones de asturianos de Madrid, Bruselas, Málaga, Buenos Aires y Montevideo, de donde le han enviado objetos representativos de esa tierra que ama.
Los ilustres del siglo XIX
Durante el siglo XIX los asturianos tuvieron poder político y económico en Cienfuegos, asegura Alejandro y pone como ejemplo en el comercio a los recordados José García de la Anoceda, con la mesa mejor servida de la región y propietario del Palacio Casicedo, una de las casas almacenes más reconocidas de la época; y Acisclo del Valle Blanco, quien invirtió más de un millón de pesos en la construcción del Palacio de Valle, una explosión de eclecticismo con sobresalimientos del neogótico, imperio, neoclásico, barroco y mudéjar.
Otro asturiano, Cándido Díaz Álvarez, mucho bregó con el cubano Florencio R. Velis en la fundación del periódico La Correspondencia, publicación de provincia considerada la pionera del periodismo moderno en Cuba; y Manuel Martínez Méndez, quien lo mismo tuvo acierto para abrir La Francia Moderna con modistas y modelos exclusivos de la Ciudad Luz, que instituyó el Oasis Teosófico Martiano, único de su tipo en el país, y quizás del mundo, por las materias vinculadas.
“Y también está María Covadonga, la mejor cocinera de paella en todos los contornos, y Alfonso Meana López, pintor que en la localidad fue el primero en organizar a los artistas plásticos en una asociación.
“El asentamiento tuvo tanto peso que en la década del 20 se constituyó el Club Asturiano, que en el período de esplendor era una hermosa quinta con glorietas y una vez al año celebraban la fiesta tradicional con la Virgen de la Covadonga en procesión, mientras la música española y la cubana se mezclaban con buen entender”, detalla Alejandro García.
Los caminos van en uno
En un tiempo, Pedro Pérez Avello y Alejandro García Rodríguez estuvieron juntos en la indagación de la memoria asturiana en Cienfuegos. Después se separaron porque la búsqueda quedó cimentada y objetivos diversos para continuarla impusieron otros acometimientos. Mas, queda el vínculo indisoluble del respeto por la ascendencia.
-¿Qué consideras como lo más
representativo de la cultura asturiana?
“La gaita, al igual que para los gallegos”, sin dudas afirma Alejandro.
-¿Qué les queda a los descendientes
como distintivo personal?
Suelta Avello una sonrisa guasona y, sin más, resuelve: “El apego a las bromas y a las fiestas. El gusto por el arroz con leche, que dicen es un plato de allá”.
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