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Isla al Sur

TABAQUERO CUBANO CON RÉCORD GUINNESS

CYNTHIA ÁLVAREZ,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana

Ficha técnica:

Tipo de título: Informativo

Tipo de entrevista por contenido: De personalidad

Tipo de entrevista por su estructura: De citas

Tipo de entrada: Presentación del entrevistado

Tipo de conclusión: Opinión del entrevistado

                         

A José Castelar Cairo lo conocen por el sobrenombre de Cueto en el universo del tabaco, desde París hasta Caracas. Y aunque alguno que otro fuera de las fronteras nacionales ha pretendido reemplazarlo en su trono de recordista mundial, nadie hasta el momento logra quitarle la corona. Merecedor de tres Guinness por haber torcido los habanos más grandes del mundo, este cubano de risa amable es un conversador que cuenta con orgullo la presencia del tabaco en su vida.

Cuando se inició en el oficio, no había ningún otro tabaquero en la familia. Incluso su abuela tenía prejuicios con quienes hacían esa labor.

"El tabaco lo trabajo desde muy niño. Mi padre tenía buenas relaciones con el dueño de un chinchalito allá en Villa Clara, mi ciudad natal. Empecé a aprender y a los doce años ya estaba dentro de la fábrica".

Con 46 años, casi toda una vida dedicada a la elaboración artesanal de puros, evoca con satisfacción la experiencia adquirida a su paso por fábricas tan prestigiosas como La Corona, Partagás y Briones Montoto, esta última productora de las reconocidas marcas Romeo y Julieta y Cohíba.

"Aquí en  La Habana, trabajando en la fábrica Romeo y Julieta, conocí a un tabaquero llamado Eddy García que me enseñó a hacer tabacos figurados, que son un poco irregulares y puntiagudos en los extremos. Más tarde, me especialicé como tabaquero de alta regalía. Y así, hasta el día de hoy, aprovechando cada momento para aprender un poquito más."

Incansable competidor, Cueto tiene en su haber un habano de 11,04 metros que elaboró en el 2001; otro de 14,86 metros que hizo dos años después, y el más reciente, uno de 20,4 metros. Sus obras -confeccionadas con hojas de las vegas de Vuelta Abajo, en Pinar del Río (oeste) y cuna de las mejores cosechas del mundo- se exhiben en urnas de cristal que penden del techo de la Tríada, la tienda donde trabaja desde hace 10 años, en el complejo Morro-Cabaña de la capital cubana.

Con la jovialidad que lo caracteriza, rememora cómo se inició en la confección del primer puro: "Los trabajadores buscábamos alternativas para hacer atrayente la Tríada y que la gente viniera más. Comenzamos a averiguar dónde estaba el tabaco más grande del  mundo para nosotros superar el tamaño. En ese entonces, lo ubicamos en Holanda y medía 5 metros. Preparamos todo y comencé a torcer el de 11, 04 metros, después lo presenté a los Guinness y me llevé el premio."

Los tres habanos fueron elaborados con mucho esfuerzo y días de trabajo. A pesar de su experiencia, no resulta nada fácil manipular las herramientas -tabla de madera, casquillo, chaveta, guillotina, goma vegetal y cepo- para hacer un tabaco de gran tamaño, cuando el habitual de mayor largo, el Cohíba Lancero, alcanza solo 30 cm.

"Para confeccionarlos son horas intensas de trabajo que van desde el despalillado o retiro de las venas gruesas de la hoja del tabaco hasta la adecuación de la capa       -hoja tersa de tabaco que es envoltura superior del puro-, pues cuando se comienza el proceso, no se para hasta el final."

En el transcurso de la elaboración es necesaria la ayuda de personas que sujeten el tabaco por el extremo inicial. Cueto ha tenido la asistencia de los  compañeros de la Tríada, que le han sido de gran importancia para el éxito final del producto.

"Somos un colectivo muy unido, y aunque aquí el único tabaquero soy yo, mis compañeros son conocedores del tabaco y me brindaron mucha ayuda. Sin ellos no sé como iba a cuidar de que no se fuese a caer o dañar por la presión que tuve que ejercer para torcerlo".

La peor parte del trabajo la ha enfrentado en los momentos de sufrir las fatigas musculares, pero como el intento por establecer un récord Guinness depende de prepararse bien, tener cerca a jueces y testigos, y prever los contratiempos, Cueto nunca ha doblegado fuerzas. Además, a su lado ha tenido un auxiliar que le aplica los masajes necesarios para superar los instantes de fatiga. Hoy, se siente indeciso en cuanto a superarse a sí mismo, pues el desafío es alto: habría que homologar un puro que supere los 20 metros.

"Es verdad que el médico me recetó reposo hasta que mejorara, y por ahora no pienso romper mi propia marca; pero si alguien intenta superar el récord, yo me olvido de médico y de reposo y me pongo a torcer."

Cueto se enorgullece de poder dedicar el premio a Cuba. En más de una ocasión ha demostrado firmemente el amor a su caimán dormido.

"En muchos países  me han pedido que haga un tabaco aún más grande, y yo podré hacer muchos, pero nunca uno que exceda la longitud del que hay en Cuba. Es en mi patria donde merece estar el récord Guinness."

Castelar, aficionado al color carmelita por recordarle tanto a los figurados que confecciona, da su concepto de buen torcedor  a todo el que se le acerca, dejando claro que para serlo hay que amar no solo al tabaco y la preparación de este, sino también, pensar en el consumidor.

"Para ser un buen torcedor tiene que gustar la profesión, interesarse por ella y cada día aprender más; pero eso no basta, se necesita también mucha sensibilidad. Cuando se está torciendo hay que pensar en el fumador. Fumar un puro cubano debe  ser un placer." 

Al hombre que afirma que después de conocer el arte de torcer no escogería otro oficio o profesión, le gusta también hablar del respeto que siente por otros muchos tabaqueros y en especial, por su esposa, quien también lo es.

"Regla es muy buena torcedora de vitolas parejas, y no porque lo diga yo. Trabaja en la Casa del Tabaco El Corojo, en el hotel Meliá Cohíba. Nos conocimos siendo yo su profesor en La Corona".

La destreza y memoria de Cueto son las de un enciclopedista. Conoce al dedillo qué materia prima utilizar, qué tipo de capa, qué largo, diámetro y peso corresponde a cada tabaco.

Su maestría ha sido demostrada en ferias y exposiciones internacionales en Cuba, España, Alemania, Inglaterra, Brasil, Italia y Holanda, donde hace demostraciones y enseña  la historia y el arte de torcer el tabaco.

Actualmente, elabora los pedidos que recibe de personalidades de Arabia Saudita, Canadá, Inglaterra y México, siempre en representación de Cuba.

"Cada vez que hago un habano intento confeccionarlo mejor que el anterior. De mí, como de muchos otros tabaqueros, depende que se mantenga el prestigio de Cuba como la productora de tabacos de mejor calidad."

La mayor parte del dinero obtenido con la venta de otros ejemplares no tan grandes, pero si más de lo normal, ha sido destinada por él a programas de Salud Pública como el vinculado con las investigaciones acerca del cáncer.

Con  manos de ébano y habilidad de artista, va de lugar en lugar destacando la calidad del tabaco cubano, y a todo el que le pregunta si piensa retirarse del oficio, él, con su desenfado característico y alma de buen salsero, responde: "¿Retirarme? Eso nunca, yo voy a hacer habanos hasta que me muera, a  los 124 años."

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